El Pastor como entrenador

El Pastor como entrenador

“El Pastor como entrenador”

Pr. Josué Espinoza H.

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Pastoreo

En la actualidad muchas congregaciones y líderes no comprenden plenamente el rol bíblico del Pastor. Las costumbres culturales o prácticas tradicionales pueden limitar la influencia del ministerio pastoral haciendo intrascendente este oficio espiritual para el desarrollo integral de la iglesia. La figura del Pastor en el Nuevo Testamento consideraba entre sus funciones, el cuidado y la alimentación de la grey, así como la supervisión y la consejería (Ferguson, 1975, p.144). Por lo tanto las calificaciones, la preparación y el buen desempeño de los ministros determinará la salud y la eficacia de la iglesia. 

La figura del pastor del rebaño es tomada por Pedro de la analogía utilizada por Jesús en el evangelio de Juan (Jn. 10:1-16). A partir de esta imagen, el apóstol construye una forma en que los pastores deben ejercer su oficio en la iglesia (1 P. 5:2,3). Aquí la orden de apacentar la grey está acompañada de tres actitudes necesarias. La primera se refiere al servicio voluntario y desinteresado (v. 2). El espíritu de servicio debe ser el motivador principal para esta vocación. Jesús dijo que el asalariado no es leal a las ovejas y huye cuando se aproxima el peligro porque en realidad estas no le importan (Jn. 10:11-13). 

La segunda enfatiza la solicitad para atender las necesidades del rebaño que está a su cuidado (v. 2). El apóstol fortalece la idea de la buena actitud, la valentía y rapidez en el cumplimiento del deber pastoral. El rebaño está siempre en riesgo y el Pastor debe actuar como un guardián siempre alerta. Finalmente presenta la importancia de que este tipo de líderes sean ejemplos o modelos para la congregación (v.3). Es decir, estos líderes, al igual que Cristo, el Pastor Principal, deben revelar en carácter y conducta los estándares del reino para ejercer una influencia modeladora sobre la iglesia. 

 

Entrenamiento 

Dios escoge y capacita a quienes desea usar en el ministerio. Para lograr este objetivo utiliza diversos medios. Como la preparación formal, la enseñanza informal, las crisis personales y otras instancias no planificadas. Dios además espera que sus servidores mantengan una actitud de aprendizaje, con el fin de experimentar el desarrollo integral que los lleve a la madurez y los habilite para el ministerio (Anthony & Step, 2008, p. 34). 

Pablo afirma que el propósito de los dones espirituales es el perfeccionamiento de los santos “…para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef. 4:12). En otras palabras, el Señor equipa a los creyentes para que ayuden a otros a crecer y a llegar a la madurez espiritual. Y a partir de esta experiencia sólida puedan cumplir el ministerio de la Iglesia. Esta es una tarea principal e ineludible de los líderes espirituales. Elena de White (2009, p. 419) subrayó que ministrar a la grey es más que impartir sermones o satisfacer algunas demandas de los miembros. Ella precisa que es necesario que los que están al cuidado de la iglesia realicen un trabajo diligente y personal por los miembros. En este sentido, Elena G. De White además enfatizó que los Pastores deben realizar una obra que trascienda. Capacitar a los miembros para la misión, de acuerdo con sus dones, es la tarea que más edificará a la iglesia y dará éxito en su labor. Ella escribió: “La mejor ayuda que los predicadores pueden dar a los miembros de nuestras iglesias no consiste en sermonearlos, sino en trazarles planes de trabajo. Dad a cada uno un trabajo que ayude al prójimo. Enseñad a todos que por haber recibido la gracia de Cristo, tienen el deber de trabajar por El” (White, 1997, p. 181).

Jesús eligió a 12 hombres sin preparación formal, que poseían caracteres defectuosos. En apariencia, estos hombres contaban con más deficiencias que virtudes y su potencial para el servicio fue solo percibido por Cristo. Por este motivo era imprescindible que enfrentaran un proceso de transformación. Esta metamorfosis, así como la habilitación para el ministerio fue producida por la acción y la influencia directa de Cristo. Este proceso se basó en una relación intencionada cuyo propósito era el cambio personal y el desarrollo de las facultades para la predicación del evangelio (Mr. 3:14). Para este fin Jesús utilizó un modelo basado en el discipulado. Y como precisa Ogden (2006, p. 85) este no se basó en una formula concreta. Tampoco siguió una línea recta en su progreso. Más bien las distintas etapas se solaparon y repitieron.

