Actualmente, se ha verificado un interés considerable en la función que los Diez Mandamientos ejercen en la vida pública. Por esta razón, la Comisión Ejecutiva de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día elaboró la siguiente declaración acerca de este tema:
“La Iglesia Adventista aplaude el interés por la función de los Diez Mandamientos en la vida pública. El Decálogo, tal como fue dado en el Sinaí, es un reflejo del carácter de Dios. Contiene principios universales e inmutables de moralidad, y describe nuestra relación con Dios y con nuestros prójimos, los seres humanos.
“Para los adventistas, la obediencia a los Diez Mandamientos representa la expresión fundamental del amor y la gratitud a Dios por su don de la salvación. No obedecemos la Ley como un medio de salvación, sino como una respuesta a la gracia de Dios demostrada más convincentemente por medio de la muerte de Jesucristo en favor de nosotros.
“Los Diez Mandamientos proveen una brújula moral en una era de relativismo. Por medio de la Ley de Dios, el Espíritu Santo nos convence de pecado y nos conduce a un sentido de profunda incapacidad. La Ley de Dios es el instrumento por medio del cual el Espíritu Santo nos llama al arrepentimiento. También, tiene una función instructiva, al revelar principios eternos que contribuyen al desarrollo de nuestro carácter a la semejanza de nuestro Salvador. Consecuentemente, comprendemos más claramente cómo servir a los demás y a nuestro Dios.
“Los adventistas ven la encarnación de la Ley de Dios en la vida y el ministerio de Jesucristo. Respetan, honran y se someten a ella como la voluntad de Dios para todas las personas. Al referirse a nuestros pensamientos, deseos y motivaciones, los Diez Mandamientos abordan más que nuestra conducta externa. Nos desafían a la pureza moral, espiritual y ética.
Los gobiernos establecen leyes para preservar y proteger el bienestar de sus ciudadanos. Si bien la ley civil define lo que es legal, la Ley de Dios define lo que es moral. Los primeros cuatro Mandamientos se refieren a nuestra relación con Dios.
“Los adventistas creen que la Ley de Dios desempeña un papel preponderante en el conflicto entre Cristo y Satanás. En el ataque final de Satanás en contra de Dios, justo antes de la segunda venida de Cristo, la obediencia del creyente a la Ley de Dios provee la mejor evidencia de compromiso con Cristo. “Los gobiernos establecen leyes para preservar y proteger el bienestar de sus ciudadanos. Si bien la ley civil define lo que es legal, la Ley de Dios define lo que es moral. Los primeros cuatro Mandamientos se refieren a nuestra relación con Dios. Todo intento de legislar estos mandamientos que requiera que el Estado interprete y aplique la voluntad de Dios, es un acto que está más allá de su esfera de competencia y jurisdicción. Los últimos seis Mandamientos atañen a nuestra relación con el otro; leyes en consonancia con estos principios de conducta humana son comunes en las sociedades civiles. Es deber de los cristianos obedecer estas leyes y emprender esfuerzos para apoyarlas, en la medida en que armonicen con la voluntad de Dios.
“Los adventistas tienen al Decálogo en la más alta estima, y apelan a hombres y mujeres de todas las sociedades a vivir en armonía con sus principios, como un fundamento para su vida de servicio de amor en favor de la humanidad. Al mismo tiempo, reconocen la necesidad de tolerancia, humildad cristiana y respeto por los derechos de los demás en lo que atañe a la aplicación de estos principios. Consecuentemente, los adventistas sostienen los principios fundamentales de libertad religiosa y la separación de Iglesia y Estado”.
Para pensar
“¡Oh, contemplemos el sacrificio asombroso que ha sido hecho por nosotros! Procuremos apreciar el trabajo y la energía que el cielo está empleando para rescatar al perdido y traerlo de nuevo a la casa de su Padre. Jamás podrían haberse puesto en acción motivos más fuertes y energías más poderosas: los grandiosos galardones por el bien hacer, el goce del cielo, la compañía de los ángeles, la comunión y el amor de Dios y de su Hijo, la elevación y el acrecentamiento de todas nuestras facultades por las edades eternas, ¿no son éstos incentivos y estímulos poderosos que nos instan a dedicar a nuestro Creador y Salvador el amante servicio de nuestro corazón?”– Elena G. de White.
“Jesucristo no desea ser nuestro ayudador; quiere ser nuestra vida. No desea que trabajemos para él. Quiere que le permitamos trabajar por medio de nosotros. Cuando nuestro vivir sea no solo de Cristo, sino por Cristo, nuestra vida será victoriosa, pues él no falla”.–Charles Trumbull.
“En su completo desamparo, colóquese ante Dios. Espáciese en su propia nulidad, en el espíritu de una paciente, mansa y confiada entrega a Dios. Acepte toda humillación, considere a cada semejante suyo que venga a probarlo y exasperalo como un instrumento de la gracia. Use cada oportunidad de humillarse como una ayuda para permanecer humilde ante Dios.– Andrew Murray.
“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”.–Jesucristo.