Ánimo, él te llama

Ánimo, él te llama

¡Ánimo, él te llama!

Antony kent

 

¿Cómo la historia de Bartimeo nos habla a nosotros, pastores? En la última década, se ha publicado mucho sobre los peligros y esfuerzos asociados al ministerio pastoral.[i] Temas significativos como el agotamiento, las indiscreciones sexuales, el abuso de poder, y las relaciones infructuosas se han asociado al clero. Estos problemas son dignos de atención. De hecho, Pablo exhorta a Timoteo: “Ten cuidado de tu conducta y de tu enseñanza” (1 Tim. 4:16).[ii] Tales potenciales descarrilamientos del ministerio no deberían ser minimizados; sin embargo, sería contraproducente, desalentador, e incluso deprimente enfocarse perpetuamente en estos en detrimento del gozo y satisfacción que el ministerio pastoral ofrece.

EL CIEGO BARTIMEO

Considere el relato alentador del ciego Bartimeo al recibir la vista; esta historia ilustra el punto.

Registrado por los tres evangelios sinópticos (Mat. 20:29-34; Mar. 10:46-52; Luc. 18:35-43), la versión de Marcos de este evento en Jericó contiene por lo menos un detalle único y significativo. Mientras que los tres escritores sinópticos registran que Bartimeo molestaba a los que estaban cerca de él mientras gritaba a Jesús, rogando misericordia, solo Marcos describe la respuesta de la multitud cuando Jesús envía un mensaje llamando a Bartimeo: “—¡Ánimo! —le dijeron—. ¡Levántate! Te llama” (Mar. 10:49).

“¡Ánimo!… Te llama”. ¿Qué podría significar para nosotros, como ministros? La palabra griega Θάρσει (traducida aquí como ‘alégrate’), puede significar “ten buen valor”, “no seas demasiado atrevido”, “no temas”, “cobra ánimo”, “no temas sobre”, “ten confianza contra”, “no temas de”.[iii] Además, la traducción puede leerse como “ser firme o resuelto” ante el peligro o circunstancias adversas, tener ánimo. ¡No tenga miedo![iv]

Estos varios significados proporcionan un sólido consejo para aquellos llamados por Jesús al ministerio. Es interesante que esta palabra aparezca solo ocho veces en el Nuevo Testamento y cada vez en el imperativo. Se nos dice, se nos ordena “animarnos”.

Además, un poco antes en este capítulo (v. 13-16), Marcos describe a Jesús como recibiendo con entusiasmo a los niños para bendecirlos, y reprendiendo a sus discípulos, quienes se oponían a que los niños estuvieran en contacto con Jesús. Jesús dijo: “Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos” (v. 14). De la misma manera estaba recibiendo al marginado Bartimeo.

Al mismo tiempo, en el mismo capítulo (v. 17-22), un joven rico se acercó a Jesús y se puso de rodillas. Jesús lo llamó para que lo siguiera, pero el joven rico se fue triste, sin poder separarse de su riqueza como un prerrequisito para su discipulado. Este hombre anónimo está en contraste con el mendigo llamado Bartimeo, que respondió al llamado de Jesús al hacer a un lado una de sus (presumiblemente) pocas posesiones, su capa, para seguir a Jesús.

En resumen, pareciera que mucho de Marcos 10 se centra alrededor del llamado de Jesús a los individuos, y situado en este contexto, es una maravillosa historia de visión y esperanza, la curación y llamado del ciego Bartimeo. La historia de Bartimeo anima a los lectores a recordar y regocijarse con Bartimeo y, simultáneamente, a contemplar sus propios llamados al ministerio por Jesús.

La Biblia registra los detalles de otros individuos (como Noé, Moisés, Samuel, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Oseas, Amón y Jonás) llamados al ministerio.[v] Los evangelios registran el llamado de la mayoría de los apóstoles. El libro de Hechos repetidamente presenta el llamado dado al apóstol Pablo. Implícito en el llamado al ministerio a todos estos hombres hay un mensaje subyacente: Está en la visión de Dios y él tiene una visión para usted. ¡Usted es amado!

LOS DESAFÍOS

Un énfasis apropiado sobre el llamado al ministerio puede ayudar a preservarlo y protegerlo. Cuando somos tentados a actuar de forma contraria a nuestro llamado, debemos recordar que fuimos llamados por el Señor a nuestro ministerio. Si hemos aceptado ese llamado, debemos tomarlo en serio.

Por supuesto, cuando vienen dificultades, debemos recordar que estas no se tratan de usted, sino del gran conflicto. En la guerra, cuando alguien le dispara a un soldado, el soldado no pregunta “¿qué hice o dije para merecer eso?”. En la guerra espiritual, estar en la línea de fuego viene con el territorio.

Douglas Webster hace esta importante observación, “Nada que no sea autoinfligido puede arruinar nuestra virtud o destruir nuestra alma . El diablo le sacó todo a Job, pero no le pudo robar su virtud. Caín le quitó la vida a Abel, pero no pudo sacarle su mayor recompensa. Solo quienes se lastiman a sí mismos son heridos”.[vi]

A veces, en el ministerio, los pastores pueden desanimarse fácilmente (especialmente los que tienen un toque de melancolía en sus personalidades de base). En el día de la resurrección de Jesús, sus discípulos (incluso los que sabían de su resurrección) estaban desanimados. Pero Jesús se encontró con ellos en su viaje a Emaús y en un periodo de tiempo razonable, se estaban regocijando. Considerando todo, tenemos muchas razones para regocijarnos, cualesquiera sean nuestras luchas.

