“Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados” (Efesios 5.1, NVI).
Quedé sorprendido con la historia del filipino Herbert Chavez,[1] que se autodenomina el “mayor fan del mundo” de Superman, y que haría todo lo posible por parecerse al superhéroe. Quizás, esa atracción por el héroe de ficción podría quedar bien definida porque no paró hasta ostentar el Record Guiness del mayor número de figuras y objetos relacionados con Superman,[2] y porque la famosa “S” está por todas partes de su casa, desde la mesa del comedor pasando por la cortina de la ducha, los vasos, platos, tazas, la pasta de dientes, el cepillo, el champú o la alfombrilla del baño, sin embargo Herbert ha pasado de admirar al “súper hombre” a obsesionarse por él, a tal punto que se ha sometido a un total de 26 dolorosas operaciones de cirugía estética para transformar su rostro asiático en un calco del de su ídolo.
Su historia clínica registra que Herbert de 39 años, ha sometido a su cuerpo a intensos y extremos tratamientos médicos durante casi dos décadas con el objetivo de transformar su tez morena y sus rasgos asiáticos en una copia de los de este personaje de cómic, un hombre occidental de facciones marcadas, piel clara y ojos azules.
Las 26 operaciones de cirugía estética se han focalizado en la nariz, labios, barbilla y caderas -así como liposucciones y blanqueamientos de piel- que le dan un aspecto radicalmente distinto del que tenía cuando comenzó los procedimientos.
No obstante, todo esto, para el filipino, no ha sido suficiente. Chavez aún no está conforme con su físico y quiere someterse a una operación para implantarse lentillas azules permanentes y a otro procedimiento para alargar sus piernas, una de las operaciones de estética más dolorosas. Él mismo dice: “Todavía me queda alargarme las piernas para parecerme aún más a Superman, porque soy filipino y por lo tanto no soy muy alto. Y ponerme ojos azules, por supuesto”.
Esta rara historia, me llevó a pensar que el mismo empeño que tiene ese filipino por parecerse a su héroe ficticio, debería estar en los cristianos, de parecerse cada día más a Jesús, un héroe real y sin comparación. Por esto, escribía el apóstol Pablo: “Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados”. Y esa exhortación debería ser nuestro mayor y urgente objetivo personal: “Imitar a Jesús, parecerse a Él”.
La palabra “imitar” que aparece en el texto mencionado, en el idioma griego es mimētai, que deriva de la palabra mimētēs, que significa “imitador”.[3] Entonces el sentido de la palabra es de una persona que copia las palabras o conducta de otro. Con razón, de esta palabra griega, deriva la palabra castellana “mimetismo” que “es una habilidad que ciertos seres vivos poseen para asemejarse a otros organismos (con los que no guarda relación) y a su propio entorno para obtener alguna ventaja funcional”.[4] Aplicando este concepto, podríamos decir que el cristiano es llamado a “mimetizarse” a Jesús, a asemejarse a Él, aunque nuestra naturaleza humana-pecaminosa sea contraria a su natural divina y santa.
Para que el cristiano pueda mimetizarse a Jesús, en desmedro de su naturaleza pecaminosa contraria a la santidad de Cristo, debería someterse como en la ilustración de Chavez, a la intervención poderosa del único Cirujano que puede hacer los cortes precisos a los cuerpos carnales, el Espíritu Santo. Por eso se entiende de una mejor manera esta afirmación de Pablo: “Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu”.[5] Y la preparación pre-operatoria tiene que ver con la comunión constante con el Hacedor y la profundización del conocimiento de su Palabra, rogándo que envíe al Experto en cuerpos decaídos, el Consolador, para que haga todas las operaciones que necesite, aunque dolorosas pero necesarias. Hasta que finalmente, llegará el Día de la operación final y definitiva, ya sin dolor, ya sin lágrimas, donde “en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque final de la trompeta. Pues sonará la trompeta y los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible, y nosotros seremos transformados”.[6]
Mi apreciado(a) compañero(a) de fe, que nuestra máxima obsesión sea imitar a Jesús, parecernos a Él. El mundo es tan atractivo, y hasta parece que está diseñado para hacerlo todo fácil, de tal forma que asemejarse a los que no temen a Dios o practicar lo errado no es complicado, ni doloroso, ni costoso. Sin embargo, cuando el Espíritu Santo va entrando en acción, el dolor, las complicaciones o las lágrimas de la transformación se van haciendo tolerables y bendecidas, entonces vamos comprendiendo lo que el mismo apóstol Pablo decía: “No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta”.[7]
——————————–
[2] Herbert Chavez tiene 1.253 artículos certificados, con los cuales ostenta el Record Guiness, aunque él apunta en una red social que “en realidad son unos 5.000” los que tiene.
[3] James Swanson, Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains: Greek (New Testament) (Oak Harbor: Logos Research Systems, Inc., 1997).
[4] https://es.wikipedia.org/wiki/Mimetismo
[5] 2 Corintios 3.18 NVI
[6] 1 Corintios 15.52 NVI
[7] Romanos 12.2 NVI