La ilusión de la pornografía

La industria del sexo ayuda a degradar al ser humano y estimula la violencia.

 La ex actriz de pornografía Shelley Lubben, en su libro Truth Behind the Fantasy of Porn [La verdad detrás de la fantasía de la pornografía], afirma que la por­ nografía es “la mayor ilusión del mundo”. Según ella, muchas mujeres de ese ámbito beben y usan drogas para lograr ngir que les gusta lo que hacen. Aun­ que la industria del sexo intente pintar otra realidad, Shelley revela que “las mujeres tienen un dolor indecible por ser golpeadas, escupidas e insultadas. […] La pornografía no es más que sexo falso, conmociones y mentiras en video. Confíe en mí, yo lo sé”.

En el libro, Shelley presenta testimonios de otras ex actrices, como el de Michelle Avanti quien, en su primera escena, intentó desistir: “Un actor dijo que yo no podía volver atrás, porque había rmado un contrato”, cuenta Michelle. “Fui amenazada con que, si no hacía la escena, sería denunciada por una enorme suma de dinero. Al nal, tuve que tomar varias medidas de vodka para poder lmar la escena. Y como hacía más y más escenas, terminé abusando de la prescripción de píldoras que me eran dadas, en cualquier momento, por diversos médicos en el Valle de San Fernando”.

Shelley dice que muchas mujeres terminan en ese mundo por culpa de la extre­ ma erotización de la sociedad. “¿En qué otro lugar podría una niña que fue hiper­ sexualizada tener tanta atención? Quienes miran pornografía permanecen alertas, investigando on‐line durante años los per les y acechando a las impúdicas “hembras sexualizadas”. Fingiendo ser adolescentes o admiradores del sexo masculino, postean palabras lisonjeras […] y las adolescentes, emocionalmente carecientes, rápidamente caen en la trampa”.

Jennifer Case es otra actriz que dejó la industria del sexo; según ella, “por la gracia de Dios”. Hoy, ella también milita en contra de la pornografía, y dice a los hombres: “Hay una persona real del otro lado de las imágenes que usted está viendo, y usted está destruyendo la vida de ella y la vida de los hijos de ella”. En una entrevista para el sitio “The Porn Effect” [El efecto de la pornografía], Case testi ca de su propia experiencia sobre los daños que la industria pornográ ca provoca en las mujeres involucradas. Ella dice que quedó traumatizada, oprimida y sintiéndose abusada. Así como otras actrices de ese ámbito, ella también se volvió adicta a las drogas, y necesitaba del dinero de la pornografía para continuar alimentando el vicio. Además de eso, tuvo que enfren­ tar enfermedades de transmisión sexual. “Tuve muchas infecciones diferentes todo el tiempo. Me fui de Hollywood porque me enfermé gravemente de clamidia. Sentía tanto dolor en el abdomen que tuve que volver a casa”, manifiesta.

Un mercado que no para de crecer

A pesar de los riesgos relacionados con la pornografía (para quien la produce y para quien la mira), y según publica el sitio “LifeSiteNews”, la producción y la venta de con­ tenidos pornográ cos actualmente representan la séptima mayor industria de los Esta­ dos Unidos. “Cada semana se producen nuevos videos y páginas de Internet, con la revolución digital que trae gran número de nuevos sistemas de distribución. Toda nueva plataforma digital se vuelve una oportunidad de marketing para la industria pornográfica”.

Las ganancias anuales de la indus­ tria pornográ ca llegan a cerca de 15 mil millones de dólares, en los Estados Unidos, y casi 100 mil millones alrede­ dor del mundo. Esa industria es más im­ portante que Microsoft, Google, Ama­ zon, eBay, Yahoo!, Apple, Net ix y Ear­ thLink juntas. Cerca de 50 millones de estadounidenses adultos visitan regu­ larmente sitios de sexo virtual. Según el National Council on Sexual Addiction and Compulsivity [Consejo Nacional sobre el Vicio y la Compulsividad Se­ xuales], existen más de 20 millones de adictos al sexo en los Estados Unidos, 70% de los cuales a rma tener proble­ mas de comportamiento sexual virtual.

