Siendo cristianos, nos acostumbramos a internalizar El término modestia, del latín modestia, re riéndose a la un modelo familiar clásico, nuclear, instituido por Dios en el momento de la creación de este mundo.
En contraposición, actualmente prevalece una diversidad de patrones familiares y conyugales en una sociedad exigente, compleja, inmediatista y super cial, aun hasta en las relaciones entre padres e hijos. Tal modelo y tales patrones desempeñan un papel crucial en la mediación del funcionamiento emocional y cognitivo de los hijos, lo que se re eja directamente en su proceso educativo. En este contexto, la Biblia y el Espíritu de Profecía son los únicos guías, fundamentos y modelos seguros que deberán ser seguidos, tanto por nosotros, los cristianos, como cuando los presentamos ante todos los otros modelos y patrones familiares.
La institución familiar, principal responsable por los basamentos educacionales, está pasando por una crisis; se está desestructurando, desordenando, y está corriendo el riesgo de ser exterminada (Passos, 2006; Roudinesco, 2002). Por otro lado, brillando como un farol en medio de la tempestad, permanece como sustento de la constitución del psiquismo y de la subjetividad. Su extinción significaría la muerte del sujeto. Además, en la mayor parte del mundo occidental, la familia es la célula inicial y principal de la sociedad. Es decir, continúa siendo reconocida y exaltada, siendo la institución en la cual el ser humano deposita su seguridad y bienestar, ofreciendo un espacio indispensable para la garantía de la supervivencia, del desarrollo y de la protección de las personas (Ariès, 1981).
El término modestia, del latín, modestia, refiriéndose a la ausencia de vanidad, falta de pretensiones, o también simplicidad (Ferreira, 1999), es su cientemente apropiado para realizar un paralelo con el tema de la educación cristiana de los hijos. Contrariamente a los grandes focos de iluminación de una sociedad de consumo que busca monitorear y manipular la existencia en “gran estilo”, Dios nos pide que preservemos la simplicidad en la familia, que sus miembros no pretendan dar la impresión de que mantienen un patrón de vida que va más allá de sus recursos, que no intenten parecer lo que no son.
Por otro lado, “es dentro de contexto humilde del hogar, sin condescender con la vanidad, y en la amorosa relación para con los padres que los principios bíblicos deberán ser internalizados” (White, p. 279). Sin embargo, esta no es una tarea fácil. Existe un incontrolable deseo de consumo que domina al ser humano moderno, el cual busca realizarse en la obtención desordenada de un placer absoluto. Cada vez más está faltando un análisis crítico, a n de evaluar los sentimientos resultantes de las satisfacciones ofrecidas por la apropiación del objeto (Dias, apud Lebrun & Melmannn, 2008).
La modestia cristiana en la educación de los hijos, por el contrario, está relacionada con la cautela que se debe tener en el uso constante e indiscriminado de los recursos y comportamientos de la actualidad. Elena de White (p. 306) destaca que “muchos tienen debilidad por cosas que pueden ser buenas en sí mismas; sin embargo, la mente se satisface con estas, y no busca los bienes más altos y mejores».
En este sentido, por el exacerbado involucramiento que se da en la actualidad, claro que también pasajero, ha habido un alejamiento radical de lo que es eterno. Prensky (2011) comenta también que la falta de equilibrio entre una educación so sticada y una modesta ha impactado directamente en el ambiente académico. Todavía más efectos negativos han sido señalados por los investigadores, periodistas, educadores y futuros empleadores. Muchos de estos son escépticos en lo que respecta a la generación actual. Tapscott y Williams (2010) a rman que, entre algunas de sus preocupaciones, especialmente con los jóvenes, con relación a la necesidad de tener una educación más re exiva, modesta e intencional, está la de que esta generación ha sido evaluada como más ignorante que la generación anterior, leen menos, se comunican mal, tienen un bajo desempeño académico y son super ciales. Para los autores, estos jóvenes también están perdiendo sus habilidades sociales, tienen pocas conversaciones reales, no practican deportes, y algunas veces son extraños y desajustados.
Como sugerencias de diversas maneras para prevenir comportamientos como los que han sido observados en nuestros jóvenes, existen variados recursos y consejos que pueden ser investigados por los padres. Entre estos, se destacan los siguientes, que buscan ampliar la necesidad de trabajar la modestia cristiana de los hijos, a n de acercarlos más a Dios:
1| Los padres necesitan comprender que Dios desea que eduquen, disciplinen e instruyan a sus hijos, poniendo siempre delante de ellos el hecho de que están formando caracteres para la vida presente y la futura. No deben dejar de lado, o dejar de priorizar, las grandes verdades de la Biblia en su educación (White, p. 189).
