Compañeros de Misión

En el desarrollo de líderes, la buena amistad tiene un valor inestimable.

¿Quién no tiene un amigo cuya influencia haya sido determi­ nante para ampliar su visión, inspirar pensamientos positivos e ideales elevados? Sin duda alguna, lo que somos lo debemos a personas que nos ayudaron con buenos consejos y, ante todo, con un buen ejemplo. Muchas veces, la amistad cristiana es una relación sin el compromiso intencional de transformar y desarrollar a la otra persona. Sin embargo, sus resultados son excelentes. Hanz Finzel, autor del libro Diez errores que un líder no puede cometer, dice que el mayor impacto sobre una vida no son los estudios, los descubri­ mientos científicos, ni los sermones o los libros,

sino el contacto directo con una persona.

La amistad de Pablo y Bernabé

Entre los varios ejemplos de amistad relata­ dos en la Biblia, está el de Pablo y Bernabé. Uno de los episodios más emocionantes en el libro de los Hechos de los apóstoles es la ceremonia de la imposición de manos sobre estos discípulos, y su envío a lugares todavía no alcanzados (ver Hech. 13:2, 3).

El primer viaje misionero fue desafiante (ver Hech. 13 y 14). Esa pareja misionera experimentó fuertes emociones al ver personas convirtiéndo­ se al cristianismo, pero también, experimentó luchas y sufrió persecuciones a lo largo de la jornada. La desistencia de Juan Marcos (ver Hech. 13:13), joven primo de Bernabé, indica la intensidad de los desafíos enfrentados por los apóstoles, durante aquel viaje.

En medio de estos conflictos, ellos vieron y experimentaron el fortalecimiento de la amistad y la consideración mutua. El rey Salomón escri­

bió: “En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia” (Prov. 17:17).

La inf luencia de Bernabé

Bernabé era un levita natural de Chipre y miembro de la iglesia primitiva de Jerusalén. Aunque fuese un personaje no muy conocido, su influencia y actuación fueron decisivas para la maduración y el cumplimiento del ministerio apostólico de Pablo.

Durante su encuentro con Cristo en el cami­ no a Damasco (ver Hech. 9:1­6, 15), Pablo fue llamado y elegido por Dios para ser apóstol y predicador para el mundo de los gentiles. Sin embargo, los seguidores de Jesús, especialmen­ te los discípulos, dudaron de que su conversión fuera genuina, dejándolo sin perspectivas de con­ seguir apoyo para iniciar su apostolado. Fue en esa crisis de credibilidad que Bernabé apareció con su sensibilidad y visión de líder (ver Hech. 9:26, 27).

Desde la perspectiva administrativa de la iglesia apostólica, Bernabé no era tan brillante como Pedro, Juan u otros apóstoles. Pero era un hombre sensible, equilibrado y dispuesto a servir. Y fue exactamente por esas características que su amistad fue fundamental para Pablo.

Bernabé y sus características de amistad

Al trabajar con Pablo, como nuevo conver­ so al cristianismo, Bernabé se presentó como alguien que les brindaba apoyo a las personas. Él, literalmente, tomó a Pablo de las manos, lo llevó a la presencia de los discípulos, intercedió por él y pidió que le dieran una oportunidad (ver Hech. 9:27).

Charles Swindoll comenta ese episodio, resaltando la calidad emocional de Bernabé al afirmar: “Dios designa con fidelidad individuos menos famosos, que se aproximan a usted, diciendo: ‘Hey, soy de su equipo. Permita que lo apoye en esta dificultad’. Fue exactamente eso lo que aconteció con Saulo en Jerusalén. Alguien surgió voluntariamente. No necesitaba hacer eso, pero era su deseo. Su nombre: Bernabé” (Pablo, un hombre de coraje y gracia, p. 93).

Ese episodio inicia una amistad entre Bernabé y Saulo. Él creyó en Saulo antes que cualquier otra persona. Él lo defendió y propuso que recibiera autoridad para anunciar el Evangelio.

Poco tiempo después, Saulo siguió a Tarso y allí permaneció por algún tiempo. En ese ínterin, Bernabé fue enviado a Antioquía de Siria para consolidar una comunidad cristiana que crecía rápidamente (ver Hech. 11:22). En el trabajo pastoral, percibió que aquella iglesia era el lugar ideal para que Saulo actuara como líder espiritual. Entonces, Bernabé viajó a Tarso y llevó a Saulo con él a Antioquía (ver Hech. 11:25, 26). Al retirar a Saulo del olvido, sin tener miedo de compartir tareas con alguien tan brillante, Bernabé reveló grandeza de espíritu y visión de líder.

El mismo Bernabé que había conducido a Saulo hasta los discípulos, por segunda vez interfirió en el curso de los acontecimientos y trajo a Saulo para un trabajo activo, ahora como colega de ministerio, compartiendo los cuidados de una gran iglesia. ¿Cómo hubiera sido la vida del hombre cuyo nombre fue cambiado por “Pablo”, si no hubiera encontrado a Bernabé como mentor y líder? Henry Ford resaltó muy bien la influencia poderosa de la amistad, cuando afirmó: “Tu mejor amigo es aquel que deja a la vista lo mejor que hay en ti”.

Las características de amistad de Bernabé alcanzaron su punto mayor, cuando él manifestó simpatía y apoyo por Juan Marcos. Pocos podrían

imaginar que el primer viaje misionero fuese el último emprendimiento de Bernabé y Pablo, juntos. Las circunstancias de la separación revelan la personalidad fuerte de Pablo, y la determinación inmutable de Bernabé en prestarles apoyo a las personas.

Pablo quería agilidad, coraje y disposición para enfrentar los peligros del campo misionero. Por su parte, Bernabé anhelaba continuar formando líderes. Él conseguía ver lo que pocos veían y creer en las personas, desarrollando su potencial al máximo. Nadie debería culpar a Bernabé por haber deseado darle una segunda oportunidad a su primo, pero tampoco se debería culpar a Pablo, por no haber aceptado llevar a alguien que ya había dado muestras de ser falto de coraje.

Pablo le debía más a Bernabé que a cualquier otra persona, pero decidió renunciar a su compañía. Por otro lado, Bernabé aceptó dejar de acompañar al mayor talento misionero de la época, para desarrollar a un joven que había fracasado en el primer intento.

Marcos recompensó los esfuerzos de Bernabé. Venció el temor y se transformó en un gran apóstol. Escribió uno de los evangelios, y más tarde fue llamado por el mismo apóstol Pablo, para auxiliarlo en los trabajos de la iglesia en Roma (ver 1 Tim. 4:11). De cierta forma, al recibir a Marcos, Pablo tuvo un encuentro simbólico con su amigo Bernabé. Así como, en el inicio de su apostolado, Pablo fue ayudado por el desinteresado Bernabé, en sus últimos días, recibió el apoyo del joven que había sido blanco del liderazgo formador del gran hijo de la exhortación: Bernabé.

La historia de Bernabé, Pablo y Marcos muestra el valor de la amistad para el desarrollo de líderes. Un ejemplo de cómo podemos transformar la iglesia en una escuela, en la que predomine la interdependencia en el desarrollo de personas para servir en la causa de Dios.