A LA DERECHA NI A LA IZQUIERDA
Pr. Roberto Roefero
Introducción
Hay una expresión muy interesante en la Biblia que se repite varias veces. Es la frase: “a diestra ni a siniestra”. Esta frase aparece siete veces con el sentido de “no apartarse”, “andar por el camino correcto”, “obedecer fielmente” o “guardar la ley”. Está en Deuteronomio 5:32; 17:20; 28:14; Josué 1:7; 23:6; Proverbios 4:27 e Isaías 30:21, donde se lee:
“Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: ‘Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda’”.
Tan importante es esta expresión que la encontramos en el primer discurso de Moisés en Deuteronomio y en el último también. En el primer capítulo de Josué, cuando Dios lo motivó en su misión, y en el último sermón de ese líder para Israel. En el consejo de padre a hijo en Proverbios y en la promesa de Dios en Isaías. Pero, ¿qué implicaciones tiene hoy andar en los estatutos y mandamientos de Dios o andar por camino recto y no tortuoso?
Terminología moderna
En la actualidad, se llama izquierda y derecha a puntos de vista políticos con visiones antagónicas. Es bueno saber que ni uno ni otro están totalmente en armonía con la cosmovisión cristiana adventista. La izquierda secular y su progresismo predican la tolerancia con modos de vida condenados por la palabra de Dios. Defienden la ideología de género, la aceptación y promoción del modo de vida homosexual y el aborto. Otras de sus pautas son: matrimonios múltiples (llamado eufemísticamente “poliamor”), la tolerancia y la liberación del uso y venta de drogas y tantas otras cosas que el cristianismo, basado en la Biblia, condena correctamente.
Por su lado, la derecha defiende la portación de armas para la población civil, mientras la iglesia adventista tradicionalmente defiende el control del uso y porte de armas solo para fuerzas de seguridad. También se entiende que un día la derecha religiosa será la promotora de la persecución final contra el último pueblo de Dios en la Tierra. En fin, ni la derecha ni la izquierda representan totalmente el modo de vida y el pensamiento cristiano adventista.
Izquierda y derecha en el contexto religioso
En términos religiosos, se puede también hablar de izquierda y derecha. En este caso, la izquierda serían los llamados “liberales” o “progresistas”, y su tolerancia y minimización del pecado, mientras la derecha representaría a los “legalistas” y su énfasis en lo exterior, en las costumbres y reglas.
En el tiempo de Cristo, estos grupos podrían estar representados por los saduceos y fariseos. Mientras los saduceos eran liberales, minimizaban la Biblia y se adaptaban a las costumbres grecorromanas, los fariseos ampliaban las reglas y mandamientos, creando más y más tradiciones no bíblicas.
Pero, ¿cómo actúan estos grupos (la izquierda liberal y la derecha fanática) en la iglesia hoy, y cómo se puede estar atento para huir de sus trampas?
La izquierda adventista
La izquierda adventista se presenta como representante del “amor”. Posee algunas frases simbólicas, como: “No debemos ser tan rígidos ”“No juzguéis para que no seáis juzgados”, claro, usada fuera de su contexto, y “lo que importa es lo que está en el corazón”. Esas frases denotan una forma de pensar que en la práctica lleva a la conclusión de que se debe ser tolerante con el pecado.
Aunque aparentemente su preocupación sea por el pecador, frente a ese exceso de tolerancia, en la práctica se termina justificando el pecado. Si bien es necesario amar al pecador, esto de ninguna manera debe permitir tolerar su pecado. Al contrario, el amor al prójimo nos llevará a condenar su pecado e intentar librarlo de sus garras.
Hay muchos sitios adventistas de tendencia liberal que propagan esta forma de pensar, tales como: Spectrum Magazine, Adventist Today, Adventista Subversivo y Adventista Sou, solo para citar los más conocidos.
Vemos su influencia sobre la iglesia en diversos casos. En cierta iglesia, un joven influyente de allí decidió asumir su homosexualidad. Para sorpresa de muchos adventistas, en las redes sociales los hermanos de la iglesia comenzaron a publicar mensajes como: “Te deseo toda la felicidad” y “respeto tu decisión y estaré a tu lado”. Por otro lado, pasaron a condenar a quien afirmaba que estaba equivocado, alegando que debemos amar a todos y “quien no tenga pecado que tire la primera piedra”.
