Atmósfera celestial

¿Qué podemos aprender sobre el reavivamiento, a partir de lo que sucedió en South Lancaster? ¿Cómo podemos nuevamente experimentar y reproducir lo que ocurrió allí?

A lo largo de los últimos años, la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha enfatizado el reavivamiento, en consonancia con la declaración realizada por Elena de White alrededor de 1887: “Un reavivamiento de la verdad piedad entre nosotros es la mayor y más urgente necesidad”.[1] Pero ¿qué es realmente ese reavivamiento? ¿Cómo identificar los frutos del reavivamiento? Y, lo más importante: ¿qué debe ocurrir para que podamos, finalmente, percibir el reavivamiento que Dios desea que experimentemos?

La experiencia vivida por Elena de White puede ayudarnos a comprender y evaluar los movimientos actuales de reavivamiento. Aproximadamente dos años después de instar para que hubiera un genuino reavivamiento entre el pueblo de Dios, ella comentó sobre uno de los más gloriosos eventos, que la dejó eufórica a punto tal que exclamó: “Nos parecía estar respirando la propia atmósfera del cielo”.[2] En realidad, ella ni siquiera logró dormir aquella noche, regocijándose por el hecho de que “Dios había visitado a su pueblo”.

Aunque ese reavivamiento no había sido el último del que ella participara, tal vez el análisis de su testimonio pueda ayudarnos a redescubrir su experiencia, y a pedir por aquello que sucedió aquel día.

REUNIONES EN SOUTH LANCASTER

Después del controvertido Congreso de la Asociación General realizado en Minneapolis en 1888, Elena de White se unió a A. T. Jones y a E. J. Waggoner, a fin de ayudarlos a divulgar el mensaje que habían presentado. Según ella, “la luz que debería iluminar toda la Tierra con su resplandor fue rechazada” en Minneapolis, y “por la actitud de nuestros propios hermanos se ha conservado, en gran medida, apartada de todo el mundo”.[3] El mensaje que ella llevaba estaba “en estrecha armonía con el propio mensaje” que Jones y Waggoner presentaban.[4] El primer lugar en el que ellos predicaron fue South Lancaster, Estado de Massachusetts, Estados Unidos.

Las reuniones, iniciadas el 11 de enero de 1888, estaban previstas para durar tres días. Sin embargo, el Espíritu Santo tenía otros planes. “La poderosa actuación del Espíritu de Dios estaba allá”, comentó la mensajera del Señor.[5] “Cada uno deseaba […] testificar”, agregó.[6] Eso llevó a que los administradores cerraran el colegio durante el período en que se extendieron las presentaciones. “Los alumnos fueron involucrados por una atmósfera celestial tan intensa que los testimonios dados superaron hasta incluso las declaraciones de 1844 antes del Gran Chasco. Aprendieron lo que significa rendir el corazón a Dios y estar convertido”.[7]

De esa manera, la conferencia prevista para durar tres días fue transformada en un evento de diez días. Los participantes quedaban reunidos desde las primeras horas de la mañana hasta tarde por la noche. A. T. Jones presentó sus mensajes dos o tres veces por día.[8] Elena de White quedó encargada de la presentación de los mensajes devocionales de cada mañana, y predicó el sermón del sábado. “Yo nunca vi una obra de reavivamiento avanzar con tamaña profundidad”, recordó.[9]

Pero ¿qué hizo que las reuniones fuesen tan eficaces, a punto tal que los administradores cerraran la escuela? ¿Qué mensaje fue compartido, que llevó a los participantes a declarar que ellos habían “obtenido una experiencia más allá de cualquier cosa que habían visto antes?”[10]

LECCIONES APRENDIDAS

Elena de White compartió en varias ocasiones comentarios en relación con la experiencia vivida en South Lancaster; obviamente, con el deseo de que tal evento se repitiera en otros lugares también. Cada uno de los presentes pudo sentir que “los ángeles del Señor circulaban alrededor de aquel ambiente”.[11] Teniendo como base una serie de artículos que ella y S. N. Haskell escribieron relatando el evento y los sermones que ella predicó durante aquellas reuniones, podemos unir algunas piezas para reconstruir un cuadro de lo que se presentó.[12]

