Cristo nos da un Nuevo Comienzo

Cristo nos da un Nuevo Comienzo


CRISTO NOS DA UN NUEVO COMIENZO

Joni Roger de Oliveira

 

Introducción

 

Se llama Programa Reencuentro a uno de los mayores movimientos que ha organizado la Iglesia Adventista en la División Sudamericana con la intención de traer a los que se apartaron nuevamente a la convivencia en la comunidad de creyentes. Básicamente, consiste en cuatro etapas a nivel de la Iglesia local:

  1. Actualización de la secretaría para identificar a los que ya no están asistiendo regularmente a la Iglesia, como también a los que están en proceso de disciplina o remoción.
  2. Inicio de un movimiento de oración intercesora, contactos y visita a esas personas.
  3. Una programación especial de reconquista, a través de la exaltación de la Palabra de Dios, recordando las preciosas promesas y el amor de Jesús por sus hijos.
  4. Finalmente, el Programa Reencuentro, donde todo el proceso termina con una decisión pública de una nueva aceptación de los principios de la fe adventista y, como consecuencia, el regreso a la comunión a través del rebautismo*.

Este programa se basa en varios textos bíblicos y del Espíritu de Profecía. Pasajes como las parábolas de Lucas cap. 15, la manera en la que Dios trató al pueblo de Israel impenitente en el libro de Oseas, el Salmo 139: 7-12 que revela la imposibilidad de esconderse de Dios, 2 Pedro 3:9 y otros, dejan luz, ora explícitamente, ora más implícitamente, sobre el deseo de Dios de no perder a ninguno de sus hijos.

Sin embargo, me gustaría utilizar aquí otro texto, el de Lucas 24:13-15.

 

  1. Discípulos frustrados.

 

En este pasaje, la Biblia nos cuenta que “…dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen”.

Muchos de los que se apartan de Dios, de la convivencia con los hermanos y de la iglesia, terminan por ‘caminar’ cabizbajos, tristes al enfrentarse con los acontecimientos que tienen lugar en el mundo. La conciencia culpable, las relaciones complicadas y desgastadas, la búsqueda inconsecuente por sentido y realización pueden ilustrarse como teniendo ‘los ojos velados’ para ver el claro contexto espiritual del gran conflicto entre Dios y Satanás.

Muchos se apartan de ‘Jerusalén’ cabizbajos, amargados y heridos, porque no ven el cumplimiento de sus expectativas.

Jerusalén no es perfecta, es verdad, tiene sus grandes problemas, pero aun así es la ciudad de paz. Aun así, allí el Salvador fue sacrificado y glorificado. Allí el velo del templo se rasgó y abrió el camino al cielo.

De la misma forma, la Iglesia no es perfecta, es una ‘construcción de ladrillos’ imperfectos, llenos de defectos, pero están siendo puestos sobre el fundamento perfecto.

Como dijo Philip Yancey en su libro La maravillosa gracia, “rechacé la Iglesia durante algún tiempo porque encontré muy poca gracia allí. Volví porque no descubrí gracia en ningún otro lugar”.

¿Qué sucedió después?

 

  1. Jesús tomó la iniciativa.

 

La Biblia dice que Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos”.

Vea qué increíble la sensibilidad de Jesús. Él no necesitaba haberse acercado. Él leyó los corazones. Él no necesitaba dedicar tiempo para escucharlos, era suficiente con decirles lo que sabía que necesitaban. No necesitaba entrar en la casa de ellos, podría haber pasado derecho por la aldea. ¡Pero, no! Jesús tomó la iniciativa. Él fue al encuentro de ellos, los acompañó en su realidad. “Andar con” en la Biblia, es más que simplemente hacer una caminata, tiene que ver con compartir las experiencias de la vida.

