La nueva normalidad y la mayordomía

La nueva normalidad y la mayordomía

La nueva normalidad y la mayordomía

Michael Harpe

Con la COVID-19 ha llegado una nueva normalidad y nueva terminología: distanciamiento social, EPI (Equipo de Protección Individual), PPP (PaycheckProtectionProgram), N95 (la mejor mascarilla), rastreo de contactos, y más.

Hoy más que nunca confiamos en nuestros dispositivos móviles, computadoras y proveedores de Internet para cumplir con las directivas del teletrabajo. Hemos experimentado escasez de productos, negocios que cerraron o quebraron, y el desempleo ha alterado las finanzas familiares. Lo peor de todo es que, a partir de la primera semana de octubre de 2020, las muertes de más de un millón de personas en todo el mundo se han atribuido al virus.

La pandemia ha afectado a la iglesia a través de fallecimientos, enfermedades físicas y mentales, y pérdidas en los diezmos y ofrendas, lo que ha forzado recortes. Cuando se enfrentan a dificultades financieras, muchos deben decidir si alimentar a la familia o apoyar el evangelio a través de la devolución de los diezmos y el dar ofrendas. Muchos consideran que un curso de acción prudente de la mayordomía sería apartar ese dinero para cuidar de la familia en estos tiempos duros. ¿Qué hacer?

¿QUÉ ELIGE?

La palabra mayordomía con frecuencia ha adquirido una reputación negativa. Tal vez involuntariamente, el foco de la mayordomía se haya vuelto transaccional (financieramente distorsionado) en lugar de transformador (espiritualmente equilibrado). A muchos de nosotros se nos presenta la mayordomía como un impase para los diezmos y las ofrendas en la experiencia de adoración. Sin embargo, yo sugeriría que la mayordomía es adoración, al igual que cualquier otro acto de adoración. Adorar significa dar nuestro todo amorosamente a aquel que amorosamente lo dio todo por nosotros. “[…] adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (Apoc. 14:7).

Adorar a Dios debería ser algo alegre. Después de todo, el Padre es el dador supremo. Jesús es el mayor regalo (Juan 3:16, 17) y nuestro ejemplo. El Espíritu Santo es nuestro mejor guía. La generosidad de Dios es tanto revolucionaria como relacional. Debido a nuestra relación con él, estaremos encantados de ser socios con él en su misión: llevar el evangelio eterno a todo el mundo.

“Dios nos imparte sus dones para que también podamos dar, y así hacer que el mundo conozca su carácter. En el sistema judío, las ofrendas formaban una parte esencial del culto de Dios. Se enseñaba a los israelitas a destinar una décima parte de todas sus entradas al servicio del santuario. Además de esto habían de traer ofrendas por el pecado, ofrendas voluntarias, y ofrendas de gratitud. Estos eran los medios para sostener el ministerio del Evangelio en aquel tiempo. Dios no espera menos de nosotros de lo que esperaba de su pueblo antiguamente. Debe llevarse adelante la gran obra de la salvación de las almas. Él ha hecho provisión para esa obra por medio del diezmo y las ofrendas”.[i]

Por lo tanto, la mayordomía es esencialmente primero sobre relación. “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). La mayordomía resalta la relación entre el mayordomo (administrador de la vida) y el Creador (dueño). Enfatizar la generosidad relacional debe ser la nueva normalidad para quienes no han visto a la mayordomía en esta luz.

GENEROSIDAD REVOLUCIONARIA

La generosidad revolucionaria demanda que cambiemos nuestra perspectiva. ¿Cómo actúa, se ve y se siente la verdadera generosidad en el contexto de la realidad actual? Sugiero que se cambie el énfasis de lo financiero a lo fiel.

Al pensar en generosidad, muchos se enfocan en el tamaño del don o de la nobleza de la causa. Pero Jesús mide la generosidad por la condición del corazón de quien da. “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mat. 6:21). Siendo una cuestión del corazón, la mayordomía va más profundo que al valor de un dólar. Es una cuestión espiritual de imitarlo a él y deadministrar fielmente los recursos que él ha puesto a nuestra disposición. Darlo todo a Jesús es adoración. Y la adoración es un estilo de vida. Este espíritu de generosidad ejemplifica correctamente los principios de la mayordomía bíblica.

Podemos categorizar la administración de nuestra vida (mayordomía) en siete filosofías de estilo de vida de mayordomía:

  1. Tiempo. Espiritual: tiempo para construir la relación con Dios a través de la oración y el estudio de la Biblia. Practico: tiempo de organización para planificar el presente y el futuro para uno mismo y para la familia.
  2. Templo-cuerpo. Espiritual: “[…] vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo” (1 Cor. 6:19). Mi cuerpo es propiedad de Dios. Práctico: gestión de la salud del cuerpo.
  3. Talento-dones de Dios. Espiritual: Dios da a los individuos habilidades para realizar su obra. Práctico: Dios da talentos a los individuos para mantener un empleo que dé ganancias. Y Tierra. Ponemos el cuidado del planeta (tierra firme – tierra) bajo los talentos. Dios ha dado a los humanos la capacidad de cuidar cada aspecto del planeta (mayordomos del planeta, Gén. 2:15).
  4. Tesoro. Espiritual: relación con Dios a través de los diezmos y las ofrendas. Práctico: finanzas personales/gestión del dinero/alivio de la deuda.
  5. Confianza en Dios. “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Prov. 3:5, 6).
  6. Teología. Fundamentos bíblicos y estudio de los principios del estilo de vida de la mayordomía.
  7. Testimonio. Verbalizar lo que Dios hizo, hace y hará.

