Muros de Protección

Nuestras familias están siendo atacadas por todos lados y necesitan ayuda. Como iglesia debemos construir muros de protección alrededor de ellas. Si no lo hacemos, los valores cristianos serán absorbidos por la presión social.

La mayoría de estos ataques es sutil y casi imperceptible. Actúan en silencio, usan el tiempo como un arma y los resultados aparecen demasiado tarde, cuando las familias creen haber hecho las cosas de manera correcta , pero descubren que las bases están comprometidas.

Los valores sociales y los principios cristianos se parecen cada vez más al agua y el aceite, no hay como mezclarlos. Un ejemplo claro es el tema del matrimonio. Mientras la Biblia habla de pureza en la preparación, de un compromiso que dure para toda la vida y de una relación entre hombre y mujer, la sociedad tiene otra visión, muchas veces hasta con imposiciones legales.

Si observamos la presión de sexualidad, la influencia virtual, el relativismo y el liberalismo que hoy son imperativos de las sociedades “desarrolladas”, tenemos la clara percepción de que estamos remando contra la corriente.

Si analizamos la manera como los niños están siendo educados, sin tiempo ni valores de los padres, con modelos que ven en amigos, artistas, cantantes, redes sociales o televisión, parece que la lucha es contra un gigante demasiado grande. Eso sin contar con el poder de las imágenes, películas y videos.

Si pensamos en los valores espirituales, el tema nos preocupa más todavía. La religión se está transformando en un producto en el mercado de la fe, donde las personas hacen sus elecciones por lo que recibirán no por lo que deben ofrecer. Tienen la visión de un Dios que necesita amoldarse al hombre y no de un hombre que necesita transformarse a semejanza de Dios.

No se entristezca si esta visión parece pesimista. Es un rayo x de la realidad que está invadiendo la sociedad y afectando hasta las familias cristianas. Debemos levantar muros de protección para estas familias. Necesitamos tomar la delantera como líderes, creando oportunidades, concientizando tanto a matrimonios como a padres e hijos y ofreciendo recursos para que los efectos de esta crisis no alcancen a las familias de nuestra Iglesia.

Hay muchos muros que podemos levantar, pero debemos recordar que ninguno será e ciente si el Señor no está al frente. Es dependiendo de él que todas las propuestas, ideas e iniciativas se hacen e cientes. En n, “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edi can; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia” (Sal. 127:1). Elena de White es más categórica todavía cuando dice que: “Lo que causa división y discordia en las familias y en la iglesia es la separación de Cristo. Acercarse a Cristo es acercarse unos a otros. El secreto de la verdadera unidad en la iglesia y en la familia no estriba en la diplomacia ni en la administración, ni en un esfuerzo sobrehumano para vencer las di cultades – aunque habrá que hacer mucho de esto – sino en la unión con Cristo” (El hogar cristiano, p. 158).

Cuando levantamos el muro espiritual, restaurando la comunión personal y el altar de la familia, todas las otras iniciativas se hacen e caces y los ataques del enemigo pierden fuerza.