Cuando se examina la evidencia de South Lancaster, el segmento principal presentado a lo largo de las varias reflexiones de Elena de White es el gran énfasis que fue colocado en el amor, el perdón, y la misericordia y la gracia de Dios. “El conocimiento del amor de Dios es el conocimiento más eficaz que se debe obtener”.[13] Con esas palabras, ella inició su sermón del sábado por la mañana el día 19 de enero. Y continuó: “Estoy ansiosa para que todos disfruten de la misericordia y del amor de Jesús. Cuanto más hablemos de su amor y su poder, más tendremos para decir de su ternura, su compasión y su verdad”. A continuación, preguntó: “¿Por qué nuestro corazón ha sido tan insensible al amor de Dios? ¿Por qué hacemos tan duro el juicio de nuestro Padre celestial? Según la luz que me fue dada, sé que Satanás ha distorsionado el carácter de Dios de todas las maneras posibles. Lanzó su sombra infernal atravesando nuestro camino, haciendo imposible que veamos a Dios como a un Ser pleno de misericordia, compasión y verdad”. Entonces, apeló: “¿Existe algún corazón aquí que no se rendirá al amor de Jesús?”[14]

Esas nuevas fueron como música a los oídos de los participantes. “Ellos vieron a Cristo como un Salvador que no está lejos, sino que está al alcance de todo aquel que lo busca”.[15] Muchos “testificaron sobre la alegría porque Cristo había perdonado sus pecados […] y sintieron que podían descansar en el amor de Dios”.[16]

El primer sábado, a la tarde, 12 de enero, Elena de White quedó feliz por haber tenido la libertad de hablar sobre “la necesidad de obedecer la Ley de Dios” y la importancia que tiene la “fe genuina que opera por amor”.[17] Ella destacó la Ley como la perfecta norma de justicia, y convenció a muchos participantes de que eran transgresores de esa Ley. “Muchos han confiado en su propia justicia”, comentó. “Ahora, ellos la ven como trapos de inmundicia, en comparación con la justicia de Cristo, la única aceptable delante de Dios”.[18]

La conjunción de la Ley con el amor de Dios es lo que Elena de White frecuentemente mencionó como “la Ley y el evangelio caminando lado a lado”.[19] Siendo que la Ley de Dios es el patrón perfecto por el cual la humanidad es juzgada, la obediencia meramente humana no es aceptada por Dios, y los seres humanos están condenados por sus pecados; de esa manera, están preparados para recibir la justicia de Cristo. El corazón es transformado por el amor, por el perdón y por la gracia de Dios, y entra en comunión con él. Al estar el corazón ya transformado, Cristo puede entonces vivir su vida en el pecador.

Eso no era un paradigma tan difícil de experimentar. Sin embargo, Elena de White, A. T. Jones y E. J. Waggoner no promovieron tal entendimiento. Elena de White, por ejemplo, mencionó en su sermón del último sábado de aquellas reuniones: “Hay quienes creen que deben ser un poco mejores antes de ir a Jesús. […] Pero no podemos hacer eso. Nuestra única esperanza es mirar, y vivir”.[20] Reflexionando sobre aquellas reuniones, ella comentó respecto de los participantes: “Ellos estaban luchando para abstenerse del pecado, pero confiaban en su propia fuerza”. Tales intentos eran inútiles. Por lo tanto, ella invitó a todos a “ir a Jesús así como estaban, confesar sus pecados y lanzarse desamparados sobre nuestro compasivo Redentor”.[21] Cuando vamos a Jesús, enseguida “podemos quedan en paz, creyendo en que lo que Dios prometió él es capaz de cumplir”.[22]

LOS FRUTOS

Repetidamente, Elena de White habló del “poder de Dios [que] asistirá el mensaje dondequiera que sea predicado”.[23] En vez de ser apenas un poder sentimental que “hacía cosquillas” en las emociones de las personas, muchos eran convertidos y se reconciliaban unos con otros. “Ellos fueron transformados, reflejando ese cambio a través de su propia imagen”.[24] Se realizaron varias confesiones, fueron solucionados errores y el yo fue crucificado; corazones que estaban separados volvieron a la mutua armonía. Eso ocurrió porque “el plan de salvación quedó tan claro que incluso un niño, en su simplicidad, podría entenderlo”.[25] Elena de White dijo: “No se podría convencer a aquellas personas en South Lancaster de que aquel no era un mensaje de luz que había venido directamente para ellos”.[26]

