«Empero hay repartimientos de dones; mas el mismo Espíritu es. Y hay repartimientos de ministerios; mas el mismo Señor es. Y hay repartimientos de operaciones; mas el mismo Dios es el que obra todas las cosas en todos. Empero a cada uno le es dada manifestación del Espíritu para provecho» 1 de Corintios l2:4-7.
«Pues vosotros sois el cuerpo de Cristo, y miembros en parte. Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero doctores; luego facultades; luego dones de sanidades, ayudas, gobernaciones, géneros de lenguas» 1 de Corintios 12:27-28.
PROPOSITO DIVINO. «A medida que nuestros miembros fueron aumentando, resultó evidente que sin alguna forma de organización habría gran confusión, y la obra no se realizaría con éxito. Para proporcionar sostén al ministerio, para dirigir la obra en nuevos territorios, para proteger tanto a las iglesias como a los ministros de los miembros indignos, para custodiar las propiedades de la iglesia, para la publicación de la verdad por medio de la prensa, y para muchos otros objetivos, la organización era indispensable» (Testimonios para los Ministros, pág. 22).
LOS ASUNTOS DEL SEÑOR REQUIEREN ORDEN. «Al Señor no le agrada la actual falta de orden y exactitud entre los que manejan negocios relacionados con Su obra. Aun en las reuniones de negocios de la asociación podría ahorrarse mucho tiempo y evitarse muchos errores, con un poco más de estudio y puntualidad. Todo lo que tenga alguna relación con la obra de Dios debe ser tan perfecto como pueden hacerlo las manos y los cerebros encargados de ello» (Obreros Evangélicos, pág. 475).
SESION PLENARIA DE LA ASOCIACION GENERAL (AUTORIDAD MAXIMA) «Se me ha indicado muchas veces que ningún hombre debe renunciar a su juicio para ser dominado por el de cualquier otro hombre. Nunca debe considerarse que la mente de un hombre o la de unos pocos hombres se basta en sabiduría y poder para controlar la obra y decir qué planes deben seguirse. Pero cuando en una sesión de la Asociaci6n General se expresa el juicio de los hermanos congregados de todas partes de] campo, la independencia y el juicio particulares no deben sostenerse con terquedad, sino entregarse. Nunca debe un obrero tener por virtud el persistir en una actitud independiente contra la decisión del cuerpo general.
A veces, cuando un pequeño grupo de hombres encargados del manejo general de la obra, procuró ejecutar en nombre de la Asociación General planes imprudentes y restringir la obra de Dios, he dicho que ya no podía considerar voz de Dios la de la Asociación General representada por estos pocos hombres. Pero esto no es decir que no deban respetarse las decisiones de un congreso de la Asociación General compuesto de una asamblea de hombres debidamente nombrados como representantes de todas partes del campo. Dios ordenó que tengan autoridad los representantes desu iglesia de todas partes de la tierra, cuando están reunidos en el Congreso de la Asociación General. El error que algunos se hallan en peligro de. cometer estriba en dar a la mente y al juicio de un solo hombre o de un pequeño grupo de hombres, la plena medida de autoridad e influencia que Dios ha investido en su iglesia, en el juicio y la voz de la Asociación General congregada para planear la prosperidad y el progreso de su obra» (Joyas de los Testimonios, tomo 3, págs. 408, 409.
UNA RESPONSABILIDAD SOLEMNE. «Son solemnes las responsabilidades que descansan sobre aquellos que son llamados a actuar como dirigentes de la iglesia de Dios en la tierra» (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 76).
LAS DEMANDAS SE MIDEN POR LA INFLUENCIA. «El cielo está vigilando para ver cómo desempeñan su mayordomía los que ocupan posiciones de influencia. Las demandas que se les hacen como mayordomos se miden por la extensión de su influencia» (Obreros Evangélicos, pág. 511).
LA RESPONSABILIDAD DEL LIDERAZGO NO ES UN JUEGO DE NIÑOS. «La posición que ocupa mi esposo no es envidiable: requiere el cuidado y la atención más cuidadosa, tanto como esfuerzo mental.
Exige el ejercicio de un juicio y un conocimiento profundos. Requiere abnegación propia, un gran corazón y una voluntad firme para llevar a cabo las cosas. En esa importante posición, Dios quiere tener un hombre que se aventure, que arriesgue algo; que se desplace firmemente a favor de lo justo, sea cuales fueren las consecuencias; que batalle contra los obstáculos y que nunca vacile, aunque en ello vaya la vida» (Testimonies, tomo 1, pág. 320).