Mujer inusual

“Oro para que Dios me ayude a ser una esposa amable cuando mi esposo me necesita“.

Parece que muchas personas saborean cada pedazo de noticias sobre el fracaso de una familia de pastor. Con sangrientos detalles cuentan una historia tras otra en la cual una esposa de pastor ha caído en ignominia. Ya hubo casos en los que esposas de pastores fueron descubiertas actuando de manera impropia en público. En cierta ocasión, la esposa del pastor de una iglesia grande fue sorprendida en una violenta discusión con la funcionaria de una compañía aérea antes que la familia viaje de vacaciones, provocando una gran molestia y el desgaste hasta que la familia desistió de viajar. [1]

En el caso de que esta historia haya sido verdadera, ¿qué llevó a aquella esposa a perder el control? ¿Por qué tanta explosión de ira?

Cualquiera que sea la respuesta el escenario no es nuevo, preste atención en esta historia del pastor Whang Sa-Sun de la grande iglesia metodista coreana de San Francisco, California.

No era una ciudad amistosa para los americanos descendientes coreanos en los años 1920 y 1930. A pesar de esto, fue allí donde Whang Sa-Sun fue llamado a la obra. su primer obstáculo en aquella ciudad fue encontrar un trabajo que le sirviese de apoyo mientras ministraba. Era un desafío encontrar un edificio que pudiese alquilar con el fin de establecer un comercio. De cualquier forma encontró trabajo como vigilante. Pero eso era apenas una actividad paralela, su pasión real era predicar el evangelio, pasó muchas horas ayudando a otras personas.

Sueños y realidad

B. Y. Choy, que convivió con este pastor fiel durante décadas escribió: «centenas de estudiantes coreanos y refugiados políticos recibieron consejos y ayuda para encontrar trabajo. Muchos permanecían en la casa de Whang Sa-Sun hasta encontrar lugar para vivir u obtener trabajo… El no hacía esto para obtener recompensa o gloria personal, pero siempre se preocupaba con el bienestar y los intereses de los otros.» [2]

Eventualmente, Whang también se hizo pastor de una iglesia grande. ¿Acaso existe algún relato sobre su esposa perdiendo el control? nunca, por lo menos en público. De hecho, fue sólo unos años después de la muerte del esposo que los sentimientos de su viudez fueron demostrados. En una entrevista en 1980, ella dijo: «Como esposa de pastor no tuve tiempo para mí misma. Mi corazón y mi cabeza estaban ocupadas durante 24 horas. Deseaba una vida de esposa común. ‘Cuándo dejaras el trabajo pastoral?’ le preguntaba a él que respondía directamente: ‘Deberías estar agradecida porque trabajamos para el Señor’.» [3]

Esta es una paradoja interesante: Trabajamos para el Señor. Cuando el pastor trabaje en una iglesia grande o en un distrito pequeño, toda la familia pastoral se dará cuenta que las expectativas del trabajo se cruzan y regularmente pasan los límites del hogar y la familia. Recuerdas la primera vez en la que te diste cuenta de esta mezcla? talvez fue cuando tu esposo te dijo que se sentía llamado por el señor para el ministerio, y te preguntaste exactamente qué podría significar aquel tono agradable en su voz y aquella mirada en sus ojos cuando te das cuenta que los sueños colisionan con la realidad.

O, talvez, cuando el día en que fueron entrevistados por los líderes de la asociación te diste cuenta que estabas más relacionada con el ministerio de lo que habías imaginado. Te preocupaste cómo vestirte para causar la mejor impresión sólo para escuchar que tu esposo te sugiera: «Podrías vestir algo menos profesional? talvez algo más de casa». Talvez estabas muy entusiasmada con la expectativa de ser el apoyo y fuerza para el hombre al que amas. Miraste hacia adelante, al trabajo realizado como pareja en el campo obrero salvando a las personas para el reino de Dios. Con ilusión aceptaste las declaraciones inspiradas como esta:

“Recae sobre la esposa del predicador una responsabilidad que ella no debe ni puede desechar con ligereza. Dios le pedirá cuenta del talento que le prestó y de sus intereses. Ella debe trabajar con fervor y fidelidad, y en unión con su esposo, para salvar almas. Nunca debe imponer sus deseos, ni expresar falta de interés en la obra de su esposo, ni espaciarse en sentimientos de nostalgia y descontento. Todos estos sentimientos naturales deben ser dominados. Debe tener un propósito en la vida, y llevarlo a cabo sin la menor vacilación. ¡Qué importa que esto esté en conflicto con los sentimientos, placeres y gustos naturales! Estos deben ser sacrificados alegre y gustosamente, a fin de hacer bien y salvar almas.” [4]

¡Qué pensamiento maravilloso! Pero qué decir si ustedes han estado en el mismo lugar durante dos años más de lo que imaginaste estar. ¡Si fuera posible te trasladarías ahora mismo! Y si empiezas a escuchar rumores o chismes delante de los cuales te sientes herida o traicionada? ¿O si el nivel de espiritualidad entre algunos de los miembros de las iglesias de tu esposo parece increíblemente bajo? Te sientes humillada y tienes miedo de que tus hijos puedan ser permanentemente influenciados por todas las cosas que ven y escuchan.

