El lado correcto de la historia

Estemos atentos a las instrucciones de la Palabra de Dios, y a su voluntad para nuestra vida y nuestro ministerio.

En varias partes del mundo, ocurren asombrosos cambios culturales, y los terrenos sólidos se convierten en arenas movedizas. En medio del desarrollo de agendas y líneas de combate en acción, escuchará esta frase, frecuentemente repetida: “Quiero estar del lado correcto de la historia”. El lado correcto de la historia ¿se encuentra en la dependencia de la marea de la opinión popular o del voto de la mayoría? ¿Con qué criterio podemos decidir cuál es “el lado correcto” o el “lado equivocado” de la historia?

La historia revela que, frecuentemente, la mayoría está engañada. La verdad no está determinada por encuestas de opinión ni por el voto popular. Salomón nos recuerda que “hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte” (Prov. 16:25). Como cristianos, las determinaciones sobre lo “correcto” y lo “equivocado” deben estar en el contexto de las enseñanzas bíblicas. La Palabra de Dios debe ser siempre lámpara a nuestros pies y luz en nuestro camino (Sal. 119:105).

Debemos, también, mostrar gracia y respeto hacia aquellos cuya opinión difiere de la nuestra. Cuando reivindicamos estar del lado correcto de la historia, estamos dando a entender que las personas que sostienen una posición diferente están del lado equivocado; de esta manera, estamos juzgándolas.

El llamado a seguir a Jesús como Salvador y Señor comprende buena voluntad para rendirle nuestra agenda y dejarlo ser el autor de nuestra historia. Así, nosotros menguaremos y él crecerá. Pediremos que el Espíritu Santo dirija nuestros sueños y aspiraciones, de acuerdo con la voluntad de Dios. Oraremos como Jesús nos enseñó: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mat. 6:10).

En la persona de Juan el Bautista, encontramos un maravilloso ejemplo de una vida entregada a la voluntad de Dios. Cuando las personas escuchaban su llamado al arrepentimiento, estoy seguro de que hubo algunas que lo catalogaron como alguien que estaba en el lado equivocado de la historia, que vivía en el desierto, y que se negaba a dejarse llevar por las reglas culturales de la época. ¿Quién se pensaba que era para pedir a las personas que poseían dos capas que dieran una a quien la necesitaba; o que los soldados no intimidaran a las personas ni las acusaran falsamente, sino que estuvieran contentos con su propio salario (Luc. 3:11-14)? ¿Acaso no entendía, ese profeta, que debía trabajar dentro del sistema?

Cuando Juan el Bautista enfrentó la corrupción y las fallas morales, fue lanzado a prisión (Mar. 6:17, 18). Indudablemente, muchos de los líderes seculares y religiosos juzgaron que él estaba del lado equivocado de la historia. Pero, Jesús dijo de él: “Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista” (Mat. 11:11). Y agregó: “Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir” (vers. 14). Si Elías hubiera estado preocupado por la opinión pública, no habría hablado contra el culto a Baal. Contra los 450 profetas de Baal y los 400 profetas de Asera, Elías estaba humanamente en desventaja; desde la perspectiva humana, él claramente estaba del lado equivocado de la historia. Del mismo modo, Juan el Bautista estaba en desventaja y, cuando murió solo y supuestamente abandonado, en un fétido calabozo, el mal aparentemente triunfó.

Pero, no debemos olvidar que “el Altísimo gobierna el reino de los hombres” (Dan. 4:17). Él es el Señor de la historia, y realiza su voluntad en medio de los planes y las pasiones humanas. Alinear nuestra vida y nuestra voluntad en completa armonía con su voluntad es todo lo que realmente importa.

A medida que valientemente seguimos la voluntad revelada de Dios, puede haber momentos en que seamos reconocidos por algunos por estar del lado correcto de la historia. También es cierto que seremos condenados por otros, que nos juzgarán como si estuviéramos del lado equivocado de la historia. Pero, cuando se escriba el último capítulo de esta Tierra, veremos que la Palabra de Dios permanece. Su voluntad habrá sido cumplida, así en la Tierra como en el cielo.

A medida que los valores y las visiones culturales cambian a nuestro alrededor, estemos atentos a las instrucciones de la Palabra de Dios, y a la voluntad de él para nuestra vida y nuestro ministerio.