Piedad y Oración Por los Líderes Tiránicos. «No den cabida en su corazón a la envidia a causa de acciones equivocadas de parte de los que llevan puestos de responsabilidad. Todos serán juzgados según sus hechos. Solo merecen lástima y que oremos por ellos. El Señor conoce cada transacción deshonesta y los recompensará de acuerdo a sus obras. El Señor recompensa cada acto de abnegación. Oren con corazón, alma y voz, ‘Dios mío, impresiona mi mente y corazón con los principios de tu santa ley, que es el trasunto de tu carácter. Que por la fe pueda las grandes y preciosas promesas para que en mi deber y trabajo, no falle ni me desanime, sino que perfeccione la santidad de tu temor» Carta 178, 1899, pág. 9 (Nov. d 6, 1899).
La Envidia es Hija del Orgullo. «Aunque Saúl estaba siempre alerta y en busca de una oportunidad para matar a David, vivía temiéndole, en vista de que evidentemente el Señor estaba con él. El carácter intachable de David provocaba la ira del rey; consideraba que la misma vida y presencia de David significaban un reproche para él, puesto que dejaba a su propio carácter en contraste desventajoso. La envidia hacía a Saúl desgraciado, y ponía en peligro al humilde súbdito de su trono. ¡Cuánto daño indecible ha producido en nuestro mundo este mal rasgo de carácter! Habla en el corazón de Saúl la misma enemistad que incitó el corazón de Caín contra su hermano Abel, porque las obras de Abel eran justas, y Dios le honraba mientras que las de Caín eran malas, y el Señor no podía bendecirle. La envidia es hija del orgullo, y si se la abriga en el corazón, conducirá al odio, y eventualmente a la venganza y al homicidio. Satanás ponía de manifiesto su propio carácter al excitar la furia de Saúl contra aquel que jamás le había hecho daño» (Patriarcas y Profetas, págs. 705, 706).