“Pero yo les digo que cualquiera que mira a una mujer y la codicia ya ha cometido adulterio con ella en el corazón.” (Mat 5:28).
Desde el inicio de la actual masificación de internet, cada vez más personas se hicieron las siguientes preguntas durante los seminarios para matrimonios: ¿La pornografía en mismo es adulterio? ¿Es aceptable que me divorcie de mi esposo, si él fue vicioso pornografía? En todos los casos con los que me encontré, las esposas mostraron mayor preocupación y angustia frente a la conducta de los respectivos esposos así como por todos los conflictos morales, económicos, sexuales y de relación que tal vicio puede causar.
Siempre cuando tengo oportunidad de conversar con las personas viciadas en pornografía, el primer argumento presentado como justificación es que se trata de una conducta secreta y que no afecta a nadie. Ese argumento es inaceptable, por lo menos por dos razones: Primera, en el caso de que la persona esté casada, ciertamente, conducta afectará al cónyuge, lo que la saca del ámbito secreto. Además de esta existe estrecha relación entre conductas sexuales agresivas y de delito, y el consumo pornografía. Eso hace de cada viciado sea un posible candidato a delincuente sexual, inclusive hasta dentro del matrimonio.
Esos dos argumentos anulan la justificación de que la pornografía virtual no afecta a nadie.
Consecuencias
Aislamiento. Los individuos envueltos en pornografía virtual se acostumbran, paulatinamente, a aislar del contacto humano real y concreto, lo que les causa problemas de relación en el círculo matrimonial.
Gasto excesivo de recursos. Las familias en las que existe un consumidor de pornografía se ven expuestas a una situación compleja relacionada con el uso de recursos que por lo general son mal gastados para mantener el vicio. En algunos casos, el problema alcanza niveles dramáticos.
Espiral de estímulos. Por otro lado, así como acontece con otros viciados, el adicto a pornografía se vuelve alguien que acaba necesitando “novedades” que lo estimulen a la medida a la que se acostumbra con las imágenes observadas. Entonces, pasa a exigir sumisión de la esposa a actos degradantes que satisfagan su enferma imaginación.
Ciclo vicioso. En general, el consumidor de pornografía virtual cede al hábito de la masturbación y poco a poco, desarrolla disfunciones sexuales con su cónyuge, lo que lo lleva a consumir más pornografía, entrando de esta manera en un círculo vicioso.
Adulterio y pornografía
Finalmente, el consumidor virtual de pornografía, seguramente, es un adúltero. Cristo estableció que la codicia es adulterio. Nadie que esté atrapado por ese lazo puede afirmar que no es esclavizado por la lujuria. En ese caso, se encuentra en adulterio, y en el caso de que no haya cambio evidente que incluya arrepentimiento, confesión y reforma, la parte inocente del relacionamiento conyugal tiene derecho al divorcio. Jesús dijo: “Pero yo les digo que cualquiera que mira a una mujer y la codicia ya ha cometido adulterio con ella en el corazón” (Mat 5:28).
¿Estamos conscientes de la gravedad del problema? Busquemos amparo en la gracia y en el poder del Señor, a fin de que seamos protegidos contra los ataques del enemigo.