En apoyo a estas ideas, algunos afirman que Jesús andaba con prostitutas y pecadores. En verdad, los pecadores buscaban a Cristo donde él se encontraba, especialmente en lugares públicos como calles, fuentes y plazas. Jesús era amigo de prostitutas, pero nunca se lo vio en un burdel, andaba con bebedores, pero nunca estuvo en una taberna y comía con corruptos, pero no estaba en sus reuniones. Cuando Cristo encontró a la mujer adúltera, afirmó: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (Juan 8:11). El modelo de Cristo es el de amar al pecador, pero no tolerar el pecado: “vete, y no peques más”.
La cuestión de “no juzgar”
Lo que la Biblia afirma sobre el juzgar es diferente al concepto popular sobre el asunto, especialmente del concepto posmoderno de nuestra sociedad actual. Veamos algunos textos bíblicos que hablan de este tema.
“Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros” (1 Cor. 5:12, 13).
“¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?” (1 Cor. 6:2,3).
Aquí vemos que a los cristianos se les ordena juzgar “a los de dentro”; o sea, a los miembros de la propia comunidad. A los “de afuera” Dios se encargará de juzgar. No debemos tolerar el pecado dentro de las paredes de la iglesia. El pecador debe ser juzgado y se le debe aplicar una disciplina. Esto se relaciona con lo que Cristo afirmó en Mateo 18:15-20, que la iglesia tiene el deber de tratar al pecado, y esto es una indicación del cielo. El texto paulino llega a afirmar que los santos han de juzgar a los ángeles, cuánto más lo deben hacer con los humanos.
El libro de Santiago también elimina la idea popular de que “importa el corazón”. Es obvio que la sinceridad de corazón hacia Dios es factor sine qua non para heredar la salvación. Esta sinceridad, quedará explícita en acciones y actitudes. En este contexto Santiago afirma:
“Pero alguno dirá: ‘Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan’” (Sant. 2:18, 19).
No es suficiente con la sinceridad de corazón. Esta debe manifestarse en obras de vida, como qué comer, vestir, hablar o mirar. Se ve en cómo consumimos diversiones como televisión, Internet y juegos. Por eso Jesús afirmó: “porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34); entonces, la ropa habla de lo que tiene el corazón, mi modo de vida y mi modo de actuar también hablan de lo que hay en mi corazón.
Amar al pecador, pero condenar el pecado
En 1 Corintios 6:9-11 leemos:
“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios”.
El texto es claro al afirmar que así eran algunos de ustedes. Después de la transformación del evangelio, ya no más. El evangelio de Cristo tiene poder para cambiar vidas. Las prostitutas que van a Cristo dejan la prostitución, los drogadictos son librados del poder de los estupefacientes, los hombres violentos se convierten en mansos ciudadanos. Y así sucede también con los bebedores, adúlteros, avaros, homosexuales, calumniadores y engañadores.
A diferencia de lo que afirma la izquierda adventista, el pecado no puede ser tolerado, porque los que van a Cristo y se convierten, también obtienen poder para vencer sus pecados cada día. Así, no se debe desviar a la izquierda, tolerando el pecado en los demás y en su propia vida, sino andar en el camino angosto.
La derecha adventista
Entender que el tipo de pensamiento de la izquierda religiosa es una equivocación parece ser relativamente sencillo para la mayoría de los adventistas. Somos un pueblo conservador por naturaleza y para el adventista tradicional, el peligro del liberalismo es fácilmente perceptible. En este caso, sin embargo, es más peligroso todavía el otro lado, “la derecha adventista”.
Mientras la izquierda adventista tiende a relativizar y hasta ignorar lo que está revelado en las Escrituras, la derecha hace lo opuesto, se esfuerza en ir más allá de lo que está revelado. El peligro es mayor porque a los seres humanos les gustan las personas que aparentan ser celosas. Humanamente les gusta ir más allá de pensar que la vida religiosa se resume a reglas, prescripciones, regímenes y reglamentos. Aunque es parte de la vida religiosa, este aspecto no es ni por lejos el más importante.