Quién sabe, así como pasó con Stephanie Elzy esposa de un anciano pastor, el status quo y las limitaciones financieras te estén oprimiendo. [5] Talvez la agenda de tu esposo te incomode y ya prometiste que si durante la cena atienda el celular una vez más, echarías ese teléfono por la ventana. Quién sabe si deseas que él dedique más tiempo, como la esposa de Whang Sa-Sun. Así como sucedía con ella, ¿Deseas que tu esposo tenga otro trabajo, uno que no afecte ni involucre tanto a la familia? ¿Deseas tener la vida de una esposa común?

Escapar a Iowa

Debo decirte que no eres la única. Hasta la fiel esposa del pastor J. N. Loughborough, pionero adventista del séptimo día, también habrá deseado una vida “normal”. No tengo información si ella pidió que su marido dejase el ministerio, como la señora Sa-Sun, pero encontramos su familia dentro de los treinta creyentes que cambiaron el trabajo del evangelio por campos más prometedores. Ese grupo también incluyó J. N. Andrews. Ellos decidieron mudarse para Waukon, Iowa, y dedicarse a la agricultura. Por lo menos como hacendados podían ver los resultados de su difícil trabajo. Arar, plantar y regar parecía mucho más fácil de que tratar con personas.

Las restricciones financieras, humillaciones, crítica y sentimientos de derrota delante de la aparente ausencia del éxito fueron sus constantes compañeros en el día a día del pastor. Seguramente la tierra con sus campos fértiles prometían mejores resultados. Es por eso que leemos lo siguiente: “Los jóvenes pastores en el grupo consideraban muy duro el trabajo en la causa, difícil la separación de la familia, especialmente para la esposa y madre, y no había un plan regular de apoyo financiero. Parecía que el enemigo estaba frustrando el trabajo de Dios, justamente en el tiempo en el que la perspectiva era muy prometedora.” [6] Posteriormente, “este fue el tiempo en que ‘el Oeste’ con sus buenas tierras estaba abierto a los colonizadores. Esto atrajo muchas familias de las propiedades del campo de Nueva Inglaterra con la promesa de una vida más fácil y confortable.” [7]

Felizmente, el mismo Dios que tuvo compasión de Elías cuando huyó de su trabajo, cuida de las familias de los pastores de forma especial. En ningún lugar de la historia leemos que Dios condenó a su siervo por dejar el campo de batalla, estar deprimido u oprimido, a pesar de que Él tiernamente haya animado a Elías a volver al trabajo (1ra. Reyes 19).

De igual manera, Dios tampoco abandonó a sus siervos en Waukon. Envió a James y Ellen White en un largo viaje para recordarles su primer llamado al ministerio evangélico. Y no terminó allí. Así como cuidó de las necesidades físicas de Elías, alimentándolo, el Señor también animó a sus siervos en el sentido de que se arrepintiesen, dejasen Waukon y volviesen nuevamente al campo obrero. Los líderes de la iglesia empezaron a entender la importancia de una recompensa regular y sistemática para el ministerio. Como las familias pastorales, todavía nos beneficiamos de aquella decisión. ¿Qué decir de la pareja Sa-Sun? La esposa responde: “Cuando él se jubiló [en 1942], entendí que mi deseo por una vida cómoda estaba errado, realmente me sentí triste por mi esposo y mi Señor. Así, en mis oraciones derramé muchas lágrimas de arrepentimiento”. [8]

En tiempos de pruebas difíciles, es fácil censurar el ministerio. Imaginamos que si no viviésemos en un acuario proverbial o si no necesitásemos vivir cansados por estar rodeados de personas todo el tiempo, las cosas podrían ser mejores.

