“Escribe al ángel de la iglesia de Sardis: Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tus obras; tienes fama de estar vivo, pero en realidad estás muerto” (Apocalipsis 3.1, NVI).
Justin Smith, tiene 26 años, y sus amigos lo llaman “Iceman”.[1] Y este sobre nombre no es precisamente porque es un super héroe, sino porque es un caso raro en el mundo, donde un ser humano vuelve a la vida después de haber muerto congelado.[2]
La historia sorprendente de este hombre, empieza una noche de febrero de 2015, en McAdoo, Pensilvania, (EE.UU.). Justin iba caminando a su casa después de una reunión con unos amigos, cuando tropezó y cayó inconsciente en la nieve.
A la mañana siguiente, al ver que no había llegado a dormir, su padre, Don Smith, salió a buscarlo en su auto. En su recorrido, al borde de un camino Smith vio unas botas asomándose. Bajó a mirar y comprobó que era Justin, su único hijo.
Habían pasado cerca de 12 horas desde su desaparición. Estaba nevando y la temperatura era de -4ºC. El hombre recuerda que el joven estaba azul y no tenía pulso. Su impresión fue que su hijo estaba muerto. El padre de Justin empezó a llorar a pedirle a su hijo que no lo deje.
Cuando los paramédicos llegaron al lugar tampoco encontraron signos vitales y detectaron que su temperatura corporal estaba por debajo de los 20ºC. No había otra opción que declararlo muerto. En ese momento, Don Smith, llamó a su esposa y le comunicó que habían perdido a su hijo.
Pero al mismo tiempo, el personal de emergencia llamó para pedir orientación al médico Gerald Coleman, del hospital de Lehigh Valley, quien no quiso cerrar el caso tan rápido. Coleman ordenó a los paramédicos que le aplicaran a Justin reanimación cardiopulmonar (RCP), pese a que no tenía pulso y que parecía haber dado su último suspiro hacía medio día.
Los miembros del equipo de emergencia presionaron el pecho del joven y le dieron respiración boca a boca hasta que pudieron trasladarlo -en medio de una tormenta de nieve- al hospital donde estaba el doctor Coleman. Allí, el doctor James Wu, recomendó conectar a Justin a una máquina de oxigenación por membrana extracorporal (ECMO, por sus siglas en inglés) para calentar y oxigenar su sangre.
Después de 90 minutos conectado, la temperatura de Justin comenzó a subir y su corazón comenzó a latir por sí solo. Sus signos vitales se restablecieron, pero su cerebro todavía no mostraba actividad. Estuvo 15 días en coma.
Dos semanas después, despertó y los médicos se sorprendieron al comprobar que su cerebro estaba ileso. Las horas congelado solo le habían costado los dedos del pie y los meñiques, que fueron amputados por gangrena. Así que tuvo que aprender a usar sus manos y a caminar otra vez. Smith salió del hospital en marzo y volvió a su casa el 1 de mayo del 2015.
La historia milagrosa de Justin, es una ilustración de esperanza para la iglesia de Dios. El mensaje para la iglesia de Sardis, es una reprensión que debemos considerer hoy: “tienes fama de estar vivo, pero en realidad estás muerto”.
La pregunta natural es: ¿cómo sé que estoy vivo o muerto espiritualmente? ó ¿cómo defino la situación espiritual de una iglesia? Elena de White, tiene la respuesta para el congelamiento y muerte espiritual: “Una iglesia que trabaja es una iglesia viva”.[3] Y en esa línea también dijo: “La iglesia debe ser una iglesia activa si quiere ser una iglesia viva. No debe contentarse meramente con mantener sus posiciones contra las fuerzas opositoras del pecado y el error, ni debe estar contenta de avanzar a paso lento, sino que debe llevar el yugo de Cristo, y mantenerse al paso de su líder, ganando nuevos reclutas a lo largo del camino”.[4]
Con razón, el llamado individual para el seguidor de Jesús es: “Si cada uno de vosotros fuera un misionero vivo, el mensaje para este tiempo sería rápidamente proclamado en todos los países, a toda nación, tribu y lengua”.[5] Y la reflexión se vuelve más aguda cuando Elena de White enfatiza una verdad que es el oxígeno puro que da vida a una iglesia: “Cada verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero. El que bebe del agua viva, llega a ser una fuente de vida. El que recibe llega a ser un dador”.[6]
Mi apreciado(a) compañero(a) de fe, las comodidades que ofrece este mundo posmoderno, la inmoralidad que se ha vestido de luces y tecnología, la incredulidad, los peligros y las complicaciones de las calles están congeladon el corazón de muchos cristianos y están haciendo perder el pulso de vida a la iglesia. El momento de descongelar los corazones fríos y el milagro de vida para las iglesias muertas está llegando. Una fuerza divina e invisible, está preparando las lámparas que traerán luz y calor a la iglesia.
El regreso de Justin de la muerte, es un buena ilustración para recordar que hemos sido llamados de la muerte a la vida. Y la vitalidad espiritual empieza cuando entendamos que “el salvar personas debe ser la obra de la vida de todos los que profesan a Cristo”.[7] ¿Qué decides?
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[1]Hombre de hielo
[2]http://www.bbc.com/mundo/noticias/2016/01/160120_internacional_estados_unidos_pennsylvania_hombre_congelado_vive_milagro_ppb
[3]Elena G. de White, Servicio cristiano, ed. Aldo D. Orrego, Cuarta edición. (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2007), 58.
[4]Elena G. de White, Servicio cristiano, 65.
[5]Elena G. de White, Servicio cristiano, 10.
[6]Ibid.
[7]Elena G. de White, Servicio cristiano, 11.