La voz de los profetas

Nuestra predicación debe ser enriquecida con nuevos tesoros de la verdad, encontrados en el Antiguo Testamento.

Cuándo fue la última vez que predicó acerca de alguno de los profetas bíblicos? No estoy hablando acerca de usar un versículo aislado de algún pasaje, sino de una predicación expositiva sobre uno de ellos. Probablemente, hayamos predicado alguna cosa extraída de los libros de Daniel, Jonás y otros pasajes conocidos, tales como el Siervo sufriente de Isaías 53 o la visión de los huesos secos de Ezequiel 37. Pero ¿cuándo fue la última vez que su congregación escuchó un sermón que haya tenido como base los libros de Abdías, Sofonías, Isaías 19 o Jeremías 17?

Durante los cinco años que trabajé como pastor de distrito, antes de ir al Seminario, nunca prediqué sobre esos libros o pasajes. Me limitaba a textos más familiares. Entonces, dos años atrás, me di cuenta de que, como predicadores o como profesores, algunos de nosotros tendemos solo a usar ciertas partes de la Biblia; aquellas que son más cómodas para el estudio y la preparación de sermones. Ante eso, nos cabe preguntar: ¿Estamos teniendo una “dieta” bíblica desequilibrada? Consecuentemente, ¿estamos alimentando de manera desequilibrada a nuestras congregaciones?

Por qué son evitados

Existen algunas posibles razones por las que evitamos esa parte de la Biblia. En primer lugar, esos libros parecen extraños en el sentido de que, aparentemente, presentan a Dios como alguien rudo y severo, o alguien que parece fomentar actos crue les. Por ejemplo, Isaías 1:24 declara: “Por tanto, dice el Señor, Jehová de los ejércitos, el Fuerte de Israel: Ea, tomaré satisfacción de mis enemigos, me vengaré de mis adversarios”. En otras ocasiones, los profetas muestran conductas extrañas, como en el caso de Isaías, que anduvo “desnudo y descalzo” (Isa. 20:2).

A veces, parece complejo comprender o interpretar a los profetas. Como predicadores, tendemos a preferir pasajes narrativos. Por otro lado, la mayoría de los profetas escribió en estilo poético, lo que dificulta la comprensión del mensaje. Los profetas posteriores escribieron en otro estilo, sin embargo. Además de eso, ellos no siempre escribieron en orden cronológico. A veces, encontramos en ellos profecías apocalípticas (Isa. 24-26), y ese estilo requiere un abordaje diferente del resto del libro.

A veces, nos acostumbramos a afirmar que esos libros parecen hablar solo de juicios, sin que tengan, en apariencia, nada positivo en su mensaje. Sin embargo, los mismos profetas que hablan de juicio llaman también al arrepentimiento y a la justicia, hablan de justicia social, rectitud moral y salvación.

Muchas veces suponemos que los miembros de iglesia no están interesados en las profecías, o dejamos que ellos dicten la clase de predicación que prefieren, en detrimento de su salud espiritual. También, acostumbramos suponer que los mensajes han sido dados solo para las personas de aquel tiempo, y no son aplicables para nosotros, en la actualidad.Muchos pastores y teólogos piensan que el Antiguo Testamento fue significativo solo para la cultura de un remoto pasado, pero no es relevante para hoy. Pensamos que la sociedad está tan adaptada a la injusticia, que no se puede identificar con el combate de los profetas en contra de su práctica.[1]

Los lectores de la Biblia, frecuentemente, prefieren el Nuevo Testamento al Antiguo, y muchos de los profetas menores no son enseñados ni predicados. Los pastores creen que “esos libros son muy controvertidos, irrelevantes y difíciles de comprender”.[2] E. Walter Kaiser, apropiadamente, nos invita a reflexionar: “¿Por qué muchos pastores admiten que tienen un bloqueo mental, sentimientos de insuficiencia o de culpa cuando deben predicar sobre el Antiguo Testamento?”[3] La predicación sobre el Nuevo Testamento es más atractiva, por el simple hecho de que esa parte de la Biblia es más fácil de ser comprendida e interpretada. Además de eso, existe la percepción de que el Nuevo Testamento fue escrito para los cristianos; y el Antiguo Testamento, para Israel.[4]

