Que los medios de comunicación tuvieron siem- pre una in uencia directa sobre el comporta- miento de las personas resulta incuestionable. Sin embargo, lo que nadie había previsto fue el “boom” de la década de los años 2000. Las redes sociales, sim- plemente, dieron un giro en la manera de comunicarse de la sociedad actual. Sin embargo, ¿cómo tuvieron tanta fuerza en nuestras vidas?
De acuerdo, en realidad, existe una cuestión fundamen- tal que nos ayuda a entender el fenómeno. Y, es que los medios sociales de comunicación satisfacen dos necesida- des básicas del ser humano: expresarse y ser oído. Y cuando se trata de la comunicación en masa, esas necesidades eran como un grito atravesado en la garganta hace más de quinientos años. Dado que, desde que Gütenberg inventa- ra la imprenta en el siglo XV, la población se había sentido impelida a solamente ver y oír (cabe destacar que Internet, en su primera fase, denominada web 1.0, era estática, y no era interactiva), prácticamente la única interacción de las personas, frente a estas tecnologías, era contemplar la exposición y la opinión de los escritores, los locutores y los presentadores. En resumen, desde el surgimiento de la comunicación en masa, las personas deseaban tener la oportunidad de hacer eco con su propia voz.
Fue entonces que, hace poco más de diez años, las redes sociales explotaron y se popularizaron de una ma- nera desenfrenada. Y quedó demostrado que el potencial que estas tenían podía ser atemorizante. En la actuali- dad, la voz del pueblo se percibe tan fuerte y legítima,
que tiene in uencia sobre los pensamientos, los compor- tamientos, y las decisiones de ese mismo pueblo. A esta proeza, los especialistas llaman “inteligencia colectiva”, es decir, todo el mundo comparte su inteligencia indivi- dual formando, de este modo, la inteligencia colectiva, en un círculo que se retroalimenta. Dicho sea de paso, este acontecimiento ha venido quitando el sueño a los medios de comunicación, dado que, hasta hace poco tiempo, este nivel de in uencia era exclusividad de los vehículos de comunicación unilaterales.
Esta generación que respira los medios de comuni- cación interactivos, ha adquirido nuevos hábitos y com- portamientos, siendo también muy notorios los cambios sociales que fueron provocados por estos medios. Pero no todo lo que sucede dentro de este contexto es nue- vo. Las redes sociales no modi caron los comporta- mientos básicos del ser humano; simplemente, los mostraron, proporcionaron una lente de aumento a lo que siempre había sido intrínseco a las personas.
Sin embargo, necesitamos entender que los medios sociales de comunicación no son, por sí solos, los res- ponsables por las mutaciones comunitarias. Estos me- dios son, en realidad, una vitrina donde se expone la naturaleza humana; y esta sí es una gran provocado- ra de agitación. En la ansiedad de expresarse y de ser oídas, las personas exponen, insistentemente, lo que hacen y lo que son; y esta exposición masiva de los indi- viduos y de sus tendencias ha venido in uenciando a la sociedad de manera sutil y poderosa. Cada publicación deja un poquito de sí en quien la contempla. Por esto, aun cuando existan factores positivos en el uso de las herramientas digitales, resulta necesario tener mucho cuidado acerca de lo que enviamos, y con lo que reci- bimos, acerca de a quién seguimos y quién nos sigue.
Aun así, a pesar de que somos responsables por lo que vemos en Internet, todavía estamos más comprometidos con aquellas cosas que publicamos. Es por eso que cuan- do divulgamos algo necesitamos partir del principio de que estamos publicando nuestro temperamento, y esto siempre va a in uir sobre alguien, para bien o para mal. No es exageración imaginar que las redes sociales son como un campo minado, donde al menor desliz se puede hacer explotar una bomba. Y resulta estresante tratar los problemas reales que surjan como consecuencia del mundo virtual, pues las personas saben que estos podrían ser evitados con un clic menos.
El gran tema es que todo lo que nosotros disfruta- mos, comentamos y posteamos es, al mismo tiempo, una imagen de nosotros mismos que estamos transmi- tiendo. Resulta inevitable. Y es debido a la disminución de las relaciones reales, y al aumento de las virtuales, que las personas usan mucho más nuestras interac- ciones en las redes que nuestras acciones reales para de nir quiénes somos. ¡Nuestros hábitos virtuales son absolutamente reveladores! Por esto, es para pensar cuando se dice que nosotros somos lo que posteamos. Si hiciéramos un análisis honesto de nuestra “línea de tiempo virtual”, podríamos llegar a percibir rasgos de nuestra propia personalidad, indicios de nuestro temperamento y la sombra de nuestro carácter.
Sin embargo, toda esta situación se puede volver toda- vía más seria cuando se trata de la familia pastoral. Existe una curiosidad diferente de las personas acerca de la vida de su pastor, de la esposa y de sus hijos. Y la vitrina de la Red es un excelente lugar para satisfacer esa curiosidad. Muchas veces, las visitas en nuestros per les no dejan rastros, sin embargo, muchas de estas personas hasta pueden ver los “Me gusta” que fueron dados a nuestras publicaciones. Los comentarios en los posts, una y otra
No son pocas las personas que confían en nuestras actitudes como lo hace una criatura en las de sus padres
vez, generan celos en los seguidores que no reciben esta atención. Y las fotos, estas sí, son la máxima satisfacción de la voluntad de saber lo que los hijos del pastor comen, qué ropa viste el pastor cuando no está en la iglesia, el ni- vel de vanidad y madurez de la esposa, o por donde pasea esta familia. Y todavía tenemos algo más acerca de los posts que realice la familia pastoral, y podemos tener una seguridad al respecto: alguien hará comentarios “of ine”, sin que jamás se entere el pastor o su familia.
Otro aspecto de esta situación es la in uencia que tiene la familia pastoral. No son pocas las personas que confían en nuestras actitudes como lo hace una criatura en las de sus padres. Y cuando se habla del comportamiento de los cristianos en las redes digitales, muchas personas usan como modelo a seguir los hábitos virtuales de su pastor y de su familia. Lo aceptemos o no, la comunidad de miem- bros (y hasta la de los que no son miembros) mira al pastor, a su esposa y a sus hijos, esperando que seamos diferentes, y mejores. El título de “ejemplos” nos fue dado sin opción de elección alguna, y a partir de allí, todos nuestros mo- vimientos podrán ser seguidos, imitados y compartidos como algo positivo, aun cuando a veces no lo sea.
Finalmente, enfrentados con muchas posibilidades desagradables, resulta prudente aceptar las orien- taciones disponibles en la literatura y en las confe- rencias, que nos advierten acerca de las diferentes variaciones de peligros que existen en la exposición virtual, y siempre saber usar la sabiduría que Dios nos provee, antes de realizar un posteo. Debemos, también, tener conciencia de que lo que realizamos en las redes inevitablemente afectará, positiva o ne- gativamente, la imagen de la familia ministerial y del propio ministerio. Es por esto que, la mejor y más radical actitud que podemos tener ante este asunto es aceptar el llamado que un colega del ministerio ha dicho una vez: “Entrégale tu red social a Jesús”.