¿Cómo adoptar la modestia cristiana en la vida práctica?

Una comisión de líderes adventistas de ocho países sudamericanos votó, hacia el nal del año 2012, un documento intitulado Estilo de vida y conducta cristiana. El objetivo era rea rmar la creencia bíblica defendida por la Iglesia Adventista del Séptimo Día relacionada con el comportamiento de un cristiano enfrentado a las diferentes situaciones de la vida cotidiana, tales como: recreación, medios de comunicación, vestimenta, sexualidad, joyas, ornamentos y salud. La idea de la declaración no es sustituir a la Biblia, ni tampoco crear nuevas normas.

La intención fue resumir, en un lenguaje simple, pero claro y objetivo, lo que Dios estableció en su Palabra sobre estos temas, dentro del contexto de la misericordia y de la gracia cristianas. Se trata de un material que reúne en un solo lugar varias declaraciones que re ejan el pensamiento adventista acerca de este asunto. Como el mismo texto nos dice, “las recomendaciones presentadas en este documento no deben ser usadas como elemento de crítica o enjuiciamiento para con los otros, sino como un apoyo para la vida personal”.

Estos son los dos primeros párrafos de este Documento, y ya nos sirven de base para a rmar que el tema de la modestia cristiana va más allá del tópico del vestuario.

Entonces, ¿qué es la modestia cristiana? Los diccionarios modernos nos ofrecen diversas de niciones, tales como: (1) tener o demostrar una estimación moderada de los propios talentos, habilidades y valor; (2) poseer o proceder de una falta de disposición a llamar la atención hacia sí mismo; retraído o tímido; (3) reserva y decoro

en el discurso, vestimentas o comportamiento; (4) libre de exhibición u ostentación; modesto, sencillo; (5) moderado o limitado en el tamaño, cantidad o alcance; no extremo. Podemos decir, entonces, que la virtud de la modestia está íntimamente relacionada con la humildad.

Noah Webster de ne la modestia como “aquel temperamento humilde que acompaña una estimación moderada de valor propio y de importancia”. Y él agrega: “En el sexo femenino, la modestia tiene las mismas características que en los hombres; sin embargo, la palabra también resulta usada como sinónimo para la castidad o la pureza de los modos”.

Entonces, de un modo simple y objetivo, vamos a evaluar dos cualidades que pueden ayudarnos a vivir modestamente: 1. Humildad: La primera lección que debemos aprender antes de poder ser modestos es la misma que había aprendido José: el orgullo lleva a la caída. El orgullo es la raíz de casi todos nuestros problemas. Este causó la caída de Lucifer; sin embargo, es el único pecado socialmente “aceptable”, y que también puede presentarse entre los líderes de las iglesias.

Sin embargo, ¿qué es el orgullo? Esencialmente, es el rechazo a la sumisión. Toda la vida cristiana está basada en la sumisión – las mujeres a los maridos, los maridos a las mujeres, los miembros de la iglesia unos a otros, y todos nosotros a Cristo y a la autoridad con que él inviste a su iglesia. Esto incluye la santi cación del séptimo día, y no del sexto; la devolución del diezmo a la casa del tesoro y no a cualquier proyecto meritorio de elección particular.

Pablo trató de este mismo asunto en la iglesia primitiva cuando habló de la cuestión de las carnes que habían sido ofrecidas a los ídolos. Él dijo que algunas cosas pueden ser lícitas, pero no todas son convenientes. Y Cristo ejemplificó en su vida el patrón de modestia y humildad. 2. Principios: A José lo habían llevado al mercado y había sido vendido en subasta pública como si fuera un animal. Allí, Potifar, el o cial del Faraón, comandante de la guardia, lo había comprado. José había tenido una libre elección de cómo iba a reaccionar en aquel momento. Y decidió permanecer el a sus principios. Esta es la lección número dos. Un hombre de menor valor que él hubiera dicho: “Ya que fui renegado por mi familia y abandonado por mi Dios, estando en Egipto actuaré como los egipcios”.

Elena de White escribió lo siguiente con respecto a José:

“Estuvo en medio de la idolatría. La adoración de dioses falsos estaba rodeada de toda la pompa de la realeza, sostenida por la riqueza y la cultura de la nación más altamente civilizada de aquel entonces. No obstante, José conservó su sencillez y delidad a Dios” (Elena de White, Patriarcas y profetas, p. 215 [Buenos Aires: ACES, 2015]).

En aquella época, en Egipto había una sociedad moderna con una cultura amoral. No pienses, ni siquiera por un momento, que no habría habido seducciones para este solitario adolescente.

Egiptólogos y arqueólogos descubrieron que las mujeres del antiguo Egipto fueron las primeras en considerarse mujeres liberadas. Los monumentos egipcios testifican de la debilidad moral existente en aquel imperio.

Concluimos, entonces, que para vivir el principio de la modestia con alegría cristiana necesitamos la base de la humildad y de la perseverancia en los principios bíblicos. Tú ¿aceptas el desafío?