Algunas veces nos enfrentamos con noticias como esta: “Apresaron a una persona sospechosa de falsedad ideológica, identidad falsa y ejercicio irregular de la profesión”. Esta noticia fue titular. Era la historia de un hijo que usaba la identidad de su padre, un médico, para trabajar en un hospital. ¡Qué absurdo! ¿No es cierto? La falsedad es algo que causa indignación. Si tú portas el título de cristiana, es de esperar que esta sea una identidad legítima. A fin de cuentas, a ti no te gustaría, literalmente, tomar el nombre de Dios en vano, ¿verdad?
La in uencia de nuestra imagen es mucho más grande de lo que te imaginas. Lo que nosotros vestimos afecta la manera en que actuamos y cómo nos ve el mundo. Está comprobado cientí camente que la ropa in uye hasta en nuestro comportamiento. Un estudio realizado en la Universidad Northwestern, en Chicago, EE.UU., demostró que tendemos a incorporar las características de la ropa que vestimos. De acuerdo con Adam D. Galinsky, uno de los responsables de este estudio, la ropa invade el cuerpo y el cerebro. También pudo ser constatado que la vestimenta in uye en la disposición, en el desempeño y en la manera en que somos vistos por los otros. Además, altera la configuración cerebral, ya que tiene influencia en la mente.
Sabiendo que la vestimenta afecta la manera en que el mundo nos ve, ¿cómo has invertido en tu marketing personal (marca personal)? Cuidado. Ten la seguridad de que tu apariencia transmita correctamente tu verdadera personalidad e ideología. Esta es la ley del dress to impress: “Vístete para ser vista. Sin exageraciones, sin extravagancia, con discreción; aunque claro, desarrollando un estilo personal fácilmente reconocible” (Carlos Hilsdorf, investigador del comportamiento humano, autor del best seller Actitudes vencedoras).
La psicología del vestir advierte que la ropa es nuestro primer lenguaje; es decir, antes de que digamos una sola palabra, nuestro atuendo envió alguna información acerca de nosotras. “Los objetos que usamos mandan mensajes acerca de quiénes somos, cómo queremos ser vistos y qué aspiramos a ser”, explica Sérgio Lage, magíster en Sociología.
«La mitra no es un sombrero para protegerse de la lluvia sino para comunicar que quien la usa es un obispo. En un honesto autoanálisis, se puede veri car que, en nuestro vestuario, lo que sirve para cubrir el cuerpo no supera el 50% del conjunto. El 50% restante, que va desde la corbata hasta las suelas de los zapatos, es una opción ideológica, o por lo menos la opción de enviar un mensaje en códigos y convenciones” (Umberto Eco, Psicología del vestir).
En el momento en que creé el blog Bonita Adventista, escribí un artículo acerca del famoso texto de 1 Timoteo 2:9: “[…] que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia […]”. Este texto bíblico continúa, y declara que el verdadero adorno de la mujer es su actitud, sus obras. La mujer cristiana no necesita vestirse de una manera que llame la atención a sí misma. Y yo dije que “no necesita” y no que “no puede”. ¿Te imaginas todo esto en un diálogo?
– Ah, tú eres creyente; entonces, no puedes usar esmaltes coloridos, joyas, ropas cortas y maquillaje fuerte, ¿no es cierto?
– Claro que puedo, pero no lo necesito.
Piensa en Dios como un padre amoroso que nos dice: “Hijita, tu valor trasciende al de cualquier realeza, y tu manera de ser te hace destacarte más que si estuvieras vestida con la más famosa marca de ropa del mundo. No quiero que tú dependas de la moda para sentirte especial. Quiero que dependas de mí”. De esta manera, es mucho más fácil contextualizar y comprender el amor divino por detrás de los consejos bíblicos con relación a la imagen.
Entonces, sabiendo esto, ¿te parece que podemos o no condescender con la moda? Hay un texto muy interesante de Elena de White que despeja esta polémica:
“Los cristianos no deberían tratar de convertirse en objetos de curiosidad por vestirse en forma diferente de la del mundo. […] Si el mundo introduce una moda de vestir conveniente y saludable, de acuerdo con la Biblia, el adoptar ese estilo de vestir no cambiará nuestra relación con Dios ni con el mundo” (Mensajes selectos, t. 2, p. 602).
La decencia, la modestia y el buen criterio son los pedidos de Dios para nuestra apariencia. ¿Sabías que la modestia es lo mismo que la simplicidad y la discreción? Podemos concluir que ser descuidada y mal arreglada también son diferentes maneras de ignorar este principio, pues llaman mucho la atención (ignoran la discreción). Casi nadie piensa en esta perspectiva; sin embargo, deberíamos hacerlo. Ser descuidado no es una actitud conveniente para los cristianos. Dios no creó a un pueblo para que sirviera de centro de las bromas del mundo; a n de cuentas, nuestro mensaje y nuestra misión son cosas serias.
Hay que tener cuidado de no vestirse de una manera fuera de la realidad, porque esto puede disminuir la credibilidad
que tienes ante las personas. Es mucho más fácil darle atención al mensaje de alguien aseado y bien arreglado, de lo que sería recibirlo de alguien cuya apariencia sea sucia y desarreglada, ¿no te parece? No debemos parecer extraterrestres; sin embargo, tampoco ser, en ningún momento, esclavos de los dictadores de las tendencias. El secreto está en el equilibrio, no siendo una de las primeras, ni tampoco de las últimas en entrar en la moda. Nuestro hogar no está aquí, pero tampoco está en Marte. Tienes que saber que antes de oír tus palabras analizarán tu imagen.
Durante las clases de Informativos Televisivos, en la Facultad, mi profesora, Valéria Hein, nos explicaba que, para presentar un noticiero por la televisión, el profesional debe estar vestido y peinado con elegancia, pero sin extravagancia. ¿Sabes por qué? La elegancia es necesaria para que el comunicador sea respetado y considerado seriamente. ¿Y qué decir acerca de evitar la extravagancia? Simple. El periodista no debe llamar la atención a sí mismo, sino a la noticia. Esta última frase encaja perfectamente en la descripción de un cristiano. Vamos a reformularla para que puedas entenderla mejor: El cristiano no debe llamar la atención a sí mismo, sino a la noticia (el evangelio).
Comienza a prestar atención al atuendo de las conductoras de los noticieros más serios de tu región, por ejemplo. Nunca las vas a ver en algún programa usando ropa osada, o demasiado ajustada, o con un escote profundo, sin mangas o con el cabello teñido de un color exótico. ¿Saben lo que sucedería si ella contrariara los patrones de elegancia y modestia en su profesión? Los telespectadores solamente recordarían su apariencia, reteniendo solo una pequeña parte (o nada) de su mensaje. Cada minuto que meditamos en los consejos de Dios con respecto al vestuario nos permite notar que ¡todos estos tienen mucha lógica! ¿Han tenido sentido para ti también?
“Nuestra vestimenta será una recomendación para los no creyentes. Será un sermón en sí mismo”, escribió Elena de White. Tú misma eres tu más grande marketing. Tu imagen es la recomendación de tu personalidad, especialidad y hasta aun de tus creencias. Antes de ser esposa de pastor, eres la hija del Rey. Y, como representante de la realeza, cada detalle de tu existencia atrae las miradas del mundo. Los focos de iluminación están sobre ti. Tus pasos son exhaustivamente analizados y comentados, y así será durante toda tu trayectoria. Lo quieras o no, tu vida es una especie de reality show. Todo esto forma parte de un o cio que tú no escogiste, y sin embargo fuiste designada para él.