Según Internet, “en la actualidad, estar fuera de la web es detenerse en el tiempo”, pues es en ella que se encuentran las grandes oportunidades; y si utilizas las redes sociales de manera estratégica y adecuada, no vas a desperdiciar ninguna oportunidad. Y para esto es que innumerables sitios y especialistas nos enseñan cómo hacer de las redes sociales ambientes propicios para mejorar tu negocio o para hacer el bien. Sin embargo, me gustaría proponerte que el uso del ambiente virtual sea secundario, a n de apuntar al bienestar de tu familia, evitar futuras contrariedades y favorecer la práctica del bien.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Internet cuenta con casi la mitad de la población mundial, 3.200 millones de personas conectadas, y la mayoría de estas están presentes en las redes sociales. La más grande Red en el mundo es Facebook, con más de 1.500 millones de usuarios, número que continúa creciendo cada hora. You Tube también tiene más de 1.000 millones de usuarios, y todos los días las personas miran millones de horas de videos en You Tube, generando miles de millones de visualizaciones. Twitter ya está teniendo más de 500 millones, y Google está llegando cerca de este monto; Instagram cuenta con casi 200 millones, siendo la red que más creció en los últimos dos años; y el efímero Snapchat, creado en 2011, ¡ya suma más de 100 millones de usuarios activos!
Imagínate ahora si Jesús viviera en la Tierra en la actualidad, ¿tendría un per l o una página en Facebook? ¿Cómo sería su blog en You Tube? ¿Cuántos seguidores tendría en Twitter? ¿Cuántos hangouts en Google más alcanzaría por semana? ¿Qué fotos postearía él en Instagram? ¿Cuánto mensajes de diez segundos enviaría por el Snapchat?
Cierta vez, al entrevistar a varios jóvenes cristianos y profesionales de la comunicación, les hice preguntas semejantes a esas, y me sorprendí al escuchar la mayoría de respuestas positivas: “Sí, ciertamente, Jesús estaría en las redes sociales”. Los argumentos de todos eran casi los mismos: excepto en los momentos de comunión y de meditación, siempre estuvo rodeado por la multitud, y con toda seguridad in uenciaría virtualmente a miles de personas. Nuestra convivencia en medio de esta multitud virtual debe tener en consideración este presupuesto, el de seguir el ejemplo de un Jesús igualmente activo en las redes sociales.
La utilización de las redes sociales di ere poca cosa de una a otra, ya que las formas del contenido son prácticamente iguales; es decir, todas ponen a disposición el envío de fotos, videos y textos cortos o largos. Cada participación es un mensaje enviado. Sin embargo, los cuestionamientos que merecen muchos mensajes son estos: ¿Qué es lo que estamos comunicando? ¿Cómo hacemos eso? ¿Para qué y con quién estamos conversando? Y, lo más importante: ¿cuánto de nuestro tiempo estamos empleando o aprovechando en ello?
Si nos mantenemos enfocados en Jesús, sabremos que él no desperdiciaba el tiempo, tanto en el ambiente real como en el virtual. El sabio uso del tiempo en las interrelaciones es el secreto de la buena convivencia y de la felicidad mutua. Priorizar los momentos reales es lo mejor que se puede hacer. Por lo tanto, piensa en cada uno de los siguientes tópicos y aumenta tus sensaciones, pues, una realidad virtual no sustituye el toque, la cercanía de una mirada, las reacciones físicas y psicológicas a las emociones, el llorar juntos, el enjugar las lágrimas, el oír las carcajadas uno del otro, el caminar tomados de la mano, el tomarse de las manos en el momento de la oración, el abrazo, el confortar al otro, el beso.
Todas estas emociones no son superficiales, y me refiero principalmente al ambiente familiar, que es la cuna de todo. Jesús nos enseñó que la vida plena consiste en buscar a Dios en primer lugar, y las demás cosas nos serán añadidas (Mat. 6:33). ¿Y qué son esas “demás cosas”, sino el proveernos para nuestras necesidades físicas y emocionales? ¿Y en qué lugar nos encontramos con todas ellas, sino en un hogar pleno de tiempo, amor y atención?
Exposición en las redes sociales
Hace algunos meses, leí en el muro de Facebook de un amigo real que, después de que algunos amigos le cerraron las puertas en la cara en la casa de ellos, había aprendido a valorar la puerta siempre abierta de su familia. No es que esos amigos lo hubiesen expulsado, sino que ellos también tenían sus propios problemas con qué luchar, y estos, la mayoría de las veces, exigen el hecho de estar en medio de la familia, y sin la presencia de segundos o terceros. Lamentablemente, una cosa que las redes sociales posibilitan es el hecho de publicar nuestros problemas y compartir nuestros dramas familiares, esperando que nuestros “amigos”, en su mayoría personalmente desconocidos, participen y comenten, dándonos una falsa idea de que siempre encontraremos el apoyo de las personas desconocidas.
¿Por qué no compartir primero, o solamente con tu familia, los momentos buenos y los difíciles? ¿Cuál es la necesidad de exponerte a ti mismo y a los de tu hogar? Usar Internet para hacer el bien es pensar antes de actualizar tu muro en Facebook, de postear una frase en
Twitter, una foto o video en Instagram y Snapchat, antes de acercarte o visualizar algún tema en particular en tu canal de You Tube, usando, claro, los estándares de calidad de Filipenses 4:8 ¿Es verdadero? ¿Es honesto? ¿Es justo? ¿Es puro? ¿Es amable? ¿Es de buena fama? ¿Tiene alguna virtud? ¿Existe alguna alabanza? Y también agrego, ¿será bueno para ti, tu familia y tus amigos?
Sé relevante, y contribuye al crecimiento de tus amigos reales y virtuales. Ten siempre un mensaje de ánimo y de esperanza viva en el muro de tu vida y en el de Facebook. Usa los 140 caracteres de Twitter para hacer que alguien sonría; además, si pudieras hacer un elogio corto a alguien personalmente, ni lo pienses dos veces. Fotografía algo que haga que tus seguidores en Instagram se sientan bien, pero también muéstrale esa foto a alguien que no está en las redes sociales. Por increíble que parezca, ¡esa persona existe! Si prestas mucha atención a tu alrededor, la vas a encontrar.
Siempre que voy a hacer compras en un “sacolão”1 que está cerca de mi casa, en el estacionamiento, un señor anciano me pide que le permita vigilar mi automóvil. Todas las veces le doy algunas moneditas por ese “servicio”. El otro día, al dedicar unos minutos para conocerlo, descubrí su nombre, su edad, que vive en Brasilia lejos de su familia, que está en el nordeste, ya que él se juzgaba inútil para con su familia. Ya he visto casos de éxito de personas que usaron las redes sociales para ayudar a los mendigos; sin embargo, también podemos ayudar sin exponer a las personas.
Y ahora deseo realizar un llamado, primero a mí misma y también a ti, a n de que seamos conscientes de nuestras vivencias online, pero sin olvidar dirigir nuestras miradas más allá de la pantalla de la computadora, el celular o la tableta. Dicho sea de paso, vamos a dejar de lado esos aparatos en los momentos que compartimos con la familia, al caminar en soledad, al conversar con la mirada puesta en los ojos del otro, y prestar igual atención a lo que no está siendo dicho, jugar más al aire libre, o dentro de la casa, realizar las comidas todos juntos, reír, y hablar acerca del día que ha tenido cada uno. Te desafío a compartir momentos felices, o tristes, sin necesitar postearlos en las redes sociales. A n de cuentas, la vida existe más allá de Internet. Y, si lo piensas bien, lo mejor de la vida ha sido preparado para ser vivido en modo off line.