En el patio de nuestra sede (de la Asociación de Río Grande del Sur, en la Rep. del Brasil) hay una torre de hierro que, en entre otras utilidades, ha venido sirviendo para que una bandada de caturritas* establecieran un gran nido, casi como si fuera un condominio. Exactamente hoy, mientras pensaba sobre lo que trataría en este mensaje, pude observar a un gavilán que decidió hacer un “pit stop” un poco más arriba del nido; obviamente, con segundas intenciones, ya que esta es la época en que aparecen los polluelos. Esto fue su ciente para que se iniciara un bullicio de alarma total entre las aves adultas, con el objetivo de proteger a sus recién nacidos.
Esta escena me hizo re exionar. En la Biblia, encontramos algunos textos que mencionan torres, normalmente como lugares de seguridad (Sal. 61:3; Prov. 18:10). Sin embargo, existe un texto que me llama particularmente la atención. Es el texto de Lucas 14:28 al 30: “Porque ¿quién de vosotros, queriendo edi car una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edi car, y no pudo acabar”.
Hablando teológicamente, aquí nos encontramos con un lenguaje gurado, que representa a un discípulo del Señor que tiene dos objetivos principales: construir y luchar; algo semejante a lo que le ocurrió a Nehemías (Nehe. 4:17). En el contexto espiritual, ninguna de las tareas de la vida deberá ser asumida por animación carnal, sino con sobria cautela y modestia (2 Ped. 1:5).
Resulta necesario calcular los costos de la construcción y las fuerzas para la lucha. Los costos de la construcción y las fuerzas para luchar solamente pueden ser suplidos cuando se renuncia al propio poder, en términos de fuerza y capacidad. Sin embargo, aquel que se libera de la fuerza personal y de la capacidad propia, tomando fuertemente la fuerza y la capacidad del Señor, construye la torre con su ciente potencial.
La metáfora de la construcción de una torre evoca las palabras del Sermón del Monte (cf. Mat. 7:24-27), en el que Jesús se concentra en el establecimiento de un firme basamento. Aquí, no obstante, se está hablando de la ejecución de la obra. En el Sermón del Monte parecía que el fundamento de por sí garantizaría la conquista; sin embargo, en el texto de Lucas, Jesús está re riéndose a la conclusión de la obra. La ejecución de la construcción de la torre representa, en sentido gurado, no la primera adhesión íntima hacia el Señor, sino el constante seguimiento, el discipulado integral, la santi cación. La actividad constructiva hasta la conclusión no se acaba con tanta rapidez, porque también en este caso resulta necesario superar las dificultades.
Aquel que tiene la intención de edi car una torre necesita calcular bien, desde el comienzo, todo lo que implicará la ejecución. Un comienzo precipitado y super cial no apuntará al blanco. Como solamente la conclusión de una construcción constituirá la honra del propietario, de esta manera es que únicamente la nalización, y no el comienzo, coronará la trayectoria de un cristiano. Una obra abandonada provocará el escarnio de las personas.
No perseverar y no permanecer en el discipulado son las consecuencias de la primera falla, el amor al mundo y a la propia vida, que no fue negado, sino mantenido. Dado que por nuestra propia capacidad ni siquiera podemos conseguir comenzar, se hace imprescindible realizar un correcto cálculo de los costos, a n de que nos sirva como señal de nuestra propia pobreza, y poder así construir sobre el fundamento de la gracia, mediante la negación de nosotros mismos.
Aplicándolo a la vida práctica, la pregunta es: ¿Cuál fue la última vez que me detuve a calcular el costo de la construcción de mi “torre” personal? Por increíble que parezca, la mayoría de las veces tengo la tendencia de incluir más “torres” en mi vida, armando un verdadero “castillo”. En el texto de Lucas, Jesús está hablando de una única torre, es decir, mi andar espiritual con él.
Corremos gran riesgo de confundirnos al pensar en lo que es exactamente esa torre, y aquello que deberá ser guardado allí. Mi matrimonio, mi éxito profesional, la crianza y la educación de mis hijos, mi salud, entre otros, son estos “tesoros” que deberán estar guardados dentro de la torre, pero que no son la torre en sí mismos. A medida que estos “tesoros” se vayan acumulando, la construcción de la torre deberá avanzar y avanzar hacia adelante, pues la torre es mi seguridad. De allí la necesidad de comenzar cada día construyendo una porción necesaria de la torre, a n de guardar allí nuestros “tesoros” de ese mismo día.
No existen otros materiales básicos para la construcción de esa torre más allá de la Biblia y la oración. Biblia y oración, ¡Biblia y oración! Por lo tanto, con más Biblia y más oración, con toda seguridad, tendremos mayor comunión.
¡Ah! El gavilán no soportó la “presión” de las caturritas adultas y terminó yéndose.