Bendiciones y Maldiciones
¿Cómo deberíamos interpretar las listas de bendiciones y maldiciones de la Biblia? Dan la impresión de que tenemos que servir a Dios por temor.

Las listas más importantes de bendiciones y maldiciones del pacto se encuentran en Levítico 26 y Deuteronomio 28. Las bendiciones y las maldiciones están directamente relacionadas con el pacto que Dios hizo con el pueblo de Israel, por lo que deberían interpretarse en ese contexto.

1. Las bendiciones del pacto: Pacto es un compromiso mutuo entre dos personas o grupos. En el caso de Israel, Dios tomó la iniciativa e Israel respondió con un juramento de lealtad. El pacto es una común metáfora bíblica usada para describir la relación de Dios con su pueblo. Este tipo de relación se basa en promesas y la confianza mutua, e incluye obligaciones y responsabilidades. El pacto estaba arraigado en la bondad divina manifestada al librar a Israel del poder opresor de Egipto (Éxo. 20:1). La relación del pacto de los israelitas con Dios, su compromiso de fidelidad exclusiva a él, fue la respuesta de amor a la bondad previa de Dios hacia ellos. Las bendiciones –la fertilidad de los israelitas, la tierra y los animales, la victoria sobre los enemigos, la prosperidad–eran las promesas divinas para ellos como socios del pacto (Deut. 28:1-14). Todas las bendiciones del pacto se desprendían de la bendición inicial de haber sido liberados de Egipto, por lo que estaban arraigadas en la experiencia diaria del pueblo. Este pacto estaba cimentado en una promesa divina fundamental: «Andaré entre vosotros: seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo» (Lev. 26:12). Los israelitas se comprometieron con Dios como el único y exclusivo, y para preservar el orden religioso y social establecido por él mediante la ley del pacto. Así podrían vivir dentro de la esfera de sus bendiciones.

2. Las maldiciones del pacto: Como el pacto asume una disposición de entrar en una relación, siempre existe la posibilidad de debilitar o interrumpir la relación. Al enumerar las maldiciones del pacto –infertilidad, derrota, enfermedades, pérdida de la tierra, exilio– Dios reconoció que los seres humanos podían poner fin al pacto. Que los resultados de esa acción se llamen maldiciones indica que Dios no ignora lo que hacemos como socios del pacto. Se interesa tanto, que reacciona de manera equivalente (Lev. 26:21). ¡Dios nos toma en serio!

Las maldiciones también funcionan como disuasivo. Dios enfatiza los resultados negativos de quebrantar el pacto para así desalentar la desobediencia. Nuestra calidad de vida se ve dañada radicalmente cuando se quebranta la relación del pacto. Desde una perspectiva positiva, podemos decir que el énfasis en las maldiciones es una motivación a ser fieles al pacto. Por último, las maldiciones son descritas como la actividad disciplinaria de Dios contra la desobediencia (26:14, 18, 27). Dios no renuncia fácilmente a nosotros.

3. Las bendiciones y maldiciones del pacto: La yuxtaposición de bendiciones y maldiciones en la relación del pacto presupone un orden cósmico. El mundo bíblico, al igual que el nuestro, se formó por esferas de bendiciones y maldiciones. La primera se desarrolla dentro del ámbito del pacto y la segunda, dentro del ámbito del pecado, fuera de la relación del pacto. La paz shalom y el descanso solo están disponibles en el Señor del pacto, en el orden que él ha establecido. En términos teológicos, las maldiciones afirman que fuera de una relación del pacto con el Salvador solo podemos experimentar perturbación interna, caos y la constante irrupción de la muerte que resulta de la derrota y el sufrimiento. Dios nos llama a buscar sus bendiciones y evitar sus maldiciones como una manera dramática de escoger la vida sobre la muerte (Deut. 30:19).

El conflicto entre las bendiciones y las maldiciones llegará a su fin. Dios prometió a Israel que aunque ellos quebrantaran el pacto, él sería fiel a su parte y a sus promesas de salvación. Los que quebrantan el pacto siempre pueden acceder al perdón (Lev. 26:40-45). Cristo tomó la maldición sobre sí mismo y nos liberó de ella (Gál. 3:13). Podemos aguardar con ansias el día en que ya «no habrá más maldición» (Apoc. 22:3).