Antes de ser llamados por Jesús, los discípulos eran parte de un grupo más amplio de seguidores, por los tanto estos hombres pasaron por una etapa de pre-discipulado. En este punto ellos eran discípulos candidatos, hasta que no reconocieron a Jesús como maestro y se sometieron a él (Jn. 1:35-39). Su elección no pasó por ellos mismos, sino por el llamado que Cristo les hizo (Jn. 1:43). MacArthur (2004, pp. 3,4) se refiere a tres etapas del llamado de Jesús a los discípulos. El llamado a la conversión (Jn. 1:35-51), el llamado al ministerio (Lc. 5:5-11) y el llamado al apostolado, que involucró un compromiso mayor, pues ellos debían salir al mundo para revelar a Cristo (Lc. 6:12,13). 

Jesús desarrolló su propio modelo de enseñanza, sin desechar principios o prácticas ya existentes. Ogden ((p. 89) afirma que Jesús utilizó el modelo rabínico, especialmente en la primera etapa del proceso. Esto es evidente en los primeros cinco capítulos del evangelio de Marcos. Este modelo consistía en que el aprendiz debía observar, absorber y copiar el estilo de vida de su maestro. Los principios, las creencias y actitudes eran expuestas con acciones, no con discursos o diálogos. Esta metodología fue utilizada por Jesús en distintos momentos durante de su  ministerio. Por ejemplo cuando lavó los pies de sus discípulos en la última cena pascual (Jn.13:14-15). Jesús declaró el principio que constituye la esencia de este modelo al decir: “El discípulo no es superior; más todo el que fuere perfeccionado será como su maestro” (Lc. 6:40).

Luego que Jesús se aseguró que los discípulos observaran lo que el hacía, los involucró como colaboradores. Les dio algo para hacer, pero bajo su supervisión. Esto es lo sucedió en ocasión de la alimentación de los cinco mil (Lc.9:13-17). En esta etapa, a menudo dialogó con ellos y les explicó con más detalles algunas lecciones presentadas, para asegurarse de que ellos entendieran (Mt. 13:36-43). El modelo de entrenamiento utilizado por Jesús consideró también que los discípulos aplicaran por si mismos las enseñanzas del Maestro. Para lograr su propósito de obtener un aprendizaje más profundo y permanente, envió a sus discípulos junto a los 70. Los envió de dos en dos para preparar las ciudades que luego recibirían a Jesús. Les dio claras indicaciones de lo que debían hacer, les dio autoridad y esperó a que volvieran con un informe de sus actividades (Lc. 10:1-20).

Finalmente Jesús transfirió su ministerio a los hombres que había preparado y moldeado a través de un proceso personalizado. Con características de adaptabilidad e innovación metodológica. Cuando Jesús dejó a estos aprendices, se fue con la seguridad de haber completado el curriculum necesario para que ahora asumieran la responsabilidad de liderar a la iglesia cristiana y lo representaran adecuadamente (Mt. 28:19).

 

Conclusión

Como sub-pastores de Cristo, los ministros adventistas deben comprender que su tarea no termina cuando llevan personas a Jesús. Tampoco cuando dedican tiempo a cuidar y supervisar la iglesia. Aunque todo esto es de la mayor importancia, lo primordial es enseñar y entrenar a los creyentes para alcanzar su potencial como discípulos del Maestro. Para que lleguen a la plenitud en Cristo y sean capaces de moldear a otros a través de su propia influencia (Col. 1:28). El pastor no debe ceder a la tentación de realizar la tarea de los miembros o concentrar todo en el. No debe privarlos de la bendición de crecer y edificar la iglesia a través del uso de sus dones. Tampoco debe caer en las tentaciones del liderazgo, buscando el control total o el reconocimiento social, impidiendo así el progreso de los creyentes (Cury, A. 2016, p. 130). Cuando esto sea comprendido transversalmente por miembros y pastores, entonces conoceremos una Iglesia más sana, capaz de auto-sustentarse, de crecer integralmente y cumplir la misión con éxito. 

 

Bibliografía

Anthony, M., & Estep, J. (2008). Administración básica para iglesias y ministerios cristianos. El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano. 

Cury, Augusto (2016). El hombre más inteligente de la historia. México, Editorial       

            Océano. 

Ferguson, E. (1975). Authority and Tenure Elders. Restoration Quartely, 18(3), 142- 150.

MacArthur, J. (2004). Doce hombres comunes y corrientes. Nashville, NT. Grupo Nelson.

Ogden, G. (2006). Discipulado que transforma: el modelo de Jesús. Barcelona, España. Editorial Clie.

Reina Valera 95. Sociedades Bíblicas Unidas 1995. 

White, E. (1997). Obreros Evangélicos. Ellen G. White Estate, Inc.

White E. (2009). Los Hechos de los Apóstoles. Buenos Aires, Argentina. Asociación Casa Editora Sudamericana.