“No existen sustitutos para el Espíritu Santo en la vida y el ministerio de un líder cristiano”.
Una de las medidas del progreso del hombre a través de los tiempos ha sido su descubrimiento y utilización de la energía: la fuerza muscular de hombres y animales, el fuego, el viento, el gas, el carbón y el petróleo, el vapor, la energía eléctrica y nuclear. Mientras tanto, extraña e infelizmente, pocos han reconocido y utilizado el poder espiritual de Dios. Dondequiera que el Espíritu Santo es mencionado en la Biblia, está relacionado de una forma u otra con el poder. Pero el mayor énfasis está en el poder espiritual.[1] Mediante muchas y diversas maneras el Espíritu Santo impulsó la evangelización de la iglesia apostólica. Veamos:
La plenitud del Espíritu dio osadía a los apóstoles. De acuerdo con Hechos 4:31, “cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios”. Algunos dicen que el bautismo del Espíritu lleva a las personas a hablar en lenguas extrañas. En cambio, el libro de Hechos muestra que ese bautismo resultó en una evangelización osada y poderosa.
El Espíritu Santo comisionó a evangelistas y misioneros. Pablo explicó que Dios llamó a algunos para servir como apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros (ver Efe. 4:11). Esas personas fueron llamadas y capacitadas por el Espíritu Santo, a fin de que pudiesen establecer y conducir a la iglesia. Su responsabilidad especial es capacitar a los miembros de iglesia para el ministerio. Hechos 13:1 al 3 informa cómo el Espíritu Santo llamó a Pablo y Bernabé para que sirvieran como misioneros. El Espíritu Santo dio a la iglesia líderes necesarios para cumplir su misión.
El Espíritu Santo guió a sus siervos de manera gentil, en la resolución de tensiones y problemas graves (Hech. 15).
El Espíritu Santo obró señales y maravillas por medio de los primeros cristianos. Esas señales y maravillas legitimaron el mensaje y el ministerio de los apóstoles. Por medio de esos milagros, el Espíritu confirmó a aquellos hombres como mensajeros de Dios (Hech. 4:31; 11:14-17).
El Espíritu Santo concedió dones a los creyentes. Pablo explicó, en 1 Corintios 12 y 14, la manera por la cual el Espíritu Santo otorgó dones a los miembros de la iglesia, a fin de que pudiesen cumplir su papel en la edificación del cuerpo de Cristo. Esos creyentes talentosos eran elementos clave para el crecimiento de la iglesia primitiva.
El Espíritu Santo guió la plantación de iglesias y prescribió los medios principales por los cuales el evangelio debe crecer en todo el mundo. Esos medios incluyen la proclamación del evangelio, el testimonio dinámico de los santos, las oraciones perseverantes de las iglesias y la disposición de los santos para sufrir por el evangelio de Jesucristo (Hech. 13-19).
El Espíritu Santo inspiró a los apóstoles a fin de que preparasen literatura permanente para la orientación de las iglesias en el ejercicio de su misión, la preservación del mensaje y del estilo cristiano de vida (2 Ped. 1:19-21; 2 Tim. 3:16, 17).
Tales funciones del Espíritu Santo son vitales para la misión. Además de eso, no debemos olvidarnos del trabajo adicional de Espíritu Santo en la vida de los cristianos. Él es “las arras” de nuestra herencia futura en Cristo (Efe. 1:13, 14). Andar en el Espíritu lleva a la victoria sobre los deseos carnales (Gál. 5:16). Él es quien derrama el amor de Dios en nuestro corazón (Rom. 5:5). Su presencia interior produce confianza no solamente en nuestra salvación, sino también en nuestra resurrección (Rom. 8:9-11), y distribuye dones para la edificación del cuerpo y para la obra del ministerio (Efe. 4:11, 12).
