El pastor Marcelo Coronel nos menciona algunas enseñanzas que le dejaron sus nueve años de servicio en la Ciudad de Buenos Aires.
Corría el año 2009. Por aquel entonces estaba finalizando la carrera de teología para servir a la iglesia como pastor y oré para que Dios me llevará al lugar de mayor necesidad y donde, junto con mi esposa Eliana Villegas (Yeni), pudiésemos ayudar a la mayor cantidad de personas. Poco tiempo después recibimos la información de que nos tocaba servir en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, lugar donde yo había nacido, pero en el que nunca había residido.
Emprendimos el viaje desde Libertador San Martín, Entre Ríos, hasta la Terminal de Ómnibus de Retiro. Allí nos esperaba el pastor tutor Alberto Scuderi, a quien ayudaría en el Distrito de Boedo. Luego de cruzar la Capital Federal, me esperaba una familia adventista que me alojaría en el Bajo Flores, al sur de la ciudad.
Nunca imagine que la estadía en Buenos Aires, llevaría a que estemos ya hace 9 años sirviendo en tan desafiante ambiente y ciudad. Hemos visto con mi esposa la bendición de Dios al trabajar y servir en cuatro distritos diferentes y ayudar a la plantación de cinco nuevas Iglesias, grupos y filiales en este tiempo.
Comparto mi testimonio, porque después estos años de servicio activo en una ciudad como Buenos Aires, sacamos algunas conclusiones que deseamos compartir con la Iglesia:
- La obra misionera en las ciudades necesita tiempo de desarrollo, maduración, continuidad y recursos: Hechos 18 presenta como hizo Pablo para evangelizar y hacer discípulos en la gran ciudad de Corinto. Allí se nos dice que, con el trabajo propio, junto a Aquila y Priscila se sostenían como misioneros en la ciudad. Se destaca con énfasis el tiempo que dedicaron a la obra misionera en ese lugar, donde se dedicaba a la predicación y a la enseñanza de la Palabra. Allí Pablo se detuvo “un año y seis meses”. El trabajo misionero en la ciudad necesita tiempo de desarrollo, maduración, continuidad y recursos. Es necesario empezar y continuar. No abandonar los planes misioneros. No abandonar a la gente. Es importante una visión amplia donde podamos “sembrar” la Palabra, “cultivar” la Palabra y el interés de las personas, para poder luego “cosechar” a su debido tiempo y continuar discipulando. Esto debe ser visto no como un ciclo, sino como una continuidad permanente del trabajo misionero de discipulado en la ciudad. Durante este tiempo aprendimos un concepto sobre la obra misionera: El “evangelismo artesanal”, donde se requiere creatividad, tiempo, paciencia, trabajo personalizado y cercanía continua con las personas. —
- La plantación permanente de nuevas iglesias siempre debe ser prioridad en la misión a las ciudades: La sierva de Dios, Elena G. de White, ya lo clarificaba en su libro Obreros Evangélicos, pág. 450 “El establecimiento de iglesias, la elección de casas de reunión y edificios escolares, se extendía de ciudad en ciudad, y aumentaba el diezmo para llevar la obra adelante. No se levantaban edificios en un solo lugar, sino en muchos, y el Señor obraba para acrecentar sus fuerzas”. Es necesario ver a las iglesias plantadas en la ciudad, como un medio para seguir plantando iglesias, escuelas, casas de reunión y centros de influencia. Como adventistas que vivimos en la ciudad, debemos orar para no estar cómodos en una iglesia, sino buscar la extensión del Reino por medio de nuevas iglesias en barrios, comunidades y sectores no alcanzados. —
- Aunque el ministerio urbano sea costoso en tiempos y recursos, Dios promete proveer todo lo necesario para una obra creciente en las ciudades: La sierva de Dios muestra que el mismo trabajo misionero en la ciudad, traerá los recursos necesarios para que la obra siga acrecentándose. Si estás trabajando en la obra en las ciudades, no te desanimes por la falta de recursos. El Señor de la obra promete sostenerla aún en la costosa vida de la ciudad y en medio de grandes crisis económicas. —
- Uno de los desafíos más grandes de la obra misionera en las ciudades, es descuidar el discipulado relacional o hacerlo de forma incompleta o por medio de programas: Tal vez el mayor costo de la obra misionera en las ciudades, no sea el costo económico de los salones e inmuebles, sino el tiempo necesario al discipulado. Estar cerca de las personas, acompañarlas, cuidarlas y pastorearlas para que puedan crecer como discípulos. No debemos pensar en el discipulado por medio de programas o eventos. Hacer discípulos es una obra personal y de “cara a cara”. En Hechos 18 vimos que Pablo se detuvo en Corinto, a “enseñarles la Palabra de Dios”. Nota lo claro del texto bíblico: enseñanza personal, presencial, continua, cercana, cálida y bíblica. —
- La misión en la ciudad requiere que los miembros de mayor experiencia y dones, sean los pioneros en la plantación de nuevas iglesias: La tendencia de las grandes iglesias en las grandes ciudades, es a centralizar los dones espirituales en pocos ministerios. Para que el trabajo misionero en la ciudad pueda crecer con más fuerza, es necesario que los hermanos de mayor experiencia y dones, puedan tomar la iniciativa en la plantación de nuevas iglesias. De esta manera lo más importante no es el pastor que lleva adelante la campaña o el plan evangelistico en sí mismo, sino la cantidad de personas maduras disponibles y con los dones espirituales necesarios, para continuar la obra de hacer nuevos discípulos por medio de un plan de discipulado continuo, relacional e integral. —
Marcelo Coronel, pastor del distrito del Centro de la Ciudad de Buenos Aires.