Recuerdo de los “buenos” tiempos

Confieso que al estar bajo extrema presión causada por los conflictos con miembros inmaduros e irracionales de la iglesia, he sido tentada a fantasear sobre los días en que mi esposo tenía su propio negocio como proveedor de una empresa del estado. En aquel tiempo, ganando dos veces más dinero que ahora, parece que él se preocupaba menos. Los recuerdos de nuestro pintoresco hogar y de contemplar aquella hermosa alfombra verde que se extendía sobre las montañas y fértiles valles, vuelven a mi mente. Ese lugar que adquirimos antes de ser llamados para el ministerio es el mismo hogar en que mi marido creció. Es el lugar en el que trabajamos juntos y seguimos día a día el crecimiento de nuestros hijos. Todo eso me viene a la mente en un nostálgico y rico brillo de gloria a pesar de que también enfrentábamos pruebas.

Esa tentación de desear el ajo y la cebolla de Egipto (Num. 11:5) me viene tan exactamente surreal como la imaginación de nuestros amigos en Waukon. “Aquellos eran días maravillosos”, una voz parece susurrar, “en los que eras una esposa común y no tenías que enfrentar todas las dificultades propias de una esposa de pastor. Personas preguntando de cosas insignificantes o criticando a tus hijos y esposo. ¡Eso para no mencionar como las incesantes expectativas de los otros hieren tu espiritualidad o estresan tu matrimonio! ¿No te gustaría ser de nuevo una esposa común?” La tentación termina en este pensamiento.

¿”Me gustaría”? Me sorprendo al preguntar. Entonces, otro pensamiento presiona suavemente mi mente: ”¿Qué tipo de esposa común?” es importante recordar que las familias de muchos otros profesionales y las familias pastorales no están solas en las luchas que enfrentan por vivir en un acuario.

Militares, políticos, profesores, abogados y muchos en el área médica lidian con esa pregunta. La lista es grande. En las aflicciones consecuentes de la profesión de cualquiera que sea, necesitamos recordar que muchas de nuestras luchas resultan de los intentos para sobrevivir a la cultura actual. Kevin Leman, sicólogo y terapeuta familiar, en su libro Keeping Family Together When the World is Falling Apart [Manteniendo la familia unida cuando el mundo se está desmoronando] dice lo siguiente: ”Una grande razón por la cual las familias de nuestro país están en dificultades es que los padres y madres no están dando la prioridad a la familia” [9]. Él todavía afirma que, a pesar de que muchas personas piensen que dan prioridad a las respectivas familias, ellas acaban siendo las víctimas de esas tentativas.

Pensando en las veces en que me sentí oprimida, hubo algunas inquietudes que tuve que afrontar como por ejemplo, definir límites y el ajuste de mi agenda con la de mi esposo con el fin de separar un tiempo para construir, desarrollar y mantener la relación y tener nuestro tiempo especial por la noche. Por sobre todo, tuve que ordenar mis prioridades en la perspectiva correcta: primero Dios luego esposo, hijos y ministerio.

Cuando me siento perdida en mi propio sufrimiento, mi visión se puede distorsionar y corro el riesgo de culpar al ministerio y de desear la vida amena de una esposa común, lo que es apenas un espejismo así como se dio cuenta la señora Sa-Sun.

¿Podría ser el caso de que el enemigo, que siempre aparece “como torrente impetuosa”(Isa. 59:19), eligió aparecer para oprimirme justo en el momento en que Dios y mi esposo más necesitaban que sea fuerte? Talvez necesito recordar las palabras del apóstol Pablo dirigidas a los Gálatas: “No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos.”(Gál 6:9).

De ninguna manera deseo ser una esposa común. Sólo oro para que Dios me ayude a ser una esposa amable para David cuando más necesite de mí. Sí, una esposa amable del pastor David. Al final, algunas veces su trabajo también le acarrea sentimientos de decepción. En esos momentos la última cosa que él necesita es una sugerencia para cambiar de trabajo, función o de lugar.

Referencias:

1 J. Willey, Abc13.com http://abclodal.com/ktrk/story?section=news/ local&id=3741989.

2 K. W. Lee e G. Kim, A Pioneer Pastor’s Son, KoreAm Journal.com. www.koreamjournal/com/magazine/index.php/kj2007/march/feature_story/a_pioneer_pastor_s_son

3 Ibíd.

4 Elena G. De White, Obreros Evangélicos, p. 202.

5 Stephanie Elzy, The Sweetness of a Bitter Cup: Journey of a Pastor’s Wife (Longwood, FL: Xuton Press, 2005).

6 A. L. White, Ellen G. White: The Early Years (1827-1862), v. 1l, p. 346.

7 Ibid., p. 345.

8 K. W. Lee e G. Kim, Op. Cit.
9 Kevin Leman, Keeping Your Family Together When the World is Falling Apart (Nueva York, NY: Delacorte Press, 1992), p. 20.