La superintendencia del Espíritu Santo en las misiones es evidente en todo el Nuevo Testamento. Queda claro que el Espíritu Santo no solamente residía en la iglesia primitiva, sino que la presidía.[2] Dwight Moody afirmó que “no hay mejor evangelista en el mundo que el Espíritu Santo”.[3] “Evangelismo sin el Espíritu Santo”, observó Miles Delos, “es como un cuerpo sin vida”.[4] “No existen sustitutos para el Espíritu Santo en la vida y el ministerio de un líder cristiano”, declaró Duewel, añadiendo que “estamos en peligro de ser más bien adiestrados en el nivel humano que capacitados por el Espíritu”.[5] Elena de White también exaltó el papel del Espíritu en el cumplimiento de la misión:
“La predicación de la Palabra no sirve da nada sin la presencia y ayuda del Espíritu Santo […]. Puede un predicador ser capaz de presentar la letra de la Palabra de Dios; puede estar familiarizado con todos sus mandamientos y promesas; pero su siembra de la semilla evangélica no tendrá éxito a menos que esta semilla sea vivificada por el rocío celestial. Sin la cooperación del Espíritu de Dios, ninguna cantidad de educación, ninguna ventaja, por grandes que sean, pueden hacer de uno un conducto de luz”.[6]
A pesar de eso, ella observó una triste actitud de los adventistas del séptimo día en relación con su dependencia del Espíritu Santo: “[…] ha quedado la impresión de que el don del Espíritu Santo no es para la iglesia ahora, sino que en algún tiempo futuro sería necesario que la iglesia lo recibiera”.[7]
Infelizmente, muchos cristianos consideran al Espíritu Santo un reciente descubrimiento de los carismáticos y pentecostales. En cambio, necesitamos entender que él no es la posesión exclusiva de denominaciones particulares. Sin su obra continua, los esfuerzos misioneros serían imposibles. Y porque él continúa haciendo esas cosas todavía hoy, la historia del libro de Hechos es un relato inconcluso. Cada seguidor de Cristo tiene su propio ministerio que cumplir, y cada uno debe hacerlo bajo la orientación y el poder del Espíritu Santo.[8]
Ore Pidiendo El Espíritu Santo
Existen diversas situaciones modernas y tendencias globales que desafían la gran comisión dada por Cristo a su iglesia. Por ejemplo, ¿cómo encontrar mejores maneras para alcanzar a las personas en áreas urbanas, que ahora componen más del 50% de la población mundial? ¿Cómo superar el nacionalismo que influye en algunas personas para rechazar todo lo que viene de cualquier otra nación? ¿Cómo aprovechar la globalización, que abre las puertas de la comunicación para nuevas ideas, de manera de evangelizar a muchos que viven en la ignorancia del evangelio? Más que nunca antes, debemos buscar la orientación del Espíritu Santo para nuestra vida y misión.
Poco antes de subir al cielo, Jesús dijo a sus discípulos: “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Luc. 24:49). ¿Por qué Jesús dijo esto? Él sabía que sus discípulos precisaban desesperadamente de la capacitación del Espíritu Santo. ¿Cómo podrían ellos saber adónde debían ir o qué hacer, sin la orientación del Espíritu?
Hay varios ejemplos de orientación del Espíritu Santo en la Palabra de Dios. En Hechos 8, Felipe fue instruido por el ángel para llevar el evangelio al eunuco. Las instrucciones recibidas del ángel deben haber parecido extrañas para Felipe; al fin de cuentas, él estaba teniendo magníficos resultados en la evangelización de Samaria. Pero Dios necesitaba un “constructor de puentes” como Felipe para llevar el evangelio a un territorio extranjero, contrarrestar antiguos preconceptos y alcanzar a personas receptivas al evangelio. Así, también nosotros debemos ser sensibles al Espíritu, que nos llevará a las personas que están dispuestas para responder al evangelio.
En el relato de la conversión de Pablo en Hechos 9, Dios instruyó a Ananías acerca de las necesidades de Saulo. Instruyó a Cornelio a enviar a sus siervos en busca de Pedro y, al mismo tiempo, usó una visión para impresionar a Pedro sobre la necesidad de que los gentiles alcancen la salvación (Hech. 10). En Hechos 16, Pablo, Silas y Timoteo visitaban las iglesias plantadas durante el primer viaje misionero cuando intentaron entrar en la provincia de Bitinia, y nuevamente “el Espíritu no se los permitió” (Hech. 16:7).
