Karl Menninger, fallecido en 1990, fue un psiquiatra, autor de libros, fundador de la Clínica Menninger y de la Fundación Menninger, en los Estados Unidos, se graduó en Medicina y después dio clases en la Universidad de Harvard. Su clínica llegó a ser en la época uno de los mayores centros de capacitación en salud mental del mundo.
Entre sus libros están “La mente humana”, “El pecado de nuestra época”, “Amor contra el odio”, “Eros y Tánatos: el hombre contra sí mismo”. Él fue uno de los científicos que en sus estudios verificó que no podemos separar el cuerpo del alma, el sufrimiento emocional de sufrimiento espiritual. Estaba en lo correcto.
Cuando, por ejemplo, una persona presenta una posición orgullosa, prepotente, arrogante, este comportamiento tiene raíces en causas psicológicas, pero también en la dimensión espiritual. Intentaré explicarlo mejor.
Según el cristianismo bíblico, todos los seres humanos están contaminados en el carácter. El erudito ciudadano romano e israelita que se hizo cristiano, Pablo de Tarso, escribió: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios [antes de ser atraído por él a sí mismo]. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Carta de Pablo a los Romanos, capítulo 3, versículos 10-12).
Autores, científicos, investigadores, psicólogos, psicoanalistas y psiquiatras, Rollo May (expresidente de la Asociación Americana de Psicología), Paul Tournier (Universidad de Ginebra, Suiza), Harold Koenig (Universidad de Duke, EEUU), Carl Jung (Universidad de Basilea, Suiza), Dan Blazer (Universidad de Duke, EEUU), John R. Peteet (Universidad Harvard), Francisco Lotufo Neto (USP), Uriel Heckert (Universidad Federal de Juiz de Fora), Claudia Bruscagin (PUC-SP), etc., así como yo también, estudiaron y estudian esta relación cuerpo-mente-espiritualidad. Ellos reconocen en sus escritos e investigaciones que en el ser humano hay una dimensión espiritual que requiere perfeccionamiento y cambio para que la salud mental se desarrolle, más allá de los abordajes o aplicaciones de los procedimientos de la psicología y psiquiatría convencionales.
En el ejemplo de arriba, de una persona que presenta predominantemente un comportamiento orgulloso, arrogante, puede ser que desde el punto de vista psicológico intente compensar sentimientos profundos y tal vez inconsistentes (o no) de inferioridad a través de la posición prepotente. O puede ser que se sienta poderosa o no admita sus debilidades y limitaciones. O sea, puede vivir con la fachada de fuerte al mismo tiempo que niega el lado frágil que todos poseemos. Es bueno recordar que no somos dioses.
Pero la historia psicológica, o la dinámica emocional (como los pensamientos, sentimientos, creencias, visión de la vida, visión de sí mismo funcionan en la mente) de un individuo así, con comportamiento orgulloso tiene raíces en la espiritualidad. Cierta vez Jesucristo dijo que lo que contamina al ser humano es lo que sale de dentro de él. Y dio ejemplos de comportamientos disfuncionales y pecaminosos que existen en potencia dentro de todos nosotros, ampliando sus palabras: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre…” (Mateo capítulo 15 y versículos 19 y 20). Cuando él habla de “corazón” se refiere a la parte más profunda de la mente, a la raíz básica de nuestro comportamiento.
Es evidente que no es solo por el orgullo que una persona prepotente da evidencias de la contaminación espiritual mezclada con disfunción (sufrimiento) psicológica. Hay una infinidad de actitudes humanas que se encuadran en esta depravación infeliz, como corrupción, mentira, impiedad, maldad, egoísmo, explotación de los más débiles, manipulación de las personas, violencia, desvíos sexuales, avaricia, vanidad, etc.
Entonces, si usted busca madurez emocional, si quiere entrar (o seguir) en el proceso de cura mental, debe considerar la dimensión espiritual de su persona, entender que no todo es físico, ni todo es psicológico. Hay sufrimiento espiritual debido a esta contaminación del carácter que es algo universal, y que, por lo tanto, requiere la práctica de instrumentos espirituales para encontrar solución para el dolor más profundo que psicólogos, psiquiatras, psicoanalistas y la medicación no resuelven.