Es maravilloso saber que “el obrero cristiano puede ser el instrumento de Cristo para atraer a los niños al Salvador”.
Tal vez se llamaba María, o José; quizás haya sido niño o niña. En realidad, no lo sé. Todo lo que casi puedo garantizar es que, silenciosa y respetuosamente, mantenía sus ojitos fijos en Jesús, observando todo lo que el “Amigo de los niños” hacía y decía. No tengo dudas de que estaba feliz, al hallarse tan cerca de Jesús, el amado Maestro.
Súbitamente escuchó que lo llamaban. Con el rostro colorado y sonriente, corrió hasta Jesús, mientras todos los demás niños se acercaban para ver lo que sucedería. Colocando al niño en su regazo, el Maestro dijo a sus oyentes: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mat. 18:3).
¿Puedes imaginar cómo, después de escuchar esas palabras, los pequeños oyentes de Jesús intensificaron su amor por él? ¡Jesús era su héroe! En cierta ocasión, contrariando la actitud de los discípulos, que consideraban una molestia el que los niños se acercaran al Maestro, él afirmó: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios” (Mar. 10:14). ¡Qué palabras maravillosas y amables! Desde entonces, nada cambió. Todavía nos dice: “No se lo impidáis”.
El modelo para hoy
El Salvador comprendía los cuidados y las preocupaciones de esas madres que se esforzaban por educar a sus hijos de acuerdo con la Palabra de Dios. Él había escuchado las oraciones de ellas y las había atraído a su presencia. A lo largo de su ministerio terrenal, Jesús dedicó tiempo para ministrar a los niños. No solo los observaba mientras jugaban, sino también, de alguna forma, se mezclaba entre ellos. De acuerdo con Elena de White, “Cristo observaba a los niños mientras jugaban, y a menudo expresaba su aprobación cuando ganaban una victoria inocente sobre algo que se habían propuesto realizar. Cantaba a los niños con palabras dulces y llenas de bendición. Ellos sabían que él los amaba. Nunca los regañó. Compartió con ellos sus alegrías y tristezas infantiles. A menudo juntaba algunas flores y, después de mostrarles a los niños su hermosura, se las dejaba como un regalo suyo. El había hecho las flores, y se deleitaba en destacar sus bellezas” (Exaltad a Jesús, p. 84). Hoy, Dios nos habla, diciendo que “los que aman a Dios deberían sentirse profundamente interesados por los niños y los jóvenes” (Reflejemos a Jesús, p. 365). “Dios quiere que todo niño de tierna edad sea su hijo, adoptado en su familia” (Consejos para los maestros, p. 161).
“Cuando Jesús dijo a sus discípulos que no impidiesen a los niños que fueran a él, hablaba a los que lo seguirían en todos los siglos, a los dirigentes de la iglesia, a los ministros y sus ayudantes, y a todos los cristianos. Jesús está atrayendo a los niños y nos ordena: ‘Dejad los niños venir a mí’. Es como si nos dijese: Vendrán a mí, si no lo impedís” (El Deseado de todas las gentes, p. 476).
Sí, Jesús estaba siempre con los brazos abiertos para recibir a los niños. Como iglesia, debemos imitar su actitud y dejar que ellos vengan a él. Una de las maneras en las que podemos hacer posible ese encuentro es dedicarles un momento especial en el culto de adoración.
Voto
Con el objetivo de facilitar la implantación de esta práctica y mejorarla, la División Sudamericana tomó un voto, que es oportuno recordar aquí. Los términos de ese voto son los siguientes:
¿Qué es la adoración infantil?
La adoración infantil es un momento del culto en que los niños tienen una participación especial y reciben un adecuado alimento espiritual. ¿Por qué es importante? Da al niño el sentido de inclusión dentro de la programación del culto. Valoriza y reconoce al niño como parte de la adoración. Ayuda al niño a crecer con la idea de que el culto es una experiencia agradable. Contribuye a su enseñanza, crecimiento espiritual, compromiso con la iglesia y el desarrollo de un correcto sentido de adoración.
¿Quién coordina?
El/la coordinador/a del Ministerio del Niño de la iglesia local, juntamente con el pastor o el dirigente local.
¿En qué momento ocurre?
Dentro de la hora del culto
¿Cuánto debe durar?
El tiempo dedicado a este momento debe ser corto, porque el tiempo de concentración de los niños es muy reducido. Probablemente, 5 o 7 minutos serán suficientes.
¿Cómo usar este momento?
El momento de la adoración infantil no se limita tan solo a contar historias bíblicas o historias de la vida real. Podemos incluir otras actividades, tales como el testimonio de un niño (gratitud, oración contestada, etc.); dedicación de un niño; una presentación musical hecha por ellos. Quizá sea oportuno recordar que cuando se usen representaciones, estas deben ser simples, cortas y con palabras de un narrador.
¿Qué no usar?
Cuentos y leyendas. Historias irreales. Historias seculares que involucren fantasía, terror y ficción. Títeres. Escenas teatrales. Ilustraciones contrarias a nuestra filosofía cristiana. Cosas que no promuevan la reverencia y el sentido de adoración.
¡Importante!
Leer un texto de la Biblia para iniciar o terminar la historia, pues esto es una parte importante en la adoración. Usar palabras simples, adecuadas a la edad. No usar jergas o lenguaje secular, ni saludos exagerados que comprometan la reverencia. Terminar siempre con un llamado y una oración.
¿Quién dirige este momento?
El pastor, el dirigente local de la iglesia o cualquier otra persona indicada por el coordinador/a del departamento del Ministerio del Niño.
¿Cómo implementarlo?
Es importante verificar con antelación el título del sermón y, si es posible, relacionar la historia con este. También, es indispensable que los participantes de la adoración infantil sepan, con suficiente tiempo, cuál será su responsabilidad y los materiales que se utilizarán. Podría ser muy útil invitar a personas para que ayuden con la reverencia.
Como todo lo que se realiza en la iglesia debe ser con orden y precisión, es necesario coordinar con el líder de la iglesia local.
Es hermoso saber que “el que trabaja para Cristo puede ser su agente para atraer a estos niños al Salvador. Con sabiduría y tacto, puede ligarlos a su corazón, puede darles valor y esperanza, y por la gracia de Cristo puede verlos transformados en carácter, de manera que se pueda decir de ellos: ‘Porque de los tales es el reino de los cielos’ ” (El Deseado de todas las gentes, p. 476).