Algunos consideran que no se debiera celebrar la Navidad por el hecho de que es imposible determinar la fecha exacta del nacimiento de Jesús. Todo indicaría que definidamente Jesús no nació el 25 de diciembre. Es muy poco probable que Jesús naciera a finales de diciembre: según Lucas 2: 8 los pastores estaban pernoctando en el campo, algo que no se hacía en invierno. Además las autoridades nunca habrían ordenado un censo en esa estación (Lc. 2: 1). Es interesante destacar que la fecha del 25 de diciembre ya existía como festividad natalicia antes de la venida de Jesús. Correspondía en el calendario juliano al solsticio de invierno, de ahí que los romanos celebraran el día del nacimiento del Sol invicto en ese día.
En las Sagradas Escrituras no encontramos ninguna referencia que nos indique la necesidad de celebrar la fecha del nacimiento de Jesús. La Biblia es muy clara en la necesidad de guardar los diez mandamientos, que incluyen la observancia del sábado como día del Señor. Ese es el único día que bíblicamente requiere respeto.
En los Escritos de la Hna. Elena de White encontramos unas 26 alusiones directas acerca de la Navidad. Algunos leen en sus escritos un rechazo tajante, al centrarse solamente en algunas de sus citas tales como las dos que siguen. “Dios ocultó el día preciso en que nació Cristo, a fin de que ese día no recibiese el honor que debía darse a Cristo como Redentor del mundo y el único que debía ser recibido y en quien se debía confiar por ser el único capaz de salvar hasta lo sumo a todos los que se allegaron a él. La adoración del alma debe tributarse a Jesús como Hijo del Dios infinito” (Review and Herald, 9 de diciembre de 1884). “Que no haya una preocupación ambiciosa y desmedida por comprar regalos para Navidad y Año Nuevo. Los pequeños regalos para los niños pueden no estar fuera de lugar, pero el pueblo del Señor no debiera gastar su dinero en comprar regalos costosos” (Alza tus ojos, pág. 366).
Sin embargo, leyendo todas las citas que hablan de la navidad, podemos percibir una orientación clara en cuanto a la posibilidad de la celebración con ciertas condiciones. Ellen White escribe lo siguiente:
“El mundo dedica las fiestas a la frivolidad, el despilfarro, la glotonería y la ostentación… En ocasión de las próximas fiestas de Navidad y Año Nuevo se desperdiciarán miles de dólares en placeres inútiles; pero es privilegio nuestro apartarnos de las costumbres y prácticas de esta época de degeneración; y en vez de gastar recursos simplemente para satisfacer el apetito y comprar inútiles adornos o prendas de vestir, podemos hacer de las próximas fiestas una ocasión de honrar y glorificar a Dios” (El hogar cristiano, págs. 437, 438).
“Agradaría mucho a Dios que cada iglesia tuviese un árbol de Navidad del cual colgasen ofrendas, grandes y pequeñas, para esas casas de culto. Nos han llegado cartas en las cuales se preguntaba: ¿Tendremos un árbol de Navidad? ¿No seremos en tal caso como el mundo? Contestamos: Podéis obrar como lo hace el mundo, si estáis dispuestos a ello, o actuar en forma tan diferente como sea posible de la seguida por el mundo. El elegir un árbol fragante y colocarlo en nuestras iglesias no entraña pecado, sino que éste estriba en el motivo que hace obrar y en el uso que se dé a los regalos puestos en el árbol.
“El árbol puede ser tan alto y sus ramas tan extensas como convenga a la ocasión, con tal que sus ramas estén cargadas con los frutos de oro y plata de vuestra beneficencia y los ofrezcáis a Dios como regalo de Navidad. Sean vuestros donativos santificados por la oración.
“Las fiestas de Navidad y Año Nuevo pueden y deben celebrarse en favor de los desamparados. Dios es glorificado cuando damos para ayudar a los que han de sustentar familias numerosas.