Eso nos enseña una gran lección: “La oveja que se ha descarriado del redil es la más impotente de todas las criaturas. El pastor debe buscarla, pues ella no puede encontrar el camino de regreso. Así también el alma que se ha apartado de Dios es tan impotente como la oveja perdida, y si el amor divino no hubiera ido en su rescate, nunca habría encontrado su camino hacia Dios” (Palabras de vida del gran Maestro, p. 146).

Jesús se acercó para caminar con ellos, para escucharlos y enseñarles, porque sabía que debía ser así. Sabía que su ejemplo sería seguido a lo largo de los siglos. No podemos cruzar los brazos e imaginar que los que están caminando solos, cabizbajos, en sentido contrario a ‘Jerusalén’, volverán sin nuestro empeño. Aunque el Espíritu Santo no nos necesite para hacer la obra de convencer del pecado, de justicia y de juicio, sí quiere usarnos como canales del amor divino.

 

  1. La relevancia de la Palabra.

 

Después de que sus ojos fueron abiertos por el estudio de la Biblia que tuvieron durante la caminata con Jesús, los cabizbajos discípulos reconocieron que sus corazones ‘ardían en el momento cuando les hablaba de la Biblia (vers. 32). El principio aquí es simple, pero fundamental. (Adipex) El cambio en el corazón de esos discípulos se dio a partir de dos aspectos: 1) Jesús se acercó para caminar con ellos. 2) Compartió las promesas de la Palabra de Dios.

Esos dos aspectos juntos, el relacional y el cognitivo, responden a la necesidad de la experiencia que todo el ser humano busca vivir. Los posmodernistas, de acuerdo con Donovan y Myors en su libro Refletions on Attrition in Career Missionaries (1997, p.51) prefieren lo que “es experiencial en vez de lo cognitivo”. Eso no significa que lo cognitivo perdió su relevancia para esa generación, sino simplemente que, ahora, como escribió Leonard Sweet en Postmodern pilgrims, (2000, p.33) ellos lo valoran cuando están junto con la experiencia.

Jesús les presentó la Palabra a esos discípulos e iluminó con ella exactamente los rincones más oscuros de sus corazones, aplicándola, haciéndola comprensible y de relevancia para ellos. No podemos dejar de considerar esto al planear las estrategias para rescatar a los que se han apartado de la Iglesia.

La Biblia nunca perderá su relevancia, sin embargo, al acercarnos a los que queremos rescatar, tenemos que escuchar con los oídos y el corazón para descubrir cuáles son sus necesidades reales y, a partir de ahí, ministrarles la Palabra restauradora de Dios.

 

Conclusión

¡Qué preciosas lecciones podemos aprender de esa experiencia de Jesús con los discípulos en el camino a Emaús! Esos hombres estaban fracasando en la fe que habían aprendido, pues no veían cumplidas sus expectativas como les hubiera gustado. Esos hombres se estaban alejando de Jerusalén, pero después de que Jesús estuvo con ellos, de haberles explicado su Palabra aplicada a las necesidades que los dos estaban enfrentando, experimentaron un cambio maravilloso, al punto que la Biblia nos dice que: “Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos” (vers. 33).

A través del Programa Reencuentro también queremos que muchos hijos Dios, vuelvan a la Iglesia ‘Jerusalén’ y encuentren reunida su familia en la fe, con los brazos abiertos para celebrar Un nuevo comienzo, de la alegría aquí y en el cielo.

“Al que se siente apesadumbrado por una vida de pecado, pero que no sabe dónde encontrar alivio, presentadle al Salvador compasivo. Tomadle de la mano, levantadle, decidle palabras de aliento y de esperanza. Ayudadle a asirse de la mano del Salvador.

Nos dejamos desalentar con demasiada facilidad respecto a los que no corresponden en el acto a los esfuerzos que hacemos por ellos. No debemos jamás dejar de trabajar por un alma mientras quede un rayo de esperanza. Las preciosas almas costaron al Redentor demasiados sacrificios para que queden abandonadas así al poder del tentador” (El ministerio de curación, p. 125).

 

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