En enero de 2016, Saeed Abedini, pastor nacido en Irán y naturalizado estadounidense, fue liberado después de
pasar más de tres años detenido en Irán. ¿El crimen? Organizar iglesias en los hogares de su tierra natal. El hecho repercutió internacionalmente y fue considerado, por los medios de comunicación de los Estados Unidos, como un grave ejemplo de persecución religiosa contra cristianos del país.
Entre septiembre de 2012 y noviembre de 2015, mientras Saeed estaba preso, su esposa, Naghmeh, encabezó una gran campaña en favor de su liberación. A través de los más variados medios de comunicación, pidió el apoyo de políticos y de la opinión pública para poder ver nuevamente el rostro de su esposo. La imagen de la familia Abedini, compuesta por el matrimonio y los pequeños Rebekka y Jacob, recorrió el mundo y sensibilizó a millares de personas, para que intercedieran por la vida del valiente pastor que, además de la prisión, soportaba largas sesiones de torturas e interrogatorios, por amor a Cristo.
Sin embargo, en noviembre de 2015, para sorpresa de todos, Naghmeh dejó de lado su militancia a favor de su esposo para denunciar una serie de abusos cometidos por él mientras vivían juntos. En un mensaje electrónico dirigido a sus colaboradores, ella a rmó que “no quería vivir más una mentira”. Después de su liberación, Saeed tomó conocimiento de las alegaciones de la esposa y, públicamente, dijo que muchas de esas a rmaciones no eran verdaderas, pero admitió que su matrimonio necesitaba de “cura y restauración”.
Saeed y Naghmeh son activos en las redes sociales y, recientemente, expresaron sus sentimientos en relación con los problemas conyugales. Él a rma que su vida es más difícil ahora que en el período
en que fue prisionero en Irán. Ella pide que las personas oren, para que el marido acepte la ayuda de los consejeros que trabajan en favor de la reconciliación familiar.
Para muchos espectadores de esta triste situación, queda una pregunta en el aire: ¿cómo es posible que un pastor tan valiente y el a Cristo pueda tener problemas tan serios en su hogar? En la mentalidad de muchos, los hombres que estarían dispuestos hasta a morir por el evangelio no deberían tener crisis familiares de esta naturaleza. No obstante, la historia sagrada muestra que las cosas no son exactamente así.
Los problemas de familia son tan antiguos como el pecado en el mundo. Ya en el inicio del relato bíblico, en Génesis 3 y 4, tenemos un grave problema conyugal y ¡un fratricidio! Grandes hombres del relato sagrado como Samuel, David, Salomón y Oseas vivieron momentos muy complicados en el hogar. El hecho es que nadie está inmune a los con ictos y los desentendimientos que la convivencia familiar puede generar.
Muchos buscan una explicación meramente espiritual para tales di cultades. De esa manera, Satanás se transforma en el único responsable por los fracasos en el hogar. (Phentermine) Por un lado, no podemos ser ingenuos al punto de, indiscriminadamente, poner en la cuenta del diablo la culpa por todos los
problemas. Por otro lado, sería una ignorancia creer que él no se aprovecha de las fragilidades de la familia pastoral para desestabilizar a todos, y para anular la in uencia y el trabajo que aquella desempeña en la ampliación del Reino de Dios en la Tierra.
¿Qué hacer, entonces? Conscientes de que el enemigo tiene una predilección especial por la familia pastoral, necesitamos blindar nuestro hogar a n de que salgamos victoriosos de la guerra.
Por eso, debemos hacer del Señor el edificador de nuestro hogar (Sal. 127:1). Conocer y practicar los principios bíblicos referentes a cada pieza del rompecabezas familiar debe ser el blanco por alcanzar de cónyuges, padres e hijos. Además de esto, debemos sujetarnos “unos a los otros en el temor de Cristo” (Efe. 5:21). El espíritu de humildad, servicio y perdón catalizará las diferencias y fortalecerá los lazos de la intimidad en el hogar. Por último, debemos permanecer atentos, para no caer en las “celadas del diablo” (Efe. 6:11). De esa manera, cualquier señal de problemas debe llevar a la familia a la re exión y, si fuese necesario, a buscar ayuda profesional.
Blindados como familia pastoral, podremos “resistir a los ataques del enemigo” y, después de luchar hasta el n, continuaremos “ rmes, sin retroceder” (Efe. 6:13).