Ejemplos bíblicos: el joven rico y los fariseos
Una vez más la Biblia nos orienta. Está el ejemplo del joven rico (Mateo 19:16-30. Él guardaba todos los mandamientos y reglas desde la niñez, sin embargo, estaba perdido porque le faltaba lo más importante, el amor al prójimo. Por lo tanto, mientras la izquierda se inclina a hacer del amor un sentimiento condescendiente e indulgente, la derecha termina por transformarlo en un pequeño adicional en la vida cristiana.
En la vida terrenal de Cristo, sus grandes antagonistas eran los fariseos. Criados en el período intertestamentario, los fariseos eran la secta judía de más éxito y respetada de su tiempo. Su énfasis estaba justamente en los reglamentos y las tradiciones.
Mantenían una vida de riguroso ascetismo y celo religioso, lo que incitaba a las personas a respetarlos y admirarlos. Habían creado una serie de restricciones y mantenían una piadosa pero fría vida religiosa. Conservaban la halachá, una serie de reglas de tradición oral que servía como “un cerco alrededor de los Diez Mandamientos”. Su objetivo era hacer más difícil transgredir un mandamiento. Existen todavía hoy 613 reglas en la halachá en contraste con los Diez Mandamientos dados por Dios. Para el cuarto mandamiento, por ejemplo, las prohibiciones eran: escupir en el suelo, arrastrar sillas, andar más de una milla de distancia de su casa y llevar nada más que la ropa puesta durante el sábado.
Estas tradiciones eran rechazadas por Cristo y fueron el centro de muchas discusiones entre él y los fariseos como, por ejemplo:
“Entonces se acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: ‘¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando comen pan’. Respondiendo él, les dijo: ‘¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición?’” (Mat. 15:1-3).
“Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: ‘Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran,
Enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres’” (Mat. 15:7-9).
“Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas” (Mat. 23:4).
“Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando” (Mat. 23:13).
Los judíos admiraban a los fariseos e incluso les prestaban reverencia, por eso los discípulos se sintieron intrigados por la manera en la que Jesús reaccionaba ante ellos. Pero el Maestro conocía el corazón de los hombres y sabía que allí estaba su lucha. Cristo sabía que el corazón humano se inclina a reglas y tradiciones, porque si se las utiliza mal, lo apartan del centro de la religión que es el amor a Dios y a los hombres.
Adventismo farisaico
Como adventistas, muchos tienden a sentir atracción por una religión basada en reglas, especialmente las alimentarias. La Biblia nos da buenas orientaciones dietéticas, y seguirlas incluso es cuestión de salvación. El Espíritu de Profecía también nos presenta orientaciones acerca de una buena alimentación y su importancia para nuestra vida espiritual. Elena de White, sin embargo, nunca pretendió que sus escritos estuvieran en el mismo nivel de la Biblia.
“Recomiendo al amable lector la Palabra de Dios como regla de fe y práctica. Por esa Palabra hemos de ser juzgados. En ella Dios ha prometido dar visiones en los “postreros días”; no para tener una nueva norma de fe, sino para consolar a su pueblo, y para corregir a los que se apartan de la verdad bíblica. Así obró Dios con Pedro cuando estaba por enviarlo a predicar a los gentiles [Hechos 10] (Primeros escritos, p. 78).
“El Señor desea que estudiéis vuestras Biblias. Él no ha dado ninguna luz adicional para tomar el lugar de la Palabra. Esta luz se da con el propósito de concentrar en su Palabra las mentes confundidas, y si se asimila y digiere es la sangre y la vida del alma. Entonces se verán buenas obras cuando la luz brilla en las tinieblas. —Carta 130, 1901. (Mensajes selectos, t. 3, p. 31)
“Poco caso se hace de la Biblia, y el Señor ha dado una luz menor para guiar a los hombres y las mujeres a la luz mayor” (El colportor evangélico, p. 129).