2| Resultará importante que los padres consideren los recursos tecnológicos, aunque usándolos con cautela. Deberán controlar qué es lo que su hijo está viendo, como también la cantidad de tiempo que utiliza en esa actividad. No se deberían usar los recursos tecnológicos como medio para mantener a los niños ocupados. Hay hijos que son olvidados delante de las pantallas. Estos, a muy temprana edad, perderán el interés por las actividades más saludables, como también las espirituales.
3| Ayuden a los hijos a hacer la voluntad de Dios mostrándose eles en el cumplimiento de los deberes. Enséñenles que no deben centralizar sus pensamientos en sí mismos, y que no deben hacer solamente lo que les da placer.
4| Como una manera de mantener a los hijos sintiéndose útiles, pacientemente edúquenlos para que aprendan a desempeñar su parte en el círculo familiar; de esta manera, encontrarán satisfacción en saber que son requeridos e indispensables (White, p. 285).
5| Ofrezcan una apertura al diálogo. Dejen que sus hijos se expresen. Valoricen sus puntos de vista. Creen situaciones donde ellos puedan relacionarse con pares de la misma franja etaria.
6| Dediquen tiempo de calidad, y en cantidad, con los hijos. Padres, eviten las ganas de mantener la casa llena con sus propios amigos los nes de semana, especialmente cuando los hijos todavía son pequeños. Las visitas en la casa signi can formalidad, so sticación en el trato y en el alimento, y además, por encima de todo, hijos dejados de lado.
7| No permitan que el cuidado de los negocios, costumbres, reglas mundanas, y también la moda, tengan un poder controlador por sobre los hijos (White, pp. 183, 184).
8| Las reglas y los reglamentos no son su cientes; los niños necesitan ser constantemente vigilados y amados tiernamente. Manténganlos conectados directamente a su corazón, y que ellos vean tanto el amor como el temor de Dios.
La próxima vez que ustedes, padre y madre, vean a un niño, a un jovencito o a un adolescente demostrando estar muy familiarizado con los iPhone, iPad, iPod, computadoras, o cualquier otro recurso tecnológico, recuerden que él es más inteligente de lo que ustedes imaginan. Aprovechen ese momento y traten de reorientar su interés, su inteligencia y su curiosidad hacia otros nes; hagan lo que fuere posible para evitar que él crezca solamente delante de las pantallas. Hay muchos conocimientos que deberán ser aprendidos, muchos juegos para ser jugados, muchas relaciones y diálogos para ser construidos entre él y sus amigos y, por encima de todo, entre él y Dios.
Referencias
N. H. D. Oliveira, Recomeçar: família, lhos e desafíos [Recomenzar: Familia, hijos y desa os] [on-line] (São Paulo: Editora UNESP; São Paulo: Cultura Acadêmica, 2009), p. 236.
M. Dias, “Progressos da ciência, destinos do sujeito” [Progresos de la ciencia, destinos del sujeto], en: C. Kupfer y Teperman, d., O que os bebês provocam nos psicanalistas [Lo que los bebés provocan en los psicoanalistas] (São Paulo: Escuta, 2008).
M. Passos, “Con gurações familiares: os pilares do sujeito” [Con guraciones familiares: los pilares del sujeto], en Revista Mente & Cérebro [Revista Mente y Cerebro], ed. esp., N° 4, 2006.
E. Roudinesco, A família em desorden [La familia en desorden] (Rio de Janeiro: Zahar, 2002).
Elena de White, Lar Adventista [El hogar adventista] (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2003).
P. Ariès, História social da criança e da familia [Historia social del niño y de la familia] (Rio de Janeiro: LTC, 1978), t. 2, pp. 145-159).
M. Prensky, Nativos Digitais, Imigrantes Digitais [Nativos digitales, inmigran- tes digitales] (On the Horizon – NCB University Press, t. 9, N° 5, octubre de 2011). D. Tapscott y Williams, A. D., “The Prosumers”, en: Wilkinomics: How Mass Collaboraton Changes Everything (New York, USA: Penguin
Books, 2007), cap. 5, pp. 124-150.