Algunos pastores no se toman el tiempo de explorar detalladamente los profetas. Estamos muy ocupados, llenos de compromisos y, cosa rara, disponemos de poco tiempo para la preparación del sermón. Podemos no tener tiempo para excavar profundamente en la Biblia, pero los compromisos de la vida y del trabajo jamás deberían impedir que busquemos encontrar nuevas verdades, incluso las reveladas por los profetas.

Beneficios

Predicar sobre los profetas resulta en grandes beneficios espirituales para la congregación, que recibirá una “dieta espiritual balanceada”. Aquí presentamos algunos de los beneficios:

Al considerar las perspectivas de los profetas, adquiriremos una visión equilibrada del carácter de Dios. Profundizaremos nuestras habilidades de predicación, al invertir un tiempo más riguroso investigando las verdades especiales de Dios en pasajes desafiantes.

Descubriremos que los profetas no tienen un mensaje diferente del resto de la Biblia. En verdad, colocaron el mismo contenido en envases diferentes. Mientras que el envío de juicios divinos fluye a través de los escritos de los profetas, eso no debería impedir que exploremos las razones por las cuales Dios permitió la manifestación de tales juicios sobre su pueblo (Isa. 5:13- 23; Jer. 25; Amós 1-3). Si bien los lectores se enfrentan con juicios divinos, en esos libros, los registros también revelan el carácter de Dios y el del ser humano.

Veremos que el mensaje de los profetas no solo es acerca de juicios, sino también está saturado del amor de Dios y de su deseo de redimir a la humanidad, de la revelación de la gracia divina hacia la humanidad; al igual que de las actitudes de un Dios incansable que, con indescriptible paciencia, busca alcanzar y traer de vuelta para sí a aquellos a quienes ama (Isa. 1:16- 20; 6:1-7; 12:1-6; Jer. 3:6-25; 23:1-8; Eze. 33:10-19; Miq. 7:1-20).

Al estudiar a los profetas, veremos a Jesús como el cumplimiento de las predicciones referentes a él. Los discípulos entendieron que Jesús era el Mesías, exactamente por haber estudiado a los profetas. También, descubriremos que los mensajes anunciados por esos siervos de Dios son tan aplicables hoy como lo fueron en sus días. Nuestra sociedad ha manifestado frialdad hacia las cosas espirituales, y los mensajes de los profetas fueron dirigidos a una sociedad igualmente apática y sin ley, antes del tiempo de Cristo.

Junto con los miembros de nuestras congregaciones, veremos un cuadro más amplio de la actuación de Dios en la vida de su pueblo. Los pastores que dedican tiempo extra a estudiar los libros proféticos y a predicar de ellos descubren un rico tesoro de la verdad para su propia vida y para la vida de la iglesia.

Sermón sobre Miqueas 6

En el resto de este artículo, ejemplificaremos la demostración del beneficio de predicar a partir de los profetas. El texto de Miqueas 6 nos es bastante familiar, porque los pastores muchas veces citan el versículo 8; pero ¿por qué no examinar una porción mayor de este capítulo? Recuerde que, después de haber estudiado un pasaje específico y extraer de él lo máximo posible, ciertamente será de beneficio consultar comentarios y otros escritos bíblicos sobre el tema investigado. Bien, vamos a nuestro texto.

