Cristo vino para derribar las barreras y conducir a las ovejas que todavía no están en este aprisco.
El departamento de Relaciones Públicas y Libertad Religiosa está entre los primeros que fueron establecidos en la Iglesia Adventista del Séptimo Día. En el libro de Reglamentos eclesiástico-administrativos de la División Sudamericana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día (edición 2016, pp. 375-377), encontramos la filosofía, el propósito y las responsabilidades que orientan el funcionamiento de este departamento.
La descripción del “Propósito” de este departamento se encuentra en la siguiente declaración: “El departamento de Relaciones Públicas y Libertad Religiosa, uno de los primeros departamentos de la iglesia, fue establecido para promover y mantener la libertad religiosa, con especial énfasis en la libertad individual de conciencia. En este sentido, el departamento mantiene contactos interconfesionales, relaciones con los gobiernos y, cuando se hace necesario, con organizaciones no gubernamentales que tienen metas y objetivos comunes en el ámbito de la libertad religiosa. El departamento no solamente se interesa por la libertad religiosa de los miembros, las organizaciones y las entidades de la iglesia, sino también apoya el derecho irrestricto a la libertad religiosa para todas las personas” (Reglamentos eclesiástico-administrativos, 2016, p. 376).
Algunos aspectos encontrados en esta declaración son importantes: promover y defender relaciones gubernamentales, diálogo interreligioso y libertad religiosa para todas las personas. Los dos primeros –promoción y defensa– ya fueron abordados en las sección de “Libertad religiosa” de la edición anterior de esta revista. En esta edición, queremos dirigir nuestra atención a los demás aspectos de este asunto.
Al hablar y trabajar en favor de la libertad religiosa, tenemos que hacerlo pensando en las personas. La mayor declaración de libertad religiosa fue pronunciada por el Señor Jesucristo, cuando declaró: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
De esta manera, como en el centro de la misión del Mesías estaba la provisión de salvación y la liberación para todos (ver Isa. 61:1; Luc. 4:18), siempre que actuamos en favor de la libertad religiosa, ya sea para defensa o para promoción, es necesario que tengamos en mente una acción que alcance a todas las personas, incluyendo a aquellas con quienes podamos discordar en diversos aspectos. La libertad religiosa tiene una naturaleza inclusiva; la exclusividad no es parte integrante de ella. Por eso, es necesario comprender que no se puede trabajar por una libertad religiosa individual, sectaria, que favorezca meramente a mis convicciones o al grupo étnico–religioso al que pertenezco.
Otro aspecto importante en la declaración oficial de la iglesia es la relación que debemos mantener con las instituciones gubernamentales. Es necesario considerar este hecho: “No hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas” (Rom. 13:1). Con relación a ese asunto, la Iglesia Adventista del Séptimo Día tiene una posición muy consolidada.
Como iglesia, no somos político–partidarios y, por lo tanto, nuestro compromiso con esas cuestiones debe restringirse a nuestro rol como ciudadanos, en armonía con el cumplimiento de nuestros deberes cívicos (ver Rom. 13:1-7). Eso comprende la observancia de las disposiciones legales, teniendo en vista la buena relación con las autoridades de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial de cada país.
Debemos aprovechar toda oportunidad posible para presentar la Iglesia Adventista del Séptimo Día con sus características distintivas, demostrando a las autoridades quiénes somos y lo que hacemos en favor de las personas. Esta relación amistosa llevará a las autoridades a observarnos como iglesia, durante una eventual necesidad de defensa de libertad religiosa. Los ancianos deben aprovechar toda oportunidad posible para estrechar los lazos de la iglesia local con las autoridades locales, por medio de la visión y la oración en favor de ellas.
En ese contexto de libertad religiosa, destacamos el énfasis relativo al diálogo interreligioso. Debemos mirar más allá de cualquier tipo de preconcepto, aprender a aceptar a los diferentes y convivir pacíficamente con ellos. Esto no es sinónimo de ecumenismo; es más, este es un tema que ha sido investigado y debatido durante muchos años. Como iglesia, poseemos luz suficiente para actuar con seguridad. La Iglesia Adventista del Séptimo Día tiene una misión de carácter profético distinto. Sus convicciones doctrinales y principios son innegociables. Sin embargo, como hizo el pueblo de Israel, no podemos vernos como superiores o como exclusivos; los privilegios concedidos a esta iglesia nos hacen más responsables, y no mejores que las demás confesiones religiosas. Eso nos impone el sagrado deber de estar en contacto con todos y buscar una amorosa, respetuosa y positiva relación con las “otras ovejas” que no son de “este redil” (ver Juan 10:16).
Oremos para que el Señor nos conceda un corazón más amoroso y respetuoso para con todos aquellos por quienes Cristo dio su vida.