Así, la reforma de la salud, aunque todos deben buscarla, nunca debe imponerse como prueba de fe o punto de salvación. Cada uno debe caminar a su paso y dentro de sus posibilidades. El problema de algunos es el énfasis exagerado en algunos puntos en detrimento de otros. Esta es una de las maneras de reconocer el fanatismo.
Cómo reconocer el fanatismo
Fanatismo es tomar un punto que en sí es bueno y hacerlo el centro de la religión. Puede ser la alimentación, la vestimenta, la música o cualquier otra cosa que se transforme en el eje de la vida religiosa. Podemos notar esto con facilidad cuando una persona se hace monotemática, o sea, solo habla de un asunto, solo enseña sobre un punto, le gusta debatir solo de ese tema y cree que todos los que no concuerdan con él están equivocados y que si continúan así estarán perdidos.
En este caso, es sensato pensar en una regla sencilla: para nuestro modo de vida, podemos establecer el modelo que deseamos, no hay problema en esto.
“¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba” (Rom. 14:22).
Todos están luchando en su proceso de santificación. La dificultad se presenta cuando se desea imponer el propio punto de vista a otras personas. Puede ser, por ejemplo, el chocolate, el uso de pantalones ajustados y la batería en la música de la iglesia. La otra punta del problema es cuando se comienza a creer que somos los mejores cuando adoptamos estos modelos. Algunos creen que la iglesia está perdida y solo el grupo que sigue ciertas normas y modelos establecidos por ellos mismos está en orden con Dios. Así, se termina de formar una iglesia dentro de la iglesia, creyendo que son más adventistas que otros adventistas, actúan como si fueran super santos y, aunque nunca lo digan claramente, este es el resultado obvio de este tipo de pensamiento.
Los que actúan y piensan de esta forma, se atienen a algunos puntos, especialmente del Espíritu de Profecía, mientras ignoran otros que tal vez sean tan o más importantes. Elena de White, por ejemplo, escribió cuatro veces más sobre evangelismo personal que sobre reforma de la salud. Pero muchos que viven en función de la alimentación no se preocupan por dar estudios bíblicos, dirigir una serie de evangelismo o liderar un grupo pequeño misionero (no con miembros de la iglesia para hacer proselitismo de sus propias ideas) para ganar almas para Cristo. Recordemos, un fanático es alguien que elige algo bueno y lo hace el centro de su vida cristiana en detrimento de otras cosas y así pierde la mirada a Cristo.
Cómo actuar
Mientras la izquierda adventista ignora reglas y disposiciones en favor de la tolerancia, la derecha adventista establece nuevas reglas y modelos que Dios no exigió de su pueblo. Pablo dice en 1 Corintios. 4:6:
“Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito, no sea que, por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros”.
Andar en el camino sin desviarse ni a la derecha ni a la izquierda debe ser el deseo en la vida cristiana. Desviarse a la izquierda significa ignorar el claro “así dice Jehová” y rebajar las normas y modelos en favor de un amor tolerante, pero transigente y barato. Es juntar excusas y elucubraciones para transgredir los mandamientos de Dios e intentar mantener la conciencia a baño maría. En fin, es ir más allá de lo que pide la Biblia, es retirar de ella lo que pueda ofenderme o molestarme, es volverla insípida y sacarle poder.
Desviarse a la derecha es ir más allá de la Palabra, es establecer nuevas reglas y normas y hacerlas prueba de discipulado y fe. Es creer que seguir esos modelos que yo o mi grupo seguimos nos hace mejores, más aptos para la salvación, en fin, cristianos mejores. Es intentar imponer estas nuevas reglas y modelos a otras personas y hacerlas pruebas de discipulado. Por lo tanto, los dos lados están equivocados.
El apóstol Juan, el revelador, dice:
“Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro” (Apocalipsis 22:18, 19).
Nada debe agregarse y nada debe quitarse. Nadie tiene autoridad para hacerlo. Nuestro deber es seguir lo que establece la Biblia, teniendo a Cristo como el centro de la religión, amando a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.
“Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: ‘Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda’” (Isaías 30:21).