“Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón” (Lucas 2:7).
¿A qué se debió el insensible rechazo e indiferencia de los habitantes de Belén? En aquellos días de aglomeración de viajeros, los corazones de estos estaban demasiado ocupados en los cuidados de esta vida, en sus trabajos y ganancias, como para descubrir la urgente emergencia de la pareja. Corazones cargados de materialismo, capaces de rechazar y echar fuera de sus vidas y hogares al Salvador del mundo. ¡Cuántos hoy están animados del mismo espíritu!
En esta Navidad te invito a preparar tu corazón para recibir a Jesús.
¡Anhelo que haya lugar en tu mesón para Jesús!