“Los hijos de Dios forman una sola familia en todo el mundo” (Patriarcas y profetas, p. 112). Me gusta ver a la iglesia de esta manera. Somos como una familia, unida, integrada y que mira en la misma dirección. A pesar de los desafíos culturales, geográficos, financieros, o cualquier otra limitación, tenemos un mismo Padre y estamos bajo la misma sangre. No somos como un archipiélago, formado por islas próximas geográficamente, pero independientes. Estamos interconectados y actuamos unidos. Somos dependientes unos de otros y nuestras iniciativas son desarrolladas para atender el crecimiento de la iglesia en todas las regiones. De esta manera nos complementamos, pues lo que le falta a uno le sobra al otro, y viceversa. Nuestros recursos financieros son distribuidos para mantener el máximo posible de igualdad y oportunidad para todos, tanto los que están cerca como aquellos que están del otro lado del mundo. Nunca vimos a muchos de nuestros hermanos, pero aun así los ayudamos, oímos sus historias y oramos por sus necesidades. Somos una familia, y no podemos olvidar que “la unidad constituye la fortaleza de la iglesia” (Mensajes selectos, t. 2, p. 182).
Hace pocos días, repetimos por octava vez el proyecto Impacto esperanza. La iglesia se levantó fuertemente y salió a las calles como un ejército, en los ocho países que forman la División Sudamericana (DSA). ¿Habría sucedido esto si no estuviésemos unidos e integrados como una familia, y si no tuviésemos organización? ¿Tendríamos esa misma fuerza en el cumplimiento de la misión, si fuésemos iglesias aisladas?
Algunas imágenes del proyecto todavía están vivas en mi mente. En el Ecuador, el movimiento duró una semana, con una campaña especial de lectura junto a la comunidad. Diariamente se
realizaron proyectos sociales, se visitó a algunas autoridades y se utilizaron los medios de forma intensa. Millares de hermanos de todo el país participaron del proyecto que, en 2014, se realizó en la ciudad de Ambato. En la República de Chile, fueron destacables las “tarjetas de débito” del “Banco de la Esperanza”, distribuidas en las plazas. Las personas recibían las tarjetas y se dirigían a los “cajeros electrónicos” del “Banco de la Esperanza” instalados en el lugar. Al colocar la tarjeta en la “máquina”, salía un libro La única esperanza. Fue una acción creativa que generó euforia en la comunidad. En varias de nuestras universidades, decenas de ómnibus salieron con alumnos y miembros del personal. El equipo del personal de oficina de la DSA fue a la ciudad de Cristalina, cerca de 120 km de Brasilia. Allí entregamos libros en cada calle y ayudamos a construir una nueva congregación con nuestros recursos personales.
De los casi 25 millones de libros producidos este año, cerca de 10 millones fueron distribuidos en las actividades relacionadas con el Impacto esperanza. Los demás están siendo entregados en contactos personales durante el año. Eso ya se volvió un hábito para la iglesia. Pero ¿cómo se podría realizar un proyecto tan fuerte, movilizando a tantas personas, para distribuir tantos libros, en lugares tan diferentes, a un costo tan bajo, si no tuviésemos una organización? Todos actuaron juntos: miembros, iglesias locales, oficinas, hospitales, universidades, colegios, televisión, radio, Internet, fábricas de alimentos y editoriales, que produjeron los libros a un precio sumamente accesible. ¡Gracias a Dios, somos una familia!
Esta visión también ayuda a entender un poco de lo que sucede con la Red Nuevo Tiempo de comunicaciones. Observe lo que ha sido hecho por Internet en los últimos 12 meses: 25 millones de visualizaciones de videos, 69 mil descargas de estudios bíblicos, 40 mil pedidos de oración y 15 millones de descargas del libro misionero. En las redes sociales (Twitter y Facebook) ya hay 4 millones de seguidores, aumentando a casi 100 mil por mes. La red de radio posee 140 emisoras que pertenecen a la iglesia, alcanzando a un público potencial de 60 millones de personas en cerca de 800 ciudades. A través de la TV Nuevo Tiempo, en portugués y español, alcanzamos 744 ciudades, con un público potencial de 127 millones de personas, el equivalente al 40% de los habitantes de nuestro territorio. La Nuevo Tiempo es una gran fuerza misionera para la iglesia.
¿Qué sucedería si no fuésemos una iglesia organizada, si no enviásemos un porcentaje de los diezmos de toda la DSA para ayudar a mantener esta estructura? ¿Si no nos uniésemos para asumir los costos de colocar el canal Nuevo Tiempo en las redes de televisión por cable? Gracias a Dios, somos una familia y alcanzamos esas conquistas unidos. De forma independiente, sería imposible. “La iglesia tiene que levantarse con el fin de resplandecer” (Recibiréis poder, p. 154). Ese es nuestro desafío profético, pero solo vamos a cumplirlo si permanecemos integrados como una familia.