Curiosamente, esos resultados no eran forzados. Las reuniones transcurrieron “libres de toda euforia indebida. No hubo ninguna exhortación ni llamado. Las personas no fueron llamadas para que fueran al frente”.[27]

Pocas semanas después, escribiendo para la Review and Herald, S. N. Haskell destacó el mismo hecho, en una de las más profundas reflexiones sobre aquellas reuniones. Mencionó lo siguiente: “El gran deseo manifiesto era por la pureza de corazón. Todos parecían comprender que estábamos bajo el juicio investigativo, y que todo debía estar bien con Dios y entre los hermanos. La obra fue profunda y completa. Hubo una gran espontaneidad en las confesiones presentadas, lo que raramente es testificado, y nada era forzado. Ninguna presión fue ejercida sobre los participantes. Cuando los pecados fueron confesados, cánticos de alabanza y acciones de gracias se desarrollaban de manera revivificadora. Fueron escuchadas expresiones tales como: ‘Nunca había experimentado nada parecido a esto’. ‘Parece que tenemos un nuevo evangelio’. ‘Nunca había entendido el amor de Dios así como fue presentado aquí’, entre otras. La impresión solemne que quedó para muchos era que aquello era apenas algunas gotas de lo que será experimentado por aquellos que desempeñen su papel en el cierre de la obra de Dios; el fuerte pregón del tercer mensaje angélico, que madurará el grano para la cosecha”.[28]

Este autoexamen profundo y aquellas confesiones solamente pudieron verificarse porque esas personas tuvieron la certeza del perdón divino para sus pecados. Haskell concluyó su artículo con las siguientes preguntas para reflexionar: “¿Será realmente verdad que estamos recibiendo el derramamiento del Espíritu Santo, lo que va a crecer en poder y extensión hasta que alcance el fuerte pregón del mensaje del tercer ángel? ¿Será que comprendemos que estamos en el límite del tiempo de prueba y de las escenas del mundo eterno?” Casi sin creer en él mismo, exclamó: “¡Estas cosas son verdaderas!”

En el cierre de aquellas reuniones, fueron bautizadas 17 personas y muchas otras salieron de allí con ese mismo deseo.

REAVIVAMIENTO HOY

Algunos podrían argumentar que el contexto en que se encontraba el adventismo más de 120 años atrás fue totalmente modificado, y lo que fue relevante para nuestros hermanos en South Lancaster no es importante para nosotros hoy. Sin embargo, creo que Elena de White no estaría de acuerdo con esta idea. Ellos difundieron el mensaje del amor de Jesús y de la justificación por la fe en Cristo no solamente en South Lancaster, sino también en innumerables ciudades durante los meses siguientes a este reavivamiento. Ese doble énfasis los protegió contra los extremos del legalismo (intentar establecer su justicia propia, y merecer así el amor divino); y del liberalismo (proclamar que Dios nos ama tanto que no da importancia a lo que hacemos). Tal equilibrio todavía es necesario y relevante para nosotros hoy.

Un año después de las reuniones en South Lancaster, Elena de White compartió la siguiente reflexión: “Este mensaje, así como fue presentado, debería estar en cada iglesia que afirma creer en la verdad, y llevar a nuestros hermanos a alcanzar un nivel más elevado”.[29] Lamentablemente, su deseo todavía no había sido realizado completamente.[30]

¿Qué podemos aprender sobre el reavivamiento a partir de lo que sucedió en South Lancaster? ¿Cómo podemos nuevamente experimentar y reproducir ese suceso? Para comenzar, pensando en el refrán popular: “No podemos dar lo que no tenemos”. Por lo tanto, nosotros mismos necesitamos estar íntimamente familiarizados con el verdadero evangelio que tocó el corazón de Elena de White. Para que eso ocurra, podemos leer, por ejemplo: The Glad Tidings y Christ and His Righteouness, de E. J. Waggoner;[31] o, con más frecuencia, el libro El camino a Cristo, de la propia Elena de White. Además, estudiando la Biblia y, en sus páginas, buscar a Cristo y a “este crucificado”.

