Efectivamente, el texto hebreo utiliza el verbo «bendecir» (berak) y no el otro verbo que expresa lo contario (qillel ou arar, que equivale a maldecir). Sin embargo, en este caso, no basta una respuesta breve.
Al examinar una palabra bíblica debemos considerar sus diversos usos dentro del contexto específico. Lo que complica el cuadro es que «maldecir» no está entre las acepciones del verbo berak(«bendecir»). Sin embargo, hay ciertos textos en los cuales el verbo bendecir parece indicar que hay que entenderlo como maldecir o blasfemar. Los estudiosos de la Biblia llaman a esto «uso eufemístico del verbo» (eufemismo, término que el diccionario define como «modo de expresar con suavidad o decoro ideas cuya franca expresión sería malsonante»).
Para el escritor bíblico, aparentemente la combinación del verbo «maldecir/bendecir» con «Dios» (maldecir a Dios) resultaba hiriente para su sensibilidad, razón por la cual le pareció necesario parafrasear el concepto utilizando un recurso que le resultara menos ofensivo. El resultado fue la sustitución del verbo «bendecir» por otro, «maldecir».
Las expresiones eufemísticas son comunes en todos los idiomas, y el hebreo no es una excepción. El desafío consiste en saber cuándo el verbo es usado de forma eufemística. Examinemos algunos textos.
1. Uso del eufemismo fuera del libro de Job. Es muy limitado el número de pasajes en los que aparece el fenómeno ya planteado. Uno de los mejores ejemplos está registrado en 1 Reyes 21:10-13. Jezabel instruyó a ciertos testigos falsos para que hablaran contra Nabot, afirmando que lo habían escuchado «[bendiciendo, en hebreo]» a Dios y al rey. Por esto, Nabot fue condenado a muerte. Obviamente nadie quiere que lo apedreen por haber bendecido a Dios. Éste es un caso en la cual el verbo «bendecir» es utilizando como un eufemismo.
2. Uso del eufemismo en el libro de Job. Job tenía la costumbre de ofrecer sacrificios en favor de sus retoños, por cuanto, según él, «Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado [‘bendecido’, en hebreo] contra Dios…» (Job 1:5). Por el hecho de bendecir a Dios no se requiere ofrecer sacrificios.
A continuación escuchamos a Satanás expresando lo siguiente acerca de Dios, «Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema [bendice, en hebreo] contra ti en tu misma presencia» (Job 1:11, ver también 2:5). Ésta no es una expresión sarcástica. «Y verás si no blasfema contra ti», constituye una expresión de certeza. La frase «en tu misma presencia» expresa abierto desdén. El uso eufemístico del verbo «blasfemar/bendecir parece ajustarse muy bien al contexto.
3. Uso del eufemismo en el discurso de la mujer de Job. La mujer de Job afirmó: «bendice» o «maldice a Dios y muérete?» La respuesta de Job parece apoyar la idea del uso de «bendecir» como un eufemismo para «maldecir». Si ella lo estuviera estimulando a que bendiga a Dios, ¿por qué Job le dice a su mujer que habla como «cualquiera de las mujeres fatuas?» Lo que quiere decir es que Job no halló coherentes sus palabras con el espíritu de adoración a Dios.
Como sabemos poco acerca de esa mujer tenemos la tendencia a considerarla muy mal. Obviamente, el sufrimiento del marido también le causó a ella muchos dolores. Le resultó penosa la pérdida de todos sus bienes materiales pero, desde el punto de vista emocional y psicológico, la tragedia que más la afectaba era la pérdida de sus hijos. Con todo, en silencio ella hizo frente al dolor. Amaba a Job. Debe haberle resultado muy difícil ver al marido en ese estado e, imposibilitada de ofrecerle algún tipo de alivio, su impotencia le provocaba gran angustia.
En esa situación le quedaba una sola salida. Expresarle a su esposo la preocupación que nacía en lo más profundo de su corazón, hasta donde llegaban las raíces de su amor por Job. A diferencia de Pedro, ella no hallaba que estaba repitiendo las palabras de Satanás. No, no era una mujer loca, pero en ese momento habló como si lo fuera.
Comprendiendo a su mujer, Job le preguntó: «¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?» (vers. 10). Parecía que él quería transmitirle a su mujer: «Dios nos dio sus bienes para administrárselos, y lo hicimos con alegría y fidelidad. Ahora, por amor a él nos toca administrar el sufrimiento; por lo tanto, aférrate a la fe». Puede ser que en ese momento ella lo haya abrazado. Si así fue, seguramente lloraron mucho.