El título es el mismo que el del último capítulo del libro Ministerio pastoral, de la autoría de Elena de White, traducido y lanzado este año por la Asociación Ministerial de la División Sudamericana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y por la Casa Publicadora Brasileña. La lectura de este libro va a renovar su ministerio. Nos presenta a Cristo, el Pastor principal, que nos brinda el modelo perfecto para sus subpastores. Señala su ejemplo de amor, que lo llevó a dar la vida para liberar a sus ovejas. Si cada pastor, hoy, imitara su ejemplo de abnegación, el rebaño prosperaría bajo los cuidados de ellos.
Cada característica de la vida del gran Ejemplo debe ser cuidadosamente estudiada. Te invito a que reflexiones en estas características.
Comunión: La oración fue el centro del ministerio de Cristo. En las montañas de Galilea y en el Monte de los Olivos, el Amado de Dios oraba por los pecadores; entonces salía para ministrar en favor de ellos. Ese ejemplo de Jesús nos muestra cómo podemos enfrentar los embates pastorales.
Relación: Cristo se identificó con su pueblo; se identificó con las necesidades de las personas. Sus sufrimientos eran también los suyos. En cierta ocasión, él dijo: “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí” (Mat. 25:35, 36). El amor, la misericordia y la compasión estaban presentes en cada acto del ministerio de Jesús.
Fue un líder-siervo: Por lo tanto, para que tú tengas éxito, como Jesús, debes liderar humildemente, a semejanza de él. Los pastores que sean despreciados por aquellos a quienes sirven deben recordar que Jesús también lo fue.
Jesús acostumbraba organizar su día de manera tal que a la tardecita pudiera ministrar a la clase trabajadora. De esa misma manera, anda con él, habla de él, imítalo. No te exaltes ni por palabras ni por acciones. Habla de Cristo; ora en nombre de él; sé dependiente de él; predica sobre él. Esa es la calidad ministerial que atestigua de la realidad de que el pastor fue llamado y escogido por Dios.
Misión: Cristo vino a dar un ejemplo correcto de lo que significa ser un pastor conquistador de personas para el Reino de los cielos. Trabajó constantemente por un objetivo; es decir, todos sus poderes fueron empleados en favor de la salvación de los seres humanos. De esa manera, el buen pastor busca diligentemente a las ovejas perdidas, y las recibe amorosamente en el redil.
El ministerio de Jesús consistió en predicar y en educar a las personas: Él fue el predicador-maestro, que hoy acompaña e inspira a los modernos subpastores. Aunque hayan transcurrido muchos siglos, el paso del tiempo no cambió la promesa que hizo a sus discípulos: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:20).
Desde la ascensión de Cristo hasta nuestros días, los hombres ordenados por Dios se transforman en maestros de la fe. Cristo, el supremo pastor, realiza y supervisa su obra por medio de estos subpastores. De esa manera, la posición ocupada por aquellos que trabajan en la predicación y en la enseñanza de la Palabra de Dios está revestida de especial importancia. Como embajadores de Cristo, ellos ruegan a las personas que se reconcilien con Dios. No podemos ser negligentes con el cumplimiento de esta misión.