Los adventistas y la modestia

Siendo una confesión bíblico-cristiana, la Iglesia Adventista del Séptimo Día (IASD) se preocupa por orientar a sus miembros en todos los aspectos de la vida humana. Por eso, las directivas van desde los estudios y el cuidado alimenticio, hasta la familia y el comportamiento. En este sentido, se ofrecen orientaciones claras con respecto a cómo proceder en las diversas instancias de la vida. El tópico abordado en esta revista también se encuentra cuidadosamente considerado en la teología adventista. Por ejemplo, Elena de White, la mensajera del Señor, escribió que nuestra ropa debe caracterizarse por la modestia, y la “donosura, belleza [e] idoneidad de la sencillez natural”.1

Este cuidado no está restringido a, meramente, una perspectiva institucional, como si únicamente la iglesia fuera la responsable de lidiar con este asunto. Es muy importante la incentivación que en este sentido tienen los padres cristianos, quienes, “deben hacer valer el peso de su ejemplo, instrucción y autoridad, para inducir a sus hijos y a sus hijas a vestirse con modestia, y conquistar así el respeto y la con anza de quienes los conocen”.2 Sin embargo, la IASD no se fundamenta en la re exión humana para decir qué es la modestia o cómo vivirla. El fundamento es bíblico. Uno de los textos esenciales está en la segunda carta a Timoteo.

El contexto de 1 Timoteo 2:9 y 10

Al escribir a su discípulo Timoteo, el apóstol Pablo a rma: “En cuanto a las mujeres, quiero que ellas se vistan decorosamente, con modestia y recato, sin peinados ostentosos, ni oro, ni perlas ni vestidos costosos. Que se adornen más bien con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan servir a Dios”. En estos versículos, el apóstol aborda el asunto de la vestimenta y la apariencia. Y, aunque el contexto más amplio sea el momento de la adoración, queda evidenciado que este es un principio que se aplica a la vida como un todo. Por lo que parece, “algunas de las mujeres de la iglesia estaban participando de los servicios con vestidos extravagantes, y ostentando peinados elaborados y cabellos trenzados con oro y joyas”. Es posible que “tal ostentación podría haber sido considerada una moda en la sociedad de Éfeso o entre los paganos que adoraban en el templo de Artemisa; sin embargo, no era apropiada para el culto cristiano”.3

En los tiempos de Timoteo, el uso de las trenzas y las perlas estaba asociado a las prostitutas. Y la razón es que la ciudad de Éfeso era la casa del templo de Afrodita (considerada la diosa griega del amor). Durante las noches, centenas de prostitutas salían del templo, siendo reconocidas por sus peinados elaborados y por sus joyas ornamentadas. Parece ser que, influenciadas por esas costumbres, algunas mujeres cristianas habían comenzado a vestirse de una manera semejante, enviando, de este modo, un mensaje totalmente equivocado con respecto al cristianismo, damni cando su reputación.4 Enfrentados con esta realidad, la apelación paulina habla respecto de “una apariencia que evita el exceso y no llama la atención para sí misma”. Pablo argumenta que el verdadero adorno es una vida de buenas acciones; y este es el “traje decente” que la mujer cristiana debería usar siempre.5

Los principios enseñados en 1 Tomoteo 2:9 y 10

En la Biblia, la modestia es, por encima de todo, una actitud de humildad, que evita todo exhibicionismo y autoexaltación. Las Escrituras estimulan la modestia en el carácter personal, en la manera de vestirse y en la forma de comportarse.6 En el texto que estamos analizando, encontramos principios que pueden ser aplicados a nuestra vida diaria, seamos hombres o mujeres:

Como parte de la modestia cristiana, la vestimenta debe caracterizarse por el buen gusto, huyendo de todo lo que es provocativo.
La decencia y la discreción deben caracterizar el comportamiento de los cristianos, manifestándose tanto en el cuidado de lo que corresponde a las cuestiones sexuales, como en el dominio de todo tipo de apetitos.7

Aunque la discusión del apóstol Pablo estuviera relacionada con la vestimenta, él no limita su enseñanza y énfasis solamente a la idea de que las mujeres deben vestirse modestamente; de acuerdo con Pablo, la ornamentación genuina consiste en una actitud de compromiso con las buenas obras, compromiso este que nace internamente y se evidencia externamente.8

La auténtica belleza no depende de los atavíos físicos o materiales, sino del ejercicio de las buenas acciones, en actos practicados en favor del prójimo. Es como si Pablo dijera: “Tú te tornas bello y bella cuando ayudas al prójimo, pues la belleza está en un espíritu generoso”.9

Siendo que la palabra modestia (del griego kosmios) significa “bien organizado”, “de buen gusto”, “bueno”, en el sentido de ser conservador, el cristiano debería preferir posturas más a la “moda antigua”, más “tradicionales”, que se destaquen por el conservadurismo fundamentado en el “así dice el Señor”.10 El pudor forma parte de la modestia cristiana, la cual involucra el hecho de evitar posturas o actos que provoquen vergüenza a la propia persona, a la comunidad cristiana y, por encima de todo, a nuestro Dios. De esta manera, los hijos y las hijas de Dios necesitan comportarse con pureza.11 Y, por último, la modestia cristiana debe estar acompañada de piedad, que es la vida reverente para con Dios, demostrada en una postura de lealtad y delidad al Señor.12

Y recuerda…

Somos modestos cuando vivimos de una manera moderada, controlada, conscientes de aquello que es mejor a la luz de las Escrituras.
Somos modestos cuando, en lugar de enfocarnos en la apariencia, vivimos diseminando las buenas nuevas del amor de Dios, en palabras y acciones.13

Somos modestos cuando respetamos a todas las personas, y, por nuestra manera de vivir –amparados en el poder y la gracia de Dios–, las llevamos a Jesucristo.


1. Elena de White, El ministerio de curación (Buenos Aires: ACES, 2008), p. 220.
2. Manual de la iglesia (Buenos Aires: ACES, 2015), p. 143.
3. R. Black, R. & R. McClung, 1 & 2 Timothy, Titus, Philemon: a Commentary for Bible Students (Indianapolis, IN: Wesleyan Publishing House, 2004), p. 57.
4. S. J. Robinson, Opening up 1 Timothy (Leominster: Day One Publications, 2004), p. 44.
5. R. Black, R. & R. McClung, ibíd.
6. M. H. Manser, Dictionary of Bible Themes: The Accessible and Comprehensive Tool for Topical Studies (London: Martin Manser, 2009).
7. T. D. Lea & H. P. Grif n, 1, 2 Timothy, Titus (Nashville: Broadman & Holman Publishers, 1992), t. 34, p. 96.
8. Ibíd.
9. D. C. Arichea & H. Hatton, A Handbook on Paul’s Letters to Timothy and to Titus (New York: United Bible Societies, 1995), pp. 57, 58.
10. F. D. Nichol, The Seventh-day Adventist Bible Commentary (Review and Herald Publishing Association, 1980), t. 7, p. 295.
11. Ibíd.
12. Ibíd.
13. S. J. Robinson, ibíd., p. 45.