Estilo. Esta parte del libro de Miqueas pertenece al género poético; la interpretación no estará fundamentada en una historia. Así, las palabras clave son necesarias para dirigir el estudio. Ejemplos establecidos en otros libros del Antiguo Testamento ayudan a determinar qué estaba ocurriendo entonces. En ese pasaje, es importante la palabra “pleito/contienda” (Miq. 6:1, 2). La palabra hebrea riv (contienda, pleito, lucha) también se refiere al proceso o conducción de una causa judicial. Así, tenemos un proceso de litigio de Dios contra su pueblo (Deut. 32; Sal. 50; Jer. 2; Ose. 4).[5]

Contexto. En Miqueas 6, por causa del uso de la primera palabra, “oíd”, observamos un definido contraste entre lo que sucedía en los cinco capítulos anteriores. Esa palabra llama especialmente la atención de los lectores. Las palabras que siguen revelan que el Señor habló por medio del profeta. El capítulo 6 puede ser dividido en dos partes: versículos 1 al 8 y versículos 9 al 16. La exhortación imperativa shema significa “oír, escuchar” (vers. 1, 9, por ejemplo).

Estructura/forma literaria. Conforme fue dicho, este capítulo contiene un proceso que utiliza el modelo de alianza encontrado en Deuteronomio. La excepción al modelo usual de juicio en ese pasaje son los testimonios, frecuentemente colocados al final del pasaje, en vez de al comienzo. Así, tenemos la siguiente estructura:

1. Lista de testigos: montañas y colinas (Miq. 6:1, 2)

2. Preámbulo: introducción del Soberano y llamado al juicio (Miq. 6:1, 2)

3. Acusaciones: transgresión de las cláusulas de alianza: Revisión de las cláusulas generales (6:6-8); violación de cláusulas específicas (6:9-12).

4. Veredicto: culpable, “por eso”; y sentencia: pronunciamiento de las maldiciones (6:13-16).[6]

Una rápida revisión de esta estructura revela posibilidades para, por lo menos, uno o dos sermones basados en este fragmento. Ahora, nos centraremos brevemente solo en la primera parte (Miq. 6:1-8), para sugerir un posible mensaje fundado en estos versículos.

Bosquejo del sermón

Título: Dios como demandante: un proceso contra Judá (Miq. 6:1-8).

Introducción: Este pasaje revela la seriedad de la ruptura de la relación entre Dios y su pueblo. Este proceso en Miqueas especifica un llamado final al pueblo, un llamado a despertar. El pueblo de Dios asumió que la relación de alianza con Dios continuaría para siempre, aun cuando ellos no fueran leales en el culto y en el servicio a Dios. Por otro lado, como fue anunciado por Moisés en Deuteronomio (4-7; 27, 28; 31:14-21), por las acciones que practicó, el pueblo de Dios podía romper esa relación.

Testigos: En Miqueas 6:1, el Señor dijo a su pueblo: “Levántate, contiende contra los montes, y oigan los collados tu voz”. Si el pueblo tenía algo que decir, que lo hiciera ante las montañas y las colinas, que servirían como testigos. Los “cielos y la tierra” también serían testigos (Deut. 21:1; Sal. 50:1). Las montañas son personificadas, de manera que pudieran conocer la inmoralidad y la falsa alabanza practicadas por el pueblo.

Alegación: En el versículo 2, Miqueas revela el objetivo del proceso de Dios. El Señor muestra que ese proceso es en contra de su propio pueblo, y establece la seriedad de las acusaciones contra él. El autor no establece que la relación entre Dios y el pueblo esté pasando por un buen momento. Aquí, encontramos la misma palabra “contienda”, o riv, usada dos veces; y Dios es quien está contendiendo. Miqueas repite esto en la última parte del versículo 2 no con la palabra riv, sino con otra palabra relacionada con el asunto: ykh (reprensión, debate). Aquí, el verbo es hithpael, que significa “presentar una acusación, argumentar contra”, lo que sugiere que será un diálogo, un debate entre Dios y el pueblo. La cuestión es: ¿quién está en lo cierto?

