La convicción del llamado personal de Dios me ha orientado desde que yo era una jovencita, cuando me sentía encantada con las historias misioneras que hacían arder mi corazón.
En el transcurso de esos 16 años de ministerio, mi familia y yo aprendimos nuevas formas de fortalecer la comunión personal con Dios, desarrollamos nuevas estrategias de apoyo mutuo familiar y pasamos por maravillosas experiencias misioneras.
Nuestro ministerio pastoral familiar comenzó en la Unión Sur del Brasil, donde vivimos durante nueve años. Desde allí, el Señor nos dirigió a la Unión Sudeste, donde permanecimos durante siete años. Actualmente, el Señor nos guio hasta la Unión Norte, región que llegamos a amar en los diez meses que llevamos viviendo aquí.
“Ir adonde Dios nos mande” es uno de los lemas de la Ley de los Conquistadores, y este también es el lema de nuestra familia. Tenemos la convicción de que, cuando ocurre un traslado, Dios está llamando a cada miembro de la familia pastoral, no solamente al pastor. El Señor envía los medios, auxilia en la adaptación, y concede nuevas y emocionantes oportunidades de crecimiento a todos los miembros de la familia.
Tengo hijos adolescentes. Gabriel tiene catorce años; y Ágatha, doce. La noticia del traslado provocó diferentes reacciones en cada uno de nosotros: mi esposo y yo “perdimos el habla” durante algunos días, pero nuestros hijos
lloraron mucho. Estaban desesperados por tener que dejar atrás la escuela y los amigos que tanto amaban.
La oración colocó en nuestro camino nuevos amigos que nos proporcionaron una adaptación más tranquila para nuestros hijos, nuestro más grande tesoro. Hubo queridas personas que introdujeron a nuestros hijos en el nuevo ambiente, en la nueva cultura. Sin preconceptos… Personas que oraron con nosotros, que nos brindaron su tiempo, y mantuvieron en nosotros la llama de la convicción del llamado pastoral y familiar.
Los traslados nunca son fáciles. Sin embargo, la empatía y la convicción del llamado pastoral familiar nos mantiene saludables, productivos, unidos, felices y confiados. Perder la convicción del llamado nos enferma, nos entristece y nos desestabiliza.
Hoy es el tiempo de renovar la convicción del llamado pastoral familiar; ya sea de tu familia o de una familia cercana a ti.
Que el Señor nos mantenga rmes a su lado, junto con nuestra familia, y dispuestos a servirlo donde él necesite de nosotros.