“No adopten los padres la conclusión de que un árbol de Navidad puesto en la iglesia para distraer a los alumnos de la escuela sabática es un pecado, porque es posible hacer de él una gran bendición. Dirigid la atención de esos alumnos hacia fines benévolos. […]
“Los más ricos también debieran manifestar interés y dar regalos y ofrendas proporcionales a los recursos que Dios les confió. ¡Ojalá que en los libros del cielo se hagan acerca de la Navidad anotaciones cual nunca se las vio, por causa de los donativos que se ofrezcan para sostener la obra de Dios y el fortalecimiento de su reino!” (El hogar cristiano, pags. 439, 440).
“En vista de que el 25 de diciembre se observa para conmemorar el nacimiento de Cristo, y en vista de que por el precepto y por el ejemplo se ha enseñado a los niños que es en verdad un día de alegría y regocijo, os resultará difícil pasar por alto esa fecha sin dedicarle cierta atención. Es posible valerse de ella con un buen propósito. […] En vez de ser ahogado y prohibido arbitrariamente, el deseo de divertirse debe ser controlado y dirigido por esfuerzos esmerados de parte de los padres. Su deseo de hacer regalos puede ser desviado por cauces puros y santos a fin de que beneficie a nuestros semejantes al suplir la tesorería con recursos para la grandiosa obra que Cristo vino a hacer en este mundo. […]
Se acerca la época de las fiestas con su intercambio de regalos, y tanto los jóvenes como los adultos consideran atentamente que pueden dar a sus amigos en señal de afectuoso recuerdo. Por insignificantes que sean los regalos, es agradable recibirlos de aquellos a quienes amamos. Constituyen una demostración de que no nos han olvidado, y parecen estrechar un poco más los lazos que nos unen con ellos… Está bien que nos otorguemos unos a otros pruebas de cariño y aprecio con tal que no olvidemos a Dios, nuestro mejor Amigo. Debemos hacer regalos que sean de verdadero beneficio para quienes los reciban. Yo recomendaría libros que ayuden a comprender la Palabra de Dios o que acrecienten nuestro amor por sus preceptos. Proveamos algo que leer para las largas veladas del invierno” (El hogar cristiano, págs. 436, 437).
“Al terminar el largo viaje que me trajo del este, llegué a casa a tiempo para pasar la víspera de Año Nuevo en Healdsburg. El salón de actos del colegio había sido preparado para una reunión de la escuela sabática. Se habían ordenado con buen gusto guirnaldas de ciprés, hojas otoñales, ramas de coníferos y flores. Una gran campana formada con ramas de pino colgaba del arco de entrada al salón. El árbol estaba bien cargado de donativos, que iban a emplearse para beneficio de los pobres y para contribuir a la compra de una campana… En esa ocasión nada se dijo ni se hizo que hubiese de cargar la conciencia de nadie. Algunos me dijeron: “Hermana White, ¿qué piensa Vd. de esto? ¿Concuerda con nuestra fe?” Les contesto: “Concuerda con mi fe.”” (El hogar cristiano, pág. 458).
A esta altura probablemente el lector se este preguntando si podemos celebrar la navidad o no. En resumen podríamos decir lo siguiente: No tenemos ninguna duda que en ocasión de la navidad no deberíamos, egoístamente pensar simplemente en nosotros, siendo intemperantes y glotones, sino por el contrario, es el momento agradecer a Dios porque envió a su hijo a la tierra para salvarnos, independientemente de la fecha exacta en la cual nació Jesús. También estamos seguros que es una ocasión extraordinaria, para trabajar por las personas que en esa oportunidad están más dispuestas a que le hablemos del amor de Dios. También es una excelente fecha para realizar un trabajo a favor de los que sufren, como lo ha estado haciendo la Iglesia Adventista del Séptimo día con el proyecto “más amor en navidad” (“Más amor en navidad“).