la marca de una revolución

la marca de una revolución

¿Te has preguntado qué significa la letra I en el inicio del nombre de productos como iMac, iPhone e iPad? Todo comenzó alrededor de 1997, cuando Steve Jobs asumió la misión de impulsar el crecimiento de Apple. En esa ocasión, la empresa pasaba por un período crítico. Con varios problemas internos y externos, la compañía necesitaba una “jugada maestra” para volver al tope de las empresas de tecnología. Frente al desafío, Jobs decidió invertir en un producto que le era muy especial: la computadora Macintosh. Con originalidad, él y su equipo desarrollaron una máquina repleta de innovaciones para la época, con la más alta tecnología y un diseño novedoso. ¡Algo realmente increíble! A pesar de todo, el reposicionamiento del producto en el mercado necesitaba un nombre que representara la nueva fase de la familia Macintosh. Fue en ese contexto  que surgió el iMac.

Jobs explicó el significado del nombre en ocasión del lanzamiento de esa computadora, diciendo que el termino reflejaba el maridaje entre “el entusiasmo de Internet y la simplicidad de Macintosh”. Mientras daba su discurso, se proyectaba en una pantalla una lista de palabras referentes al concepto que se esconde por detrás del iMac, todos aquellos vocablos iniciados por la letra “i”. La secuencia era: Internet, individual, instruir, informar, inspirar. A partir de aquel 7 de mayo de 1998, el mundo de los dispositivos digitales ya no sería el mismo.  La “i” frente al nombre de un gadget sería sinónimo de estatus, conectividad, practicidad y funcionalidad.

Casi veinte años después, el mundo vive los resultados de la revolución provocada por los dispositivos digitales y el acceso a la web. Inevitablemente, ese conjunto de transformaciones in uyó también en la comunidad cristiana, y afectó la manera en la que las personas se relacionan con la fe, con la iglesia y con el mundo. Jorge Miklos, autor del libro Ciber-religião: a construção de vínculos religiosos na cibercultura (2012), habla del proceso de “mediatización de la religión y sacralización de los medios de comunicación”. Esa condición compleja in uye directamente sobre el modo en que es visto y ejercido el ministerio personal.

Así como la “i” en los productos de Apple es pasible de múltiples significados – incluso diferentes de aquellos que fueron mencionados por Steve Jobs en 1998–, la “i” destacada en la tapa de esta edición, en una especie de juego de palabras (o de ideas), también sirve para recordarnos algunos puntos importantes de esta nueva dinámica que involucra a la iglesia cristiana y al ministerio personal.

El primero, sin duda, se re ere a Internet. Los cristianos deben marcar territorio en el mundo virtual, haciendo evidente por medio de su testimonio la soberanía y el señorío de Cristo en todos los aspectos de la vida. Frente a este desafío, necesitamos concientizar a la iglesia a n de que viva un cristianismo real tanto online como offline.

La “i” también puede signi car intencionalidad, al ministrar a las necesidades de las personas, aunque sea en el ambiente virtual. El uso estratégico de las redes sociales ha sido un fuerte aliado en el evangelismo. Diariamente, el número de conversiones resultado de acciones evangelizadoras contextualizadas para el ambiente web ha aumentado. De esa manera, estar alienados del mundo digital signi ca dejar de alcanzar a una parcela significativa del rebaño que nos fue con ado por el Señor. Parafraseando a John Wesley, “el mundo virtual también es nuestra parroquia”. Evidentemente, podríamos continuar atribuyendo una serie de signficados a la letra “i”, relacionados con el tema.

Sin embargo, quiero concluir destacando la palabra iglesia. Ya sea en el ambiente virtual o en el espacio real, no podemos permitir que la comunidad de fe asimile trazos de las características de las relaciones generadas y nutridas en el medio virtual, como la fragilidad, la super cialidad y la opción de ser “descartables”. De hecho, necesitamos promover online y o ine relaciones sólidas, profundas y duraderas, tanto en relación con el Señor como con el prójimo. De esa manera, debemos ayudar a las personas a cruzar el puente entre la experiencia virtual y la vida real, donde se disfruta verdaderamente de la salvación, la paz y la plenitud de las bendiciones de Dios.