Principios de liderazgo y administración en la vida de Jesús y Pablo

Principios de liderazgo y administración en la vida de Jesús y Pablo


Principios de liderazgo y administración en la vida de Jesús y Pablo

Pr. Enzo Chávez

Jesús el paradigma perfecto de liderazgo

Una de las características impresionantes del liderazgo de Jesús es su carisma y don de gentes. La Biblia menciona que Jesús hizo tres cosas que atraían a las multitudes: los amó (Mt. 9:36), satisfizo sus necesidades (Mt. 15:30; Lc. 6:17,18; Jn. 6:2), y les enseñó de manera práctica e interesante (Mt. 13:34; Mr. 10:1; 12:37). Estos tres elementos del liderazgo de Jesús son cualidades que todo pastor y líder cristiano deben desarrollar en la administración eclesiástica.

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Todo pastor debe propiciar entre sus liderados un clima donde las relaciones interpersonales sean muy saludables. Jesús, a sus discípulos, les aconsejó amarse unos a otros: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Jn. 13:35). El Maestro recomienda vivir en amor para lograr un clima laboral, donde todos se respeten y acepten tal como son. El paraguas del amor constituye la mejor manera que existe de conocer a Dios. Es en el amor que se profesan quienes siguen a Jesús, y tan sólo a través del amor, que las personas pueden “intercambiar sus pesadas y agobiantes cargas” (Walvoord y Zuck, 1996, p. 152).

Por otro lado, el liderazgo de Jesús se basó en la mansedumbre, la humildad (Mt. 11:25-30) y en el servicio desinteresado por el prójimo (Mr. 10:45, Lc. 22:27). No era solamente teórico, sino también práctico (Jn. 13:14-15) y, especialmente, basado en una estructura organizada (Jn. 20:21-22). Él era un capacitador y fuente de toda autoridad.

Modelo paulino para administrar distritos con múltiples iglesