Crecimiento personal

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Introducción: 1. El origen de la frase “crecimiento personal” se suele atribuir al psicólogo estadunidense Abraham Maslow. Según Maslow, las dos primeras características que debe desarrollar una persona para crecer personalmente son: (a) la percepción más adecuada de la realidad, y (b) la aceptación de sí mismo y de los demás. Crecimiento personal: aportaciones de oriente y occidente. Mónica Rodríguez Zafra, 26.

De acuerdo con estas apreciaciones propuestas como base para alcanzar el crecimiento personal, podemos entonces destacar la importancia que tiene el conocer la realidad de nuestra persona. Esta puede llegar a ser una tarea desafiante y sorprendente, pero también algo incómoda, y hasta desalentadora en algún momento. 

Les comparto la siguiente experiencia de crecimiento personal. Un joven estudiante universitario solía tener una actitud interior particular en los primeros minutos de los cultos cuando la predicación estaba a cargo de pastores que visitaban la universidad, y solían tener muchos años de ministerio. El punto era qué para este joven, estos ministros de la Palabra hacían introducciones que por lo general eran algo extensas. Usaban el tiempo para explayarse en asuntos como anécdotas vividas en el viaje, cuestiones idiomáticas, culturales o gastronómicas, experiencias de vida pastoral, etc. El muchacho razonaba en su corazón: ¡Ya, que habrá la Biblia y comience el sermón!… El punto sorprendente de esta vivencia de crecimiento personal es que ese muchacho es hoy es también es un pastor de “muchos años de ministerio” …; y hay veces que hace lo mismo al inicio de mis sermones… Debo mejorar. Ro 2:1.

  1. Con relación al crecimiento personal hay dos declaraciones de Elena White, entre otras, que son pertinentes para citar. En la primera de ellas, Elena White declara que: “Conocerse a sí mismo es un gran conocimiento. El verdadero conocimiento propio lleva a una humildad que prepara el camino para que el Señor desarrolle la mente, y amolde y disciplina el carácter”. 2 MCP, 366. 

Este discernimiento de nuestra realidad no solo nos ayuda a nosotros, sino también puede hacernos comprender mejor a nuestros semejantes. Como consecuencia vemos la tremenda necesidad que tenemos de que el Espíritu Santo moldeé nuestro carácter a la semejanza de Jesucristo. 

Y la segunda cita es solo una oración en la que ella asevera que: “No puedes cambiar tu corazón, pero puedes elegir servirle”. CC, 47. Por si mismos no podemos transformar nuestro corazón, pero si podemos elegir entregar nuestra vida al servicio del Salvador. En este sentido, un ejemplo bíblico de crecimiento personal y de entrega al servicio del Señor y a su iglesia, fue la vida de apóstol Pedro. Veamos cómo fue su crecimiento personal, y para ello lo dividiremos en tres etapas de su vida: preparación, ejecución y maduración. 

  1. Preparación
  2. Pedro siempre estaba listo para hablar: Lc 8:45. En una oportunidad dijo afirmando: “Señor, dispuesto estoy a ir contigo no solo a la cárcel, sino también a la muerte”, Lc 22:33. “Mi vida pondré por ti”, Jn13:37. En esa etapa de su vida la personalidad de Pedro era impetuosa. Solía obrar sin considerar mucho el alcance de sus palabras.

En la ocasión en que un joven rico se presentó al Maestro con la inquietud de saber cómo alcanzar la vida eterna, y entre tanto que Jesús aprovechaba la situación para mostrar como las riquezas pueden obstruir en la vida para prepararse para el Reino de los cielos; la voz de Pedro aparece otra vez haciendo una declaración contundente, acompañada de una pregunta demandante: “He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?”. Mt 19:27. 

“Esta pregunta formulada por Pedro muestra que él pensaba que cierta cantidad de trabajo de parte de los apóstoles merecería una cierta cantidad de recompensa”. CMC 355 “Pedro manifestó los sentimientos de un asalariado”. RH, 10 de julio de 1894 

El Señor transformó esta situación algo tensa, en un momento de crecimiento personal para Pedro y los discípulos presentes. El Maestro lo hizo a través de la parábola de los obreros de la viña, Lc 20:1-16. Este era un momento particular en la vida de Pedro para crecer en los principios del Reino de Dios, sobre todo en la gracia, foco de la parábola que presentó el Señor. 

En oportunidades la Divinidad opera a través de las situaciones que viven sus hijos, con la finalidad de hacerlos crecer y transformarlos en mejores misioneros. Estas circunstancias pueden ser incomprensibles al presente de sus hijos. Pedro recibió del Señor una declaración que refleja este tipo de escenario: “Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después”. Jn 13:7

  1. Según Zafra los obstáculos más destacados para el crecimiento personal son el miedo y la culpabilidad. Zafra, 19, 20. Por los relatos de los Evangelios notamos que estas dos características negativas se manifestaron en ciertos momentos en la personalidad de Pedro.
  2. Miedo: Cuando Jesús le concede a Pedro caminar sobre las aguas, este pudo hacerlo, siempre que tuviera su vista en el Señor. Al quitar su mirada de Cristo comenzó a dudar y a hundirse, Mt 14: 28-30. “Mirando a Jesús, Pedro andaba con seguridad; pero cuando con satisfacción propia, miró hacia atrás, a sus compañeros que estaban en el barco, sus ojos se apartaron del Salvador… Pedro sintió miedo”. DTG. 344

Aquí tenemos otro escenario desfavorable para Pedro, el cual Jesucristo lo aprovechó para transformarlo en un momento de aprendizaje para su crecimiento personal y de confianza en Él. “Andando lado a lado, y teniendo Pedro su mano en la de su Maestro, entraron juntos en el barco. Pero Pedro estaba ahora subyugado y callado. No tenía motivos para alabarse más que sus compañeros, porque por la incredulidad y el ensalzamiento propio, casi había perdido la vida. Cuando apartó sus ojos de Jesús, perdió pie y se hundía en medio de las ondas”. DTG, 344

“En este incidente sobre el mar, deseaba revelar a Pedro su propia debilidad; mostrarle que su seguridad estaba en depender constantemente del poder divino. En medio de las tormentas de la tentación, él podía caminar tan sólo si, desconfiando totalmente de sí mismo, fiaba en el Salvador. En el punto en que Pedro se creía fuerte, era débil; y hasta que no discernió su debilidad no pudo darse cuenta de su necesidad de depender de Cristo. Si hubiese aprendido la lección que Jesús trató de enseñarle en esa experiencia sobre el mar, no habría fracasado cuando le vino la gran prueba”. DTG 345

  1. Culpabilidad: Probablemente una de las declaraciones bíblicas más profunda que muestra el estado de pecado del ser humano sea la siguiente expresión de Pedro, al poder contemplar tan de cerca la autoridad y santidad divina de Jesucristo: «Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador». Y otra vez vemos al Señor actuando para ayudar a Pedro a comprender su misión, el propósito de su vida. “Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora pescarás hombres». Lc 5:8, 10. 
  2. “Después de que Pedro fuera inducido a negarse a sí mismo y a confiar en el poder divino fue cuando se lo llamó a trabajar para Cristo”. DTG 213. Y esto de se dio en Pedro después de recibir numerosas correcciones del Maestro. “El impetuoso Pedro, tan violento y seguro de sí mismo, a menudo aparentaba ser inferior a Judas. El Salvador le reprendió más veces que al traidor. Pero ¡qué vida de servicio y sacrificio fue la suya! ¡Cómo atestigua el poder de la gracia de Dios!” MC, 394
  3. Ejecución
  4. En esta etapa de crecimiento personal el discípulo pondría en práctica lo que el Maestro le enseñó. “En los evangelios Pedro estaba en la fase de capullo, pero en el libro de los Hechos se convierte en mariposa”. Cincelado por la mano del Maestro, Edwin Lutzer, 144. Esto se nota en Hch 2. Lleno del Espíritu Santo, Pedro usó de las Escrituras en forma relevante, y ante la pregunta de la multitud, “¿qué haremos” (Hch 2:37), Pedro responde desde su propia experiencia con el Señor. La primera palabra que Pedro expresa para contestar a la interrogación fue “arrepentíos”, Hch 2:38. En un encuentro posterior con una multitud, en el pórtico de Salomón, volvió a utilizarla la misma palabra para persuadirlos de ir al Señor, Hch 3:19.  

Cómo se ha dicho, el crecimiento personal es gradual. En estos años de su vida Pedro había crecido junto al Señor, pero el proceso debía continuar y Pedro debía seguir conociéndose a sí mismo para comprender mejor a los demás. Hay un hecho que muestra esta necesidad en Pedro.

Tiempo después Pedro estuvo en Antioquía. Al comienzo, su proceder con los gentiles que habían convertido era correcto, hasta que por influencia de algunos judaizantes mudó su posición en cuanto a las demandas del Evangelio para con los hermanos convertidos que no procedían del judaísmo, Ga 2:12-14. “… Pedro cambió imprudentemente su actitud hacia los conversos del paganismo». HAp 161

“Pedro vio el error en que había caído, y se puso a reparar inmediatamente el mal que había hecho, hasta donde pudo. Dios, que conoce el fin desde el principio, permitió que Pedro revelara esta debilidad de carácter, con el fin de que el probado apóstol pudiera ver que no había nada en sí mismo por lo cual pudiera enorgullecerse. Aun los mejores hombres, abandonados a sí mismos, se equivocan. Dios vio también que en lo venidero algunos se engañarían hasta el punto de atribuir a Pedro y sus presuntos sucesores las exaltadas prerrogativas que pertenecen a Dios solo. Y este informe de la debilidad del apóstol subsistiría como prueba de que no era infalible ni superior a los otros apóstoles”. HAp 161

III. Maduración

La escritora Zafra, apoyándose en el pensamiento del filósofo y teólogo Martín Buber (nacido en Viena, de familia judía y nacionalizado alemán) sostiene que el crecimiento personal de un individuo se puede ver al observar cuatro acciones: (a) en el percibir, (b) en el decir, (c) en su conducta emocional y (d) en su actitud amorosa. Zafra, 21

Al observar estas cuatro conductas en el transcurrir de la vida de Pedro se observa su crecimiento personal. Percibamos esto en las siguientes declaraciones de Pedro, después de años de servir al Señor.

“Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir”. 1 P 1:13-15. Aquí se observa el crecimiento personal del Pedro en el percibir, en el decir, en lo emocional y lo amoroso de su carácter.

En una forma más compacta se puede ver todas estas conductas en Pedro en la siguiente declaración: “Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey”. 1 P 2:17. También en el siguiente pasaje bíblico se observa en la expresión que se le atribuye a apóstol de Jesucristo: “Santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”. 1 P 3:15. Ya no es sacar la espada, Jn 18:10; sino con la “mansedumbre y reverencia”, usando otro tipo de espada, Heb 4:12.

Pedro, que había sido un hombre impaciente, con miedos y culpas; llegó a expresar y escribir en su etapa madura esta reflexión. “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”. 1 P 5:7.

Cierre:

  1. Para el cristiano, el crecimiento personal en lo espiritual implica un conocimiento progresivo de su estado de pecado. Conocer la condición en que está nuestro corazón. Y ese discernimiento lleva a la necesidad de la gracia salvadora y transformadora que proviene del Señor Jesucristo.

“A Pedro, el conocimiento de su propio corazón le permitió predicar de manera efectiva. Sus debilidades personales lo llevaron a escribir con sensibilidad y profundidad, sus dos cartas”. Lutzer, 140

  1. Para un cristiano el crecimiento personal también tiene que ver con tener el carácter de Jesucristo. En este sentido, Elena White escribió: “Todo lo noble y generoso que hay en el hombre responderá a la contemplación de Cristo en la cruz”. JT, TI, 518
  2. Al cerrar su segunda carta, Pedro manifestó todo el alcance de su crecimiento personal al describir el carácter de Dios y del plan de acción de Dios con relación a la promesa de restauración del planeta y de sus hijos fieles. “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz”. 2 P 3:9-14

Llamado: Entreguemos en cada experiencia de la vida, cada día, nuestro corazón a Cristo para que lo transforme, y nos haga crecer como cristianos para atraer a otros a su presencia. 

Al ver el estado de pecado de nuestro corazón, obra del Espíritu Santo en nosotros, confiemos en el Señor, entregándole el corazón para que lo transforme para servirle. Jesús nos quiere hacer pescadores de hombres. Por lo tanto, vivamos y compartamos la esperanza de la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo, “procurando con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz”, “y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”.