Mucho más que el Consolador
¿Por qué el Evangelio de Juan expresa que el Espíritu es el «Consolador»?

El término griego parakletos, que algunas versiones de la Biblia traducen como «Consolador», no posee equivalente exacto en español. En la antigua Grecia, se usaba para referirse a una persona que asistía a otra, o que actuaba en nombre de otra como consejero, intercesor, mediador, ayudante o defensor ante la corte judicial. Cuando Jesús aplica ese término al Espíritu Santo, revela su naturaleza y una de sus funciones. Desde entonces, el término es usado exclusivamente en los escritos de Juan. A continuación analizaremos esos pasajes.

1. Jesús y el Consolador: En Juan, así como en el resto del Nuevo Testamento, Jesús y el Espíritu se encuentran en estrecha conexión. Pero no son la misma persona. En Juan, Jesús identifica alparakletos con el Espíritu (16:15), el Espíritu Santo (14:26) y el Espíritu de verdad (14:17; 15:26; 16:13). En otras palabras, usó un nuevo término para referirse al Espíritu Santo. Cuando Jesús dice «otro Consolador» (14:16; 1 Juan 2:1), implicando que él también cumple esa función, establece una clara distinción entre él y el Espíritu. La diferencia entre los dos se ve acentuada por el hecho de que el Espíritu (parakletos) será enviado por el Padre a pedido del Hijo (14:16, 26). Por último, se percibe la diferencia entre los dos en el hecho que la venida del Espíritu se producirá después de que Jesús regrese al Padre (16:7). El Espíritu (parakletos) estará con su pueblo para siempre (14:16). A diferencia de Jesús, el Espíritu no regresaría al Padre mientras el pueblo de Dios estuviese en el mundo, sino que tomaría el lugar de Jesús en esta tierra.

2. Funciones del Consolador: Al Espíritu (parakletos) se le asignan tres funciones. La de enseñar: «Él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho» (14:26). El Espíritu edificará la iglesia sobre la base de las enseñanzas de Cristo al recordar esas enseñanzas a los discípulos y revelar la profundidad de significado que tienen. También revelará a los discípulos el contenido escatológico del mensaje de Cristo (16:13). Solo en ese sentido el Espíritu los «guiará a toda la verdad» (16:13).

En segundo lugar y, en estrecha relación con lo anterior, el Espíritu glorificará a Jesús, quien es glorificado cuando el Espíritu toma lo que pertenece a Cristo y nos lo revela (16:14). No se glorifica a sí mismo al darnos cosas nuevas, sino al recordarnos que todo lo que recibimos proviene de Cristo.

En tercer lugar, la función del Espíritu es testificar contra el mundo en nombre de Cristo y de su pueblo. La venida del Espíritu da testimonio de que los creyentes pertenecen a Dios, lo que enfatiza la distinción entre ellos y el mundo. Junto con los creyentes, el Espíritu también testifica en nombre de Cristo al llamar a los seres humanos para que vayan a Jesús (15:25, 26). Su testimonio contra el mundo responde al rechazo hacia Jesús, al pecado que lo caracteriza y al juicio de Dios contra el mal (16:8-11).

3. La naturaleza del Espíritu: Al llamar al Espíritu «otro Consolador», Jesús ha establecido una vez y para siempre que el Espíritu es una persona como él. Aunque el término griego «espíritu» (pneuma) es neutro, el sustantivo «Consolador» es masculino y personal. El Espíritu no es un ente, sino un ser divino y personal. Jesús se refiere a esa divinidad cuando dice que el Espíritu «procede del Padre» (véase 15:26). El término «proceder de» (ekperuomai) señala el lugar de origen del Espíritu. Su lugar natural de existencia se encuentra dentro del misterio de la Trinidad, y es Dios quien lo envía. Al identificar el Espíritu como un parakletos, Jesús nos ha brindado una manera de pensar en el Espíritu como persona.

Podemos visualizarlo como Consolador, como alguien que nos ayuda en tiempo de necesidad, que nos acompaña en nuestro peregrinaje, y nos sostiene, transforma y revela lo que pertenece a Cristo. El Espíritu habla por nosotros y para nosotros; él es el parakletos.