Según investigaciones del Barna Group, casi el 40% de los adultos cree que no hay inmoralidad alguna en ver material de sexo explícito. Además, aproximadamente 1 de cada 4 cree que no debería haber restricciones en cuan­ to a la pornografía, o a su acceso. “La­ mentablemente, 28% de los cristianos cree que, aun con lo que está escrito en Mateo 5:28, no hay nada de malo en mirar pornografía”, dice Regis Nicholl, columnista del sitio BreakPoint. “Lo más triste es descubrir que cerca del 50% de los cristianos y del 40% de sus pastores reconocen tener problemas con la pornografía”, revela.

Y el problema comienza cada vez más tempranamente. Las palabras “sexo” y “porno” están entre las diez más buscadas por los niños en Inter­ net. El ranking fue elaborado por la empresa de seguridad Symantec, que identi có las cien principales bús­ quedas hechas durante cuatro meses, por medio de su servicio de seguri­ dad familiar OnlineFamily.Norton, que supervisa lo que los niños y los adolescentes hacen en Inter­
net. La palabra “sexo” aparece en cuarto lugar y “porno” en el sexto.

Por este y otros motivos, es necesario orientar a los niños con respecto al uso de Internet. Gregory Smith, vice­ presidente y director ejecutivo de información del Departa­ mento de TI de la World Wild­ life Fund, en Washington, DC, escribió el libro How to Protect Your Children on the Internet [Cómo pro­teger a sus hijos en Internet]. Para él, dejar a un niño ante una computa­ dora con acceso a Internet sin nin­gún tipo de monitoreo es lo mismo que colocarlo en una esquina y no quedarse para vigilar lo que le suce­de. En su libro, él presenta los riesgos de Internet. Incluye detalles de trage­ dias recientes del mundo real (inclu­ sive un diálogo explícito mantenido entre un predador sexual y una ado­ lescente, lo cual hace que la lectura no sea recomendable para menores), y revela algunos secretos de las acti­ vidades on‐line.

Efectos indeseables

Un gran número de jóvenes consu­ midores de pornografía en Internet está sufriendo de eyaculación precoz, erec­ ciones poco consistentes y di cultades para sentir deseo con parejas reales; es lo que a rma el reportaje publicado en la revista Psychology Today. Una investi­ gación realizada por la Universidad de Padua, en Italia, indicó que el 70% de los hombres jóvenes que consultaba a algún neurólogo por tener un mal de­ sempeño sexual reconocía el consumo frecuente de pornografía en Internet.

Otros estudios de comportamiento sugieren que la pérdida de la libido su­ cede porque esos grandes consumido­ res de pornografía están apagando la respuesta natural del cerebro al placer. Años sustituyendo los límites naturales de la libido por una intensa estimula­ ción, terminan perjudicando la res­ puesta de esos hombres a la dopamina. Ese neurotransmisor está detrás del de­ seo, de la motivación… y de los vicios. Rige la búsqueda de recompensas. Una vez que el placer está fuertemente liga­ do a la pornografía, el sexo real parece no ofrecer recompensa. Entonces, para muchos hombres, esa sería la causa de la falta de deseo en situaciones reales.

En su sitio, Nicholl publicó el testi­ monio de un hombre que escribió lo si­ guiente: “Desde que instalé Internet de alta velocidad en casa, comencé a ver mucha más pornografía, y mi deseo y desempeño sexuales disminuyeron len­ tamente. Ahora, está transformándose en un problema real. Simplemente, no estoy tan excitado con el sexo como de costumbre, y parece que pierdo el inte­ rés después de algunos minutos”.