La mayordomía (administración de la vida) para el creyente se refiere a dos áreas: (1) la vida personal del miembro, y (2) la vida de iglesia, la organización y la institución. Implica la construcción de relaciones, la proyección de una visión, la elaboración de presupuestos, la devolución de diezmos y ofrendas, campañas de capital, recaudación de fondos, emprendimiento y más. La mayordomía se extiende a todos los ministerios de la iglesia en todos los niveles y es una enseñanza bíblica central, reconocida por la Iglesia Adventista del Séptimo Día como creencia fundamental.

Charles E. Bradford, ex presidente de la División Nortemericana, observó que la mayordomía “abarca y conecta muchas de las grades doctrinas [enseñanzas, principios] de la iglesia y se vuelve un principio organizador de comprensión de la Escritura. Las [creencias bíblicas] sobre la creación, la humanidad, la redención y restauración; el [principio del] sábado […] y la iglesia están inextricablementeunidas a la idea de mayordomía. La mayordomía es […] la raíz de la misión, la base de compartir el evangelio con el mundo”.[ii]

Entonces, comencemos una nueva normalidad, una revolución de generosidad completa entre el pueblo de Dios que lo lleve a volverse mayordomos fieles. “Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel” (1 Cor. 4:2).

¿QUÉ HAS HECHO CON ESO?

Muchos están experimentando dificultades financieras durante el curso de la pandemia del coronavirus. Se deben tomar decisiones difíciles: (1) limitar todo gasto que no sea necesario; (2) intentar ahorrar, aunque sea un poco, de cada salario; (3) hacer recortes donde sea posible; (4) conversar con los recaudadores de impuestos y servicios sobre las opciones disponibles debido a la COVID-19; (5) utilizar una despensa local de alimentos o donaciones de la iglesia para usted o su prójimo. Si está en una posición en la que puede ayudar a estas organizaciones de forma financiera (por ejemplo, Acción Solidaria Adventista o ADRA), hágalo.

La ardiente pregunta en el corazón de Dios no es qué es lo que usted tiene, sino qué está haciendo con lo que tiene. Esto nos lleva a un nivel superior en nuestra relación de amor con Dios y con nuestros semejantes. Cuando la mayordomía es una cuestión del corazón, me ayuda a ser un dador alegre.

En la parábola de los talentos, “vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos” (Mat. 25:19). Descubrió que dos de sus tres siervos habían invertido fielmente los fondos que les había dejado. “Bien hecho”, declaró. Esta idea de ajustar cuentas es similar a la actividad que tiene lugar en el juicio investigador que se está llevando a cabo en nuestro tiempo. Simplemente, Dios les hace una pregunta obvia a quienes administran sus bienes: ¿qué has hecho con lo que te he dejado? Te dije que volvería. Te dejé al cuidado de tu familia y tu ambiente, te permití que gestionaras tu salud y tus bienes, ¿has cuidado de estas cosas para mi gloria o para la tuya?

EL MISMO JESÚS

Mirábamos nuestras alacenas vacías. Los fondos eran pocos y las tarifas, altas. Como recién casados en la facultad, nos alegrábamos casi descontroladamente cuando llegaban fondos míseros. Reservábamos la porción para Dios (diezmo y ofrendas), pagábamos los servicios y orábamos por lo que quedaba. Los alimentos eran escasos, pero una o dos veces sonaba el timbre, y encontrábamos bolsas de comida en nuestra puerta. Cantábamos canciones de gozo al llenar nuestras alacenas, poníamos alimentos en la heladera y compartíamos con otros en nuestra comunidad de alumnos.

La COVID-19 ha cambiado la mayoría de las cosas, pero no ha cambiado todo. Dios suplía nuestras necesidades entonces, y en Dios confiamos hoy. El virus puede haber impactado su salud o puede haberle sacado su negocio o su trabajo, pero Jehová Jireh, nuestro proveedor, abrirá otras formas de sobrevivir. Dios no prometió librar a los muchachos hebreos del fuego, pero sí estuvo allí en el fuego. La restauración puede no llegar en esta vida, por lo que hay que vestir las cosas terrenales de forma holgada. Dios usa las circunstancias para desarrollar el carácter, y el carácter trasciende de esta vida a la Tierra Nueva.

Esto es mayordomía en su máxima expresión. Se prueba en las fieras llamas de la vida. “[…] probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Mal. 3:10). Comienza teniendo una relación de amor con Dios, una relación que no se demuestra con palabras adornadas sino con acción fiel.

La iglesia es un organismo vivo que respira, crece y es resiliente. Experimentará desafíos, como lo ha hecho en el pasado, y pasará por ajustes, como ha ocurrido en el pasado. Los seguidores de Jesús saben que enfrentarán tiempos difíciles, pero que no estarán solos. “No te desampararé, ni te dejaré” (Heb. 13:5). La pandemia actual pasará, pero Dios está buscando fidelidad tanto durante como después de la tormenta. Esa es la nueva normalidad que Dios quiere que experimentemos ahora.

[i] Elena de White, Palabras de vida del gran Maestro, p. 241.

[ii] Charles E. Bradford, “On Stewardship,” in Handbook of Seventh-day Adventist Theology, vol. 12 of the Commentary Reference Series (Hagerstown, MD: Review and Herald Pub. Assn., 2000), 651–674.