Examen del demandante: En Miqueas 6:3 al 5, Dios no acusa directamente al pueblo de Judá por una serie de fallas, como era de esperar, sino que usa un abordaje retórico, preguntando qué hizo mal. “Pueblo mío, ¿qué te he hecho, o en qué te he molestado?” Así, Dios se pone a prueba ante el pueblo. Parece abrir el corazón para ser investigado, a fin de que se vea si hay alguna evidencia de falla de su parte. Estos versículos revelan el amor de Dios por su pueblo, según lo retrata Gary Smith: “Esas preguntas desarmarán la postura defensiva de los oyentes y los preparará para considerar las supuestas fallas de Dios; es decir, su objeción a lo que Dios ha hecho a favor de ellos”.[7] Eso nos lleva a concluir que, si los oyentes no encontraron nada malo en Dios, la ruptura de la relación se debe encontrar por parte del pueblo.

Dios muestra que él no fue infiel a su pueblo recordando sus acciones pasadas. Habla acerca de la manera en que él lo sacó de Egipto; envió a Moisés, a Aarón y a María para guiarlo, y actuó en favor de su pueblo en el incidente entre Balac y Balaam. El pasado demostró cómo Dios cuidó de su pueblo y cumplió sus promesas (Gén. 12:1-3; Éxo. 6:6-8).

Respuesta de los acusados: En Miqueas 6:6 y 7, los israelitas deben defender sus acciones. Esos versículos son declaraciones retóricas en forma de preguntas, que el pueblo usó para defenderse argumentando cuán fiel había sido ante Dios.[8] Por otro lado, sus declaraciones no son humildes: los israelitas se centran en los verbos “dar” y “hacer”, en lugar de “relación”.

Base del juicio: Miqueas 6:8 responde a la pregunta acerca de lo que Dios realmente busca: no sacrificios ni apariencia exterior superficial. El hecho de que Miqueas comienza los versículos 8 con las palabras: “Él te ha mostrado”, revela algo que Dios había realizado en el pasado, pero que el pueblo no había aprendido. Dios no salió con nuevas ideas, nuevos principios o verdades, sino que fue consistente con su relación y con lo que esperaba del pueblo. Obviamente, el pueblo distorsionó lo que el Señor le había propuesto, sencillamente, presumiendo saber lo que Dios quería, en lugar de obedecer al pie de la letra.

Conclusión: Así, Dios desea que la humanidad adopte tres conceptos básicos: 1) hacer justicia; 2) amar la misericordia, la fidelidad y la beneficencia; 3) andar humildemente, o con circunspección; sabiamente.[9] Al explicar estos tres principios, Miqueas esperaba corregir la incomprensión de su audiencia, en los versículos 6 y 7, y explicar la base del veredicto de Dios en ese proceso, en los versículos 13 al 16.

De acuerdo con lo demostrado en este ejemplo de Miqueas 6, los predicadores verán que es posible predicar y enseñar a las congregaciones mensajes relevantes de los profetas. Los profetas revelan el carácter de Dios en contextos diferentes, y podemos ver cómo el Señor interactúa con su pueblo, y cómo revela su amor por medio de una relación de pacto.

Referencias

1 Abraham L. Maylue, Masters Seminary Journal 6, nº 1 (Spring, 1995), pp. 50, 51.
2 Bruce Moulton, Analyzing the Applicability of Preaching the Minor Prophets in the 21st Century (Tesis doctoral, Liberty Baptist Theological Seminary, 2011), p. 1.
3 Walter C. Kaiser, Toward an Exegetical Theology: Biblical Exegesis to Preaching and Teaching (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1981), p. 201.
4 Moulton, pp. 52-54.
5 Richard M. Davidson, Journal of the Adventist Theological Society 21, Nº 1 (2010), pp. 45-84.
6 Ibíd.
7 Gary V. Smith, Hosea, Amos, Micah, The NIC Application Commentary (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2001), p. 550.
8 Ibíd.
9 D. W. Thomas, Journal of Jewish Studies 1, nº 4 (1949), pp. 182-188.