William Struthers, de la Facultad Wheaton, explica que “los hombres parecen haber sido hechos de tal mane­ ra que la pornografía secuestra el fun­ cionamiento adecuado de su cerebro y tiene un efecto a largo plazo en sus pensamientos y en su vida”. Struthers es psicólogo con formación en neu­ rociencias y especialidad de docencia en las bases biológicas de la conducta humana. En el libro Wired for Intima‐ cy: How Pornography Hijacks the Male Brain [Programado para la intimidad: Cómo la pornografía secuestra el cere­ bro masculino], él se vale de la neuro­ ciencia para explicar por qué razón la pornografía es una gran tentación para la mente masculina. “La explicación más simple de la razón por la que los hombres ven pornografía, o buscan prostitutas, es que ellos son llevados a buscar intimidad”, explica Struthers. El impulso para obtener intimidad sexual fue dado por Dios y es esencial para los hombres, reconoce Struthers; pero, es fácilmente mal direccionado. Los hom­ bres son tentados a buscar “un atajo para el placer sexual por medio de la pornografía”, y descubren que es fácil acceder a ese atajo.

Según Struthers, cuando el hombre ve imágenes pornográ cas, esa expe­ riencia crea nuevos patrones en la pro­ gramación del cerebro, y experiencias repetidas conforman la programación. “Si yo tomo la misma dosis de una dro­ ga repetidas veces y mi cuerpo comien­ za a tolerarla, necesitaré tomar una dosis más elevada de la droga, a n de obtener el mismo efecto que tenía, con una dosis más baja, la primera vez”, ex­ plica el psicólogo.

Pero, el problema no se restringe a los hombres. Algunos investigadores de la Universidad de California y de Ten­ nessee, Estados Unidos, inscribieron a 308 universitarias heterosexuales, de entre 18 y 29 años, para completar un cuestionario on‐line. Ellas respondieron cuestiones sobre la calidad de su no­ viazgo, la satisfacción sexual y la auto­ estima. Según el informe publicado en el sitio de la revista Superinteressante, “el resultado mostró una relación en­ tre felicidad, autoestima y videos por­ nográ cos. Cuanta más pornografía los novios o los maridos veían, mayor

era la probabilidad de tener un relacio­ namiento infeliz. Quienes reclamaban sobre el vicio exagerado de su novio de mirar videos pornográ cos, mostraron una estima propia más baja, e insa­ tisfacción con su novio y con la vida sexual. Cuanto más se comparaban, o eran comparadas, con las mujeres de los videos, más inseguras se sentían en relación con su desempeño en la cama o con su propio cuerpo”.

La verdad es que la pornografía ge­ nera un estrés enorme en el relaciona­ miento, principalmente en el matrimo­ nio. “Es común que la esposa del usua­ rio exprese sentimientos de traición, descon anza y pérdida de autoestima. Con frecuencia, tales sentimientos lle­ van a la depresión clínica, con heridas psicológicas y emocionales duraderas. Con el surgimiento de la descon anza y de la herida, muchas mujeres se deci­ den por el divorcio”, dice Nicholl.

Pornografía y violencia

La socióloga estadounidense Gail Dines es una de las fundadoras del mo­ vimiento Stop Porn Culture; es docente de Sociología y género, en la Facultad Wheelock, en Boston, y es una gran crí­ tica de la industria pornográ ca. En su libro Pornland [Tierra de la pornografía], ella presenta una hipótesis perturbado­ ra: los videos pornográ cos, a los que puede acceder por Internet cualquier adolescente, serían los responsables por el aumento de casos de violencia sexual contra la mujer y contra los niños. “Los estudios muestran que entre un 40% y un 80% de los hombres que hacen des­ cargas de pornografía infantil terminan involucrándose en algún tipo de abu­ so contra menores”, dice Gail al sitio Mujer 7×7.

“Las imágenes tienen un impac­ to profundo sobre nosotros. Eso no signi ca que alguien que se masturbe viendo pornografía vaya a violar a una mujer; sin embargo, los estudios mues­ tran que, en el caso de los hombres in­ clinados a practicar violencia sexual, cuanto más pornografía ven, mayor es la probabilidad de que cometan crí­ menes”, dice Gail en la entrevista. “He entrevistado a muchos de esos agreso­ res, y tengo la certeza absoluta de que el crecimiento de la divulgación de ma­ teriales pornográ cos usando menores o explotando el universo infantil está aumentando la violencia sexual contra los niños. Las investigaciones sugieren, decididamente, que hay una conexión entre la pornografía infantil y los abu­ sos a menores”, completa ella.

