Cualidades indispensables para los líderes de la iglesia, frente a los actuales desafíos misioneros.
Al leer el libro de Nehemías, puedo verlo al Señor en el año 444 a.C. buscando a otro dirigente. Trece años antes, 457 a.C., Dios había encontrado un excelente líder que trabajó arduamente para reconstruir la ciudad de Jerusalén.
Esdras era un obrero extraordinario, pero tenía, como todos los seres humanos, sus limitaciones. Había transcurrido más de una década y la tarea no estaba terminada. Dios, que no deja las cosas a medias, salió a buscar a otro líder, y encontró a Nehemías.
A esta altura, probablemente te estés preguntando, al igual que yo, ¿qué características debe tener un hombre o una mujer para ser encontrado por Dios?
En el libro de Nehemías encontramos algunos atributos que Dios encontró en este profeta, y que permitieron que el Señor lo usara:
Interés. El primero es el interés. Cuando supo que Hanani vino de Jerusalén, Nehemías dijo: le “pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén” (Neh. 1:2). Después de haber escuchado el triste informe registrado en el versículo 3, Nehemías actuó como quien tiene verdadero interés con lo que pasa con el pueblo de Dios: “Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos” (Neh. 1:4).
Evidentemente, Nehemías estaba interesado en el bien de su pueblo. Perfectamente bien podría haber dicho: “Yo soy el copero del rey, no fui llamado al sagrado ministerio pastoral o profético, no soy sacerdote, ni tengo sangre real […]”, pero no habló así. Hoy, al transitar el siglo XXI, pareciera que estamos rodeados de personas infectadas por el virus de la indiferencia, y corremos el riesgo de contagiarnos.
Intercesión. En los versículos siguientes, encontramos otro atributo de Nehemías: actitud de intercesor. “Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos; esté ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para oír la oración de tu siervo, que hago ahora delante de ti día y noche, por los hijos de Israel tus siervos; y confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado” (Neh. 1:5, 6). Observa, el profeta intercedía día y noche.
Planificación y motivación. Otra de las virtudes de este gran líder fue que tenía un plan de acción. “Dije al rey: Si le place al rey, y tu siervo ha hallado gracia delante de ti, envíame a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, y la reedificaré” (Neh. 2:5). En los versículos 7 al 16 del mismo capítulo vemos en más detalles su plan de acción.
Pero Nehemías no solamente tenía un buen plan de acción, sino que además tenía la motivación correcta. El profeta agrega en su relato la expresión “lo que Dios había puesto en mi corazón” (Neh. 2:12).
Habilidad para convencer. Entre sus virtudes se vislumbra la capacidad de convencer a los otros, en Nehemías 2:17 y 18 él dice:“Vosotros veis el mal en que estamos, que Jerusalén está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego; venid, y edifiquemos el muro de Jerusalén, y no estemos más en oprobio. Entonces les declaré cómo la mano de mi Dios había sido buena sobre mí, y asimismo las palabras que el rey me había dicho. Y dijeron: Levantémonos y edifiquemos. Así esforzaron sus manos para bien”.
Jaume Soler escribió: “Uno puede ofrecerle sus ideas a otro como balas o como semillas. Puede dispararlas, o sembrarlas; pegarle en la cabeza a la gente con ellas, o plantarlas en sus corazones. Las ideas usadas como balas matarán la inspiración y neutralizarán la motivación. Usadas como semillas, echarán raíces, crecerán y se volverán realidad en las vidas de quienes fueron plantadas. El único riesgo de usarlas como semillas es que una vez que crecen y se convierten en parte de aquellos en quienes fueron plantadas, es probable que nunca te reconozcan el mérito de haberlas ideado. Pero quien está dispuesto a darlo todo, recogerá una rica cosecha”.
Espíritu de equipo. En el capítulo 4 vemos cómo Nehemías cultivó un espíritu de equipo. La Biblia dice “Edificamos, pues, el muro, y toda la muralla fue terminada hasta la mitad de su altura, porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar” (4:6). Evidentemente este líder unía al pueblo. Un buen líder se pregunta si su estilo de trabajo une o divide al pueblo.
También observamos que el siervo encontrado por Dios motivaba el “evangelismo” integrado. Dice el capítulo 4:17 y 18: “Los que edificaban en el muro, los que acarreaban, y los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra, y en la otra tenían la espada. Porque los que edificaban, cada uno tenía su espada ceñida a sus lomos, y así edificaban”. Podríamos decir que mientras evangelizaban también protegían o conservaban lo ya alcanzado.
Sabiduría para resolver problemas. Este obrero escogido por Dios tenía la habilidad de resolver problemas. Tanto los conflictos internos, como los problemas externos. En el capítulo 5 observamos un gran conflicto interno generado por las luchas sociales. Nehemías los resolvió inmediatamente; pero también tuvo valor para resolver los problemas externos que no fueron nada pequeños. Nada lo intimidaba como observamos en el capítulo 6.
Determinación. Quizás una de las mayores virtudes de un líder es completar la tarea. Nehemías 6:15 dice que “Fue terminado, pues, el muro, el veinticinco del mes de Elul, en cincuenta y dos días”.
Espiritualidad. Nehemías entendió que aunque el muro se había terminado de construir, todavía quedaba algo sumamente importante por ser hecho, es decir, trabajar por el reavivamiento y la reforma. Los capítulos 8 y 9 nos hablan de ello. Especialmente, me llama la atención la manera en que fueron reavivados por la Palabra. El versículo 8 del capítulo 8 nos dice: “Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura”.
Espíritu de gratitud. Ahora que estaba construido el muro, y estaban siendo Reavivados por la Palabra, llegó el momento de celebrar. En el capítulo 12, desde el versículo 27 observamos la gran celebración. Las alabanzas eran tan entusiastas que el versículo 43 afirma que “se oían de lejos”. Me pregunto, ¿no será que a veces recibimos pocas bendiciones porque alabamos muy poco a nuestro Dios? Sí. Los verdaderos líderes no solamente trabajan arduamente, sino que, al concluir la tarea, celebran.
Al celebrar, “sacrificaron aquel día numerosas víctimas” (12:43). Sí, cada acto de adoración debiera estar bañado en la sangre del Cordero.
Al iniciar el 2013, nosotros también tenemos que reconstruir las Grandes Ciudades. El desafío no es menor que en el tiempo de Nehemías. Hoy el Señor continúa buscando líderes que tengan interés en la salvación de las almas, que intercedan por los perdidos, que tengan un plan de acción claro, impulsados por la motivación correcta, haciendo lo que Dios puso en sus corazones, que cultiven la capacidad de convencer, de contagiar entusiasmo.
Dios busca líderes dispuestos a trabajar en equipo, en el evangelismo integrado, dispuestos a no generar problemas, sino resolver los problemas para completar la tarea, clamando por el derramamiento del Espíritu Santo, participando del Reavivamiento y la Reforma, siendo Reavivados por su Palabra, para entonces Celebrar, alabando con tanto entusiasmo al Señor, que sus alabanzas sean oídas de lejos, y que todo su accionar esté bañado en la sangre del Cordero.
Sí, en el año del Discipulado, Dios busca líderes como lo fue Nehemías.