Finalmente, fueron a Troas, aparentemente para aguardar la orientación divina. Allí Pablo tuvo la visión de un macedonio que imploraba: “Pasa a Macedonia y ayúdanos” (vers. 9). El apóstol comprendió inmediatamente que esa era la voluntad de Dios. Por lo tanto, él y sus compañeros viajaron a Filipos, donde fundaron una importante iglesia. Esos ejemplos nos recuerdan que no podemos trabajar en cualquier lugar ni hacer todo de una sola vez. Debemos confiar en la orientación del Espíritu Santo para determinar lo que vamos a hacer y cuándo hacerlo. Calvino afirmó que “no hay nada peor para bloquear el Espíritu Santo que la confianza en nuestra propia inteligencia”.[9] Elena de White parece concordar con él:
“No podemos nosotros emplear el Espíritu Santo; el Espíritu es quien nos ha de emplear a nosotros […] Pero muchos no quieren someterse a ser guiados. Quieren dirigirse a sí mismos. Esta es la razón por la cual no reciben el don celestial. Únicamente a aquellos que esperan humildemente en Dios, que esperan su dirección y gracia, se da el Espíritu. Esta bendición prometida, pedida con fe, trae consigo todas las demás bendiciones”.[10]
Es por falta de esa orientación que muchas iglesias se encuentran tan ocupadas haciendo cosas buenas, que descuidan las cosas prioritarias.
Ministerio de intercesión
Hoy, si el Espíritu Santo se apartara de la iglesia, ¿alguien lo notaría? ¿Sucede algo en su congregación que parece ser la intervención directa del Espíritu Santo, y no simplemente el resultado del esfuerzo humano? ¿Qué impacto ha producido su iglesia en su comunidad? Como el proverbial sapo en la olla, la pérdida de la espiritualidad es tan gradual y tan sutil que muchas iglesias sufren hoy de estancamiento e inercia misionera.[11] Decenas de iglesias no bautizaron a nadie el año pasado y mu- chas comunidades desconocen la iglesia o hallan que es irrelevante. El evangelista R. A. Torrey lamenta esa situación:
“Siempre estamos demasiado ocupados como para orar, demasiado ocupados como para tener poder. Tenemos una gran cantidad de actividades, pero realizamos poco; muchos servicios, mas pocas conversiones; muchos equipamientos, mas pocos resultados”.[12]
Los cristianos de la era apostólica no tenían ninguna de nuestras ventajas; no tenían siquiera el Nuevo Testamento. Aun así, trastornaron al Imperio Romano de cabeza para abajo.[13] El Espíritu Santo no solo inauguró una era de misiones, sino que creó una atmósfera de misiones en la cual la iglesia puede actuar. El evangelista G. Campbell Morgan afirmó que “el reavivamiento no puede ser organizado, pero podemos izar nuestras velas para coger el viento del cielo, cuando Dios decide soplar sobre su pueblo más de una vez”.[14]
La manera de hacerlo es por medio de la oración. Ésa es ciertamente una buena iniciativa para la iglesia hoy. La oración es tanto el termómetro como el termostato de la iglesia local, pues la “temperatura espiritual” asciende o desciende dependiendo de cómo el pueblo de Dios ora. Puedo incluso sentir un tono de urgencia en las palabras de Elena de White, en su deseo de ver una revolución misionera en la iglesia que tanto amó:
“¿Por qué no tener hambre y sed del don del Espíritu, puesto que es el medio por el cual hemos de recibir poder? ¿Por qué no hablamos de él, oramos por él, y predicamos acerca de él? […] Debieran reunirse grupos para pedir ayuda especial, sabiduría celestial, a fin de saber cómo hacer planes y ejecutarlos sabiamente […] .
“La presencia del Espíritu con los obreros de Dios dará a la presentación de la verdad un poder que no podrían darle todos los honores o la gloria del mundo”.[15]
Observa que ella relaciona el poder del Espíritu con el cumplimiento de la misión. Eso requiere pedidos específicos, incluyendo a la misión de Dios. El Nuevo Testamento presenta muchos motivos de oración específica. La lista no es exhaustiva, mas sí ilustrativa. Somos exhortados a orar por los evangelistas (Mat. 9:38), los misioneros (Hech. 13:3), puertas abiertas (Col. 4:3), los nuevos creyentes (Col. 1:9), unidad congregacional (1 Tim. 2:8), los perdidos (Rom. 10:1).
Debemos orar específicamente, y debemos alegrarnos y agradecer a Dios cuando responde a nuestras oraciones. Muchos cristianos mantienen un diario de oración en el que registran sus pedidos y las respuestas a las oraciones. Hay muchas maneras de desarrollar un ministerio de oración. En la mayoría de las iglesias la oración es una actividad, pero no un ministerio intencional. He aquí algunas maneras por las cuales puedes movilizar a los miembros de tu iglesia para orar:
Cadena de oración. Una cadena de oración es un grupo de creyentes que se compromete con la oración intercesora. Cuando surge una necesidad, los miembros de la cadena comunican la noticia y comienzan a orar por la situación específica.