Según la profesora Gail, la porno­ grafía relaciona la sexualidad con el menosprecio por las mujeres. “Es una combinación muy dañina, especial­ mente cuando pensamos que los me­ nores ven pornografía por primera vez alrededor de los trece años. ¿Qué signi­ ca para un niño, que todavía tiene su sexualidad en desarrollo, ver pornogra­ fía? Cuanto más erotizamos esas imáge­ nes, más les decimos a los hombres que deben tratar a las mujere de esa manera y hallar eso excitante. Y los jóvenes van a construir su identidad sexual en tor­ no a esas imágenes”.

En su sitio, el ex candidato a la pre­ sidencia de los Estados Unidos, Rick Santorum, a rmó que la pornografía en ese país es una “pandemia”. “Esta contri­ buye al aumento de la misoginia y de la violencia contra las mujeres. Es un factor que decisivo en el aumento de la prosti­ tución y del trá co sexual”, escribió.

Y hay más: una cantidad impor­ tante de personas involucradas en la industria de la pornografía en el cine y en Internet es víctima del trá co inter­ nacional de personas. El Departamento de Estado de los Estados Unidos registra que hay más de 12 millones de escla­ vos modernos y, aproximadamente, 1,5 millones de ellos son forzados a entrar en el mercado del sexo.

Apelación de quien sabe lo que dice

La ex actriz Jennifer Case reconoce que los consumidores de pornografía tienen parte de la culpa por las heridas sufridas por los comprometidos en ese mundo. Pero, ella dice que comprende que solo con la ayuda de Dios los hom­ bres pueden salir del vicio, así como fue con la ayuda de Dios que ella dejó esa industria. “Hombres, ¡Dios los ama! Yo también los amo, y siempre oraré por todos ustedes, para que las cadenas sean rotas”, a rma. “Usted es esclavo de la pornografía tanto como cualquier actriz porno. Si usted está viendo pornografía o está enviciado con ella, está intentan­ do llenar un vacío dentro de usted que solo Dios puede llenar. Cada vez que vea pornografía, estará aumentando el vicio, y usted destruirá su vida”.

Ella dice, incluso, que la pornogra­ fía es “maligna”, y “es una droga, vene­ no y mentira”. “Si usted piensa que po­ drá guardarlo en secreto, Dios lo hará salir a luz, para detenerlo y curarlo”.

En una apelación muy sincera, Case declara que “esas mujeres [del mundo pornográ co] son preciosas, y merecen ser amadas exactamente como ustedes [hombres] merecen. Hay una persona real del otro lado de las imágenes que usted está viendo, y usted está destru­ yendo la vida de ella y la vida de los hi­ jos de ella. En toda pornografía existe la hija de alguien. ¿Y si fuera su propia hi­ jita? ¡Usted puede realmente estar sien­ do cómplice de la muerte de alguien! Actores y actrices de pornografía mue­ ren todo el tiempo de sida, sobredosis de drogas, suicidio, etc. ¡Por favor, deje de mirar pornografía!”

Impresionan las apelaciones since­ ras de mujeres como Shelley Lubben y Jennifer Case. Ellas saben que, como

cualquier vicio, el de la pornografía generalmen­ te comienza por el des­ cuido y la curiosidad, y va profundizándose hasta que la persona se da cuen­ ta de que está esclavizada por el hábito destructivo. El alcohólico debe perma­ necer lejos del alcohol; el toxicómano debe pasar lejos de las drogas. Y el viciado en pornografía

también debe tomar medidas preven­ tivas. Si el problema es Internet, debe acceder a ella siempre acompañado por otras personas, limitar el tiempo de na­ vegación, ser muy especí co en su uso (evitando navegar al azar por ahí) y co­ locar ltros en la computadora.

Finalmente, lo más importante: como dice Jennifer, solo con la ayuda de Dios se puede lograr la liberación del vicio. Por lo tanto, si usted vive ese problema, intensi que su comunión con Dios por medio de la oración sincera, del estu­ dio devocional diario de la Biblia, de las buenas compañías y frecuentando regularmente la iglesia. Cuando Jesús controla nuestra mente, los pensa­ mientos y los deseos se vuelven puros y correctos.