Mientras él no viene

Al visitar empresas, comúnmente vemos colocado en un lugar bien visible un cartel que contiene la visión y la misión que las impulsan. La visión habla acerca del objetivo de la existencia de la empresa; la misión es el método adoptado para transformar la visión en realidad.

La Iglesia Adventista tiene la misión de salvar y servir, usando como base las orientaciones de la Palabra de Dios. La razón para esto es la certeza de la venida de Jesús. Llevar a las personas a aceptar a Cristo, a formar parte de su iglesia y prepararlas para la vida eterna; ese es el motivo de nuestra existencia como iglesia.

El profundo sentido de tener un mensaje específico que debe ser proclamado al mundo movió a nuestros pioneros en su misión. El adventismo del séptimo día no surgió en el vacío. Sus precursores jamás se consideraron solo una confesión cristiana más. Desde el comienzo, entendieron que el movimiento era parte de una profecía (Dan. 8:12-14; 7:25; Apoc. 10). La visión de predicar el triple mensaje angélico de Apocalipsis 14 a cada nación, lengua y pueblo fue determinante en su progreso.

No obstante, hoy no solo el adventismo, sino también el cristianismo como un todo, enfrenta un tremendo desafío: ¡Jesús todavía no vino! Anhelamos el apoteótico final de la historia de este mundo, la concreción de la bendita esperanza cristiana. Así, es nuestro deber proseguir intentando cumplir la misión de la visión profética. Fue el propio Cristo el que nos recomendó: “Ocúpense hasta que yo venga” (Luc. 19:13, NKJ). Así lo ha hecho la iglesia. Desde 1874, cuando John N. Andrews partió de los Estados Unidos con el navío Pitcairn para evangelizar Europa, los adventistas han reconocido la importancia de las misiones. Ese compromiso tiene como base la orden dada por Cristo y registrada en Mateo 28:18 al 20. Cada institución establecida dentro de la Organización tiene la finalidad de cumplir esa misión. Fuimos llamados a salir del mundo, pero para volvernos a él con el propósito de hacer lo que Jesús haría si estuviese en esta Tierra. La iglesia no fue establecida para existir como un fin en sí mismo. Dios es un Dios que envía, un Dios de misión. La iglesia no solo tiene una misión; la iglesia es la misión.[1]

A medida que la iglesia cristiana creció, quedó en claro que solo cumpliría la extraordinaria tarea si se organizaba. En 1863, cuando el proceso organizativo estaba concluido, había solo 3.500 miembros bautizados y 30 pastores. Hoy, somos más de 17 millones de miembros y 18 mil pastores que cumplen la misión en 209 países.

Pero, la misión adventista jamás alcanzaría semejante dimensión transcultural si no fuera por la proclamación distintiva del evangelio eterno. Puede ser expresada en dos palabras: Keryssein [proclamar como un heraldo] y evangelizein [contar las buenas nuevas]. En el centro de la iglesia está el evangelio, pero presentado de manera distintiva.

Desde 1950, hemos trazado estrategias misioneras sistemáticas en todo el mundo. Una de las más notorias ha sido Misión Global. Además de pastores y evangelistas, la iglesia también hace uso de varios frentes para la proclamación del evangelio (radio, televisión, satélite, redes sociales, publicaciones, instituciones). Las iniciativas de reavivamiento y reforma tienen como objetivo capacitar a la iglesia para el desempeño de la misión.

En mayo de 1961, John F. Kennedy, presidente de los Estados Unidos, inició la era espacial Apolo. El programa nació con una misión: enviar al hombre a la Luna antes del fin de esa década. Hubo escepticismo y grandes dificultades. Y, a pesar de los fracasos y el asesinato del presidente que inspiró aquella visión, el 16 de julio de 1969 el mundo contempló maravillado a Neil Armstrong salir del Apolo 11 y pisar la superficie lunar. Con el regreso de los astronautas a la Tierra, la misión estaba concluida.[2]

El adventismo siempre fue un movimiento de fe y esperanza, con una visión de infinitas posibilidades. Pero, nuestra misión todavía no está terminada. Todavía creemos tener un papel especial que desempeñar, mientras “vivimos esperando y trabajando a favor de la venida del Día de Dios” (2 Ped. 3:1).

Referencias

1 Raoul Dederen, Tratado de Teologia Adventista do Sétimo Dia [Tratado de Teología adventista del séptimo día], p. 610.

2 John Seaman, Quem São os Adventistas do Sétimo Dia [¿Quiénes son los adventistas del séptimo día?], p. 36