Grupos de oración. Este es un grupo que se reúne regularmente para orar y alentarse mutuamente. A cada integrante se le da la oportunidad de compartir pedidos y respuestas de oraciones en su propia vida. Normalmente, se proporciona una lista de preocupaciones generales o pedidos para el grupo. Muchos grupos de oración hoy son llamados frecuentemente “grupos pequeños”. También puedes querer incentivar a las clases de Escuela Sabática a hacer de la oración una parte significativa de la reunión semanal.
Día especial de oración. Algunas iglesias están designando días especiales para oración y ayuno. Más iglesias necesitan hacer eso y, cuando lo hagan, serán testigos de un reavivamiento en la congregación y en la denominación.
Retiros de oración. Proporcionan oportunidades para que los creyentes aprendan más sobre la oración y a orar con menos distracciones.
Caminatas de oración. Ese método se inspira en la experiencia de Josué en Jericó. Organiza caminatas con dos o más creyentes para interceder por el vecindario o en comunidades que se pretende evangelizar. Mientras caminan, oren pidiendo entendimiento sobre la mejor manera de satisfacer las necesidades prácticas de la comunidad y mostrar el amor de Cristo. Pidan que Dios les muestre personas receptivas en el área (Mat. 10:11; Luc. 10:6) y prepare el corazón de las personas para recibir su Palabra.
En suma, concluimos que la función del Espíritu Santo en la misión es indispensable. Como la misión tiene origen en Dios, solo puede ser cumplida con la ayuda divina. El Pentecostés fue un acontecimiento vital en la historia de la misión. El Espíritu Santo constituyó la iglesia y permaneció con ella para realizar la misión. Él la guía (Juan 16:13), produce frutos (Gál. 5:22) y la capacita con dones espirituales (Rom. 12:6-8). Su trabajo va a continuar hasta la venida de Jesucristo.
Los cristianos deben suplicar por el poder a fin de cumplir la gran comisión, pero deben entender que ese poder no vendrá sin la cooperación de los miembros. Concluyo con las palabras de Elena deWhite:“No es nuestro deber estar aguardando algún tiempo especial en el futuro cuando se haga alguna obra especial en nuestro favor, sino avanzar en nuestra obra de amonestar al mundo, pues hemos de ser testigos de Cristo hasta los confines de la tierra”.[16]
Referencias
1 H. H. Hobbs, My Favorites Illustrations [Mis ilustraciones favoritas] (Nashville, TN: Broadman Press, 1990), p. 137.
2 G. W. Peters, A Biblical Theology of Missions [Una teología bíblica de las misiones] (Chicago, IL: Moody Press, 1972), p. 304.
3 M. Walter, The New Encyclopedia of Christian Quotations [La nueva enciclopedia de citas cristianas] (Alresford, NH: John Hunt Publishers Ltd., 2000), p. 487.
4 Delos Miles, Introduction to Evangelism [Introducción al evangelismo], p. 199.
5 Ibíd., p. 79.
6 Elena de White, Obreros evangélicos, p. 301.
7 __________, Testimonios para los ministros, p. 174.
8 J. M. Ferry, E. C. Smith y J. Anderson, Missiology: An Introduction to the Foundations, History, and Strategies of World Missions [Misiología: Una introducción a los fundamentos, la historia y las estrategias de las misiones mundiales] (Nashville, TN: Broadman & Holman Publishers, 1998), pp. 108, 109.
9 Walter, ibíd., p. 486.
10 Elena de White, Obreros evangélicos, p. 302.
11 M. Brunson y E. Caner, Why Churches Die: Diagnosing Letal Poisons in the Body of Christ [Por qué mueren las iglesias: Diagnosticando venenos letales en el cuerpo de Cristo] (Nashville, TN: Broadman, 2005), p. 74.
12 R. A. Torrey, The Baptism with the Holy Spirit [El bautismo con el Espíritu Santo] (Chicago, IL: Fleming H. Revell Company, 1985), p. 30.
13 J. M. Terry, Church Evangelism: Creating a Culture of Growth in Your Congregation [Evangelismo ecleciástico: Creando una cultura de crecimiento en su congregación] (Nashville, TN: Broadman, 1997), p. 16.
14 Galaxie Software, 10.000 Sermon Illustrations [Diez mil ilustraciones para sermones] (Biblical Studies Press, 2000).
15 Elena de White, Joyas de los testimonios, t. 3, p. 212.
16 __________, Mensajes selectos, t. 1, p. 222.