El templo del Espíritu Santo

El templo del Espíritu Santo

En la actualidad, la búsqueda del cuerpo perfecto ha movilizado y consumido la energía de muchas personas. Tanto de los que se empeñan por obtener este trofeo como de toda la industria que lo motiva y se dispone a ayudar en esa conquista. Hace algún tiempo, les hice la siguiente pregunta a más de cinco grupos de alumnos universitarios, provenientes de diferentes cursos de enseñanza superior: ¿Por qué es importante cuidar nuestro cuerpo? Y las respuestas fueron las más variadas posibles, y voy a compartir algunas con ustedes:

Para tener salud.
Para estar bonita/o.
¡Para ser feliz!
Para tener una larga vida.
Para no enfermarme.
Para tener éxito.

Y la más graciosa de todas fue: ¡Para entrar en el vestido de graduación, profesora! Es verdad que las motivaciones son diferentes y estarán marcadas por el momento en el cual cada uno de nosotros se encuentre. Les con eso que, durante un período de mi vida, había desatendido el cuidado de mi cuerpo, y este se enfermó. Lo cual me forzó a recordar todo lo que ya había leído, oído y aprendido con relación a este asunto por medio de la Biblia, el Espíritu de Profecía y diversas bases científicas.

Y en esa etapa de mi vida, necesité reaprender y redireccionar mis principios de vida y salud. Terminé comprendiendo que las motivaciones para cuidar el cuerpo, las que son señaladas por la mayoría de las personas, incluso por mí en aquella época, estaban equivocadas. Claro que yo quería con ansias recuperar mi salud, aunque entonces, cuando yo pensaba en mi motivación, en realidad estaba pensando en la consecuencia. La Biblia nos muestra de dónde vino la raza humana, y si la Biblia es la Palabra de Dios, que ha sido revelada a la humanidad, nos declara el propósito de Dios con respecto a nuestra existencia, ¡y eso es muy especial! Pues esto responde a los principales interrogantes del ser humano: ¿Quién soy yo? ¿De dónde vine y adónde voy?

Rápidamente en el inicio del relato bíblico, encontramos nuestro origen, en Génesis 1:26. Allí está escrito que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Que somos la obra prima de sus manos, creados para su gloria (1 Cor. 10:31). Él sopló el hálito de vida dentro de nosotros y nos convirtió, de este modo, en un alma viviente. Existimos porque él insuó la vida en nosotros, y esto nos convierte en su habitación. A n de cuentas, nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo. ¡Qué cosa más extraordinaria es esta! Dios quiere habitar en nosotros por medio del Espíritu Santo. Y, en este contexto, nos conectamos espiritualmente con la Deidad. Es nuestra conexión espiritual, pues se nos sensibiliza espiritualmente por la acción del Espíritu Santo. Por eso, necesitamos mantener esa conectividad saludable, libre de cualquier impedimento que nos dificulte oír la voz del Espíritu Santo, pues, de acuerdo con Juan 16, es el Espíritu Santo quien nos convencerá de pecado, de justicia y de juicio, además de guiarnos a toda la verdad; la verdad que nos libertará del miedo y de la muerte. Por tal motivo, un cuerpo enfermo, febril, debilitado de alguna manera, como consecuencia de los hábitos inadecuados en el cuidado de aquel, perjudicará de alguna manera, más o menos intensa, nuestra conexión espiritual. Y también por este motivo existen tantos recordatorios en la Biblia con respecto a esto, afirmándonos que necesitamos cuidar nuestro cuerpo por la correcta motivación, que es la voluntad de Dios.

Ante esta situación, la real motivación para el cuidado de nuestro cuerpo no puede venir de lo que es transmitido por los medios de comunicación, y tampoco surgir de nuestros propios deseos. Necesita brotar de la verdad contenida en la Palabra de Dios. Porque reconocemos que Dios es el Creador, Autor de la vida, y quiere habitar en nosotros. No existe nada de erróneo en las respuestas de aquellos universitarios; simplemente, que están en el lugar equivocado. Pues, si creemos en la Palabra que está expresada en la Biblia, nuestra motivación para el cuidado diario de nuestro cuerpo será honrar y gloriar a Dios por medio de todas nuestras elecciones, actitudes y hábitos. Y todo lo restante serán consecuencias positivas por haber actuado de acuerdo con la voluntad de Dios, la verdadera motivación.

Sin ninguna duda, nosotras, las mujeres, nos sentimos fuertemente in uenciadas por la industria de la belleza y de la moda. Envejecer, ante este escenario, parece desencantador. Y, de este modo, la búsqueda del cuerpo perfecto nos atropella, y nos saca del foco muchas veces, lo que nos lleva a olvidarnos del real propósito de nuestra existencia. Cuando me empeñé en el cambio de mi estilo de vida, procurando cuidar con esmero de la habitación del Espíritu Santo, compré salvado de avena, que, dicho sea de paso, es altamente bene cioso para nuestro cuerpo, pues es rico en bras, y con la ayuda del agua esas bras mejoran la función intestinal, y reducen la absorción de los azúcares y las grasas.

El hecho es que había comprado aquel salvado de avena de una marca que estaba surgiendo en el mercado, porque en el embalaje traía diversa información nutricional importante con relación al producto en cuestión, y además tenía un espacio destinado a brindar consejos sobre el bienestar; fue todo esto lo que me llamó la atención. En el embalaje del que había comprado justamente ese día, estaba escrito el siguiente consejo: “Cuida bien tu cuerpo, ¡pues ese es tu templo!” Esta afirmación no está equivocada; no obstante, bíblicamente hablando, estaba incompleta. Pues es verdad que nuestro cuerpo también es nuestra morada; sin embargo, él es el templo del Espíritu Santo. Lo cuidamos para honrar y glorificar a Dios, y no a nosotros mismos.

Entonces, me acordé de nuestro enemigo, el diablo, que ama las expresiones incompletas y hace esto para confundirnos, para deshonrar a Dios y, principalmente, para oscurecer la verdad. Pues, de esta manera, dejamos de mirar a Jesús, que es el camino, la verdad y la vida. Así también, dejamos de oír lo que él nos quiere decir por medio del Espíritu Santo. Y lo peor de todo es que dejamos de hacer lo que él nos ha pedido y comenzamos a seguir nuestros propios deseos. Todo lo que Dios nos pide que hagamos es para nuestro bien, nuestra alegría, felicidad y salud, mientras no llega la eternidad. Pues solamente allí seremos plenos de vida y salud.

Entonces, mientras aguardamos el retorno de nuestro Creador, podemos escoger hacer lo que él nos pidió, y en 1 Corintios 10:31, podemos encontrar orientaciones muy interesantes con respecto a esto. Por lo tanto, todo lo que tú comas o bebas, o cualquier otra cosa que hicieres, que todo sea para la gloria de Dios. Por todo esto, a partir de hoy, cuando vayas al gimnasio, a caminar o a correr; cuando es- cojas comer más frutas y verduras, y beber mucha agua, con toda seguridad que tu cuerpo se verá bene ciado con más vitalidad, tu humor re ejará esto y, tal vez, hasta entres en aquel lindo vestido de graduación. Sin embargo, todas estas cosas serán las consecuencias de haber escogido hacer la voluntad de Dios en el cuidado diario de tu cuerpo. Obedecer a Dios apropiándonos de los remedios naturales que él dejó para nosotros es con toda seguridad ¡vivir para su gloria!

Paula Montagna