RAZONES PARA REGOCIJARSE

Para comenzar, este llamado puede ser una de las mayores alegrías para la humanidad. Con mucha frecuencia, cuando el clero se jubila, extraña mucho el ministerio. Los que se van a la administración, a un departamento, o a un rol no eclesiástico suelen extrañar a la comunidad en la cual han ministrado. Solo eso dice mucho acerca de la alegría y satisfacción que viene con el ministerio.

Además, ¿se puede encontrar un mejor modelo en el mundo que Jesucristo? ¿Una mejor persona en el mundo para imitar? Este mundo ha visto muchos buenos líderes, pero, como ministro del evangelio, ha sido llamado por el mejor.

Mientras tanto, podemos estar agradecidos de que ya tenemos al Mesías, y solo necesitamos a un Mesías. Podemos regocijarnos porque no somos llamados a resolver todos los problemas del mundo. No estamos equipados, ni se espera que lo estemos, para resolver todos los problemas que encontremos. Solo podemos hacer lo mejor que podamos con lo que Dios nos ha dado.

Como ministros del evangelio, podemos regocijarnos porque promovemos esperanza. Somos afortunados quienes proporcionamos las mejores noticias para la humanidad. En un sentido, estamos proporcionando agua, el Agua de Vida, a los sedientos, en un mundo que ha visto demasiados espejismos. Nuestro negocio es la eternidad.

Debemos recordar, también, que otros son llamados, así como nosotros. Los que responden ante nosotros, las personas ante las que debemos responder, tienen un llamado legítimo tal como nosotros. Incluso otros que son llamados al ministerio en otras denominaciones cristianas tienen un propósito en el plan de Dios. El mayor gozo es que no estamos solos; un gran número está actualmente respondiendo el llamado que han recibido de Jesús.

Más que otras personas, como ministros hemos sido llamados a reflexionar en Jesús. Sus palabras, sus valores, sus motivaciones y sus actitudes son el fundamento de nuestras vidas. Todo lo que es bueno, inspirador, saludable y positivo se vuelve el verdadero ambiente en el que debemos habitar.

Podemos regocijarnos porque nuestras vidas, como ministros, no serán en vano. Ya sea que nuestros días sean largos o cortos, cuando respondemos de forma positiva al llamado de Jesús, nuestras vidas servirán a un propósito positivo y significativo, sin importar qué tan poco importantes puedan parecer algunos trabajos. Jesús les pidió a algunos de sus seguidores que le consiguieran un potrillo, a otros que le prepararan una comida, a otros que movieran una piedra. Todas estas tareas podrían, con toda probabilidad, haber parecido tareas sin importancia o innecesarias en el momento. “¿Por qué quieres que movamos esta piedra, Señor? ¡El hombre está muerto! ¡Y solo sentiremos el mal olor!”. Pero, de estas tareas, aparentemente sin importancia, surgieron eventos majestuosos: la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén sobre ese potrillo, el servicio de comunión con el partimiento del pan, y la resurrección de Lázaro. Podemos animarnos: nuestras vidas tienen un propósito y significado.

¿Es posible describir la rutina de un día de ministerio? Pareciera que cada día es bendecido con sorpresas inesperadas que regularmente proporcionan oportunidades para seguir creciendo y desarrollándose. Y aunque este crecimiento puede incluir la acumulación de títulos profesionales, lo más importante debería involucrar nuestra madurez en el ministerio para que podamos servir de forma más eficaz.

Podemos regocijarnos porque, cuando Dios nos llama al ministerio, hay oportunidades de ser una bendición para los demás. Esto viene como resultado natural de servir. ¿Qué bendición más grande uno puede tener que ser llamado a una vida de servicio y bendición a los demás?

En resumen, cualesquiera que sean nuestros desafíos, hacemos bien en recordar las palabras dirigidas a Bartimeo: “—¡Ánimo! […] Te llama”.

 

 

[i] Por ejemplo, Richard Exley, Perils of Power (Silver Spring, MD: Ministerial Association of Seventh-day Adventist, 1995); Gary L. McIntosh and Robert L. Edmondson, It Only Hurts on Monday: Why Pastors Quit and What You Can Do About It (Saint Charles, IL: ChurchSmart Resources, 1998); G. Lloyd Rediger, Clergy Killers (Louisville, KY: Westminster John Knox Press, 1997); Paul Whetham and Libby Whetham, Hard to Be Holy: Unravelling the Roles and Relationships of Church Leaders (Adelaide, Australia: Openbook, 2000).

[ii] A menos que se especifique, los versículos son citados de la Nueva Versión Internacional de la Biblia.

[iii] A Greek-English Lexicon, 9th ed., comps. Henry George Liddell and Robert Scott (Oxford: Clarendon Press, 1996), s.v. “tharseō.”

[iv] Walter Bauer, A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature, 3rd ed., eds. Frederick W. Danker, W. F. Arndt, and F. W. Gingrich (Chicago: University of Chicago Press, 2000), s.v. “tharseō.”

[v] Claramente, otros también fueron específicamente llamados por Dios; sus ministerios dan un claro testimonio positivo a este hecho. Sin embargo, por alguna razón, su llamado al ministerio no ha sido registrado en las Escrituras. Daniel, Sofonías, Habacuc, Miriam, Deborah, Hulda y Miqueas vienen rápidamente a la mente como ejemplos.

[vi] Douglas Webster, “Chrysostom: ‘Golden Mouth,’ ” Preaching 24, no. 6 (May–June 2009): 62.

 

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