Cuando seamos contagiados por el mensaje del ilimitado amor de Cristo y de su poderosa gracia, eso será reflejado en nuestra predicación. Encontraremos maneras de predicar sobre todos los asuntos: mayordomía cristiana, profecías, salud o cualquier tema que sea, a través de las lentes de este evangelio motivador.

¿Qué sucedería si en nuestros concilios pastorales y nuestras asambleas dedicáramos más tiempo al estudio de estos temas? ¿Qué pasaría si realizáramos un retiro espiritual de dos o tres días, dedicado a profundizar nuestro conocimiento sobre ese asunto; que, como bien lo expresó Elena de White, “va a absorber todos los otros”?[32] Hemos experimentado esta realidad durante los últimos años en nuestra Asociación (Nordeste de Nueva Inglaterra, Estados Unidos). Como pastores, hemos pasado algunos días en nuestro campamento durante el otoño, simplemente orando y estudiando juntos la Biblia. Para nosotros, estos han sido dulces y emocionantes momentos de comunión que nos dejaron reavivados, revigorizados y mejor preparados para presentar el Pan de vida a los miembros de nuestras iglesias.

Cuando cada uno de nosotros experimente un reavivamiento por medio de estas experiencias, contagiaremos a los hermanos en nuestras iglesias y avanzaremos hacia la victoria, disfrutando del reavivamiento pleno y final que Dios ansiosamente desea que experimentemos.

Referencias

1 Elena de White, Review and Herald (22 de marzo de 1887), p. 177.

2 ___________, ibíd. (5 de marzo de 1889), p. 146.

3 The Ellen G. White 1888 Materials (Washington, DC: Ellen G. White Estate, 1987), t. 4, p. 1.575.

4 Ibíd., t. 2, p. 542.

5 Ibíd., p. 543.

6 White, Review and Herald (5 de marzo de 1889), p. 146.

7 _____, “Draw Nigh to God”, Review and Herald (4 de marzo de 1890).

8 Sobre la base de los datos disponibles, no me parece que E. J. Waggoner estuviera presente en las reuniones en South Lancaster.

9 White, Review and Herald (5 de marzo de 1889), p. 146.

10 Ibíd.

11 Ibíd.

12 Para material auxiliar sobre el asunto, acceda a http://www.adventistarchives.org/docsRH/RH18890129- V66-05_B/index.djvu

13 White, Review and Herald (5 de marzo de 1889), p. 145.

14 _____, ibíd. (26 de febrero de 1889), p. 129.

15 Ibíd. (5 de marzo de 1889), p. 145.

16 Ibíd., p. 146.

17 Ibíd., p. 145.

18 Ibíd., p. 146.

19 Ver 1888 Materials, t.1, p. 217.

20 White, Review and Herald (26 de febrero de 1889), p. 130.

21 Ibíd. (5 de marzo de 1889), p. 146.

22 Ibíd., p. 145.

23 Ibíd. (18 de marzo de 1890), p. 161.

24 Ibíd. (5 de marzo de 1889), p. 146.

25 1888 Materials, t.1, p. 371.

26 White, Review and Herald (18 de marzo de 1890), p. 161.

27 Ibíd. (5 de marzo de 1889), p. 146.

28 S. N. Haskell, Review and Herald (29 de enero de 1889), p. 73.

29 White, ibíd. (18 de marzo de 1890), p. 161.

30 Ver Ron Duffield, The Return of the Latter Rain: A Historical Review of Seventh-day Adventist History From 1844 Through 1891 (n.p.: 4th Angel, 2010).

31 E. J. Waggoner, The Glad Tidings (Oakland, CA: Pacific Press Publishing Association, 1900); Christ and His Rightneousnes (Oakland, CA: Pacific Press Publishing Association, 1890).

32 White, Review and Herald Extra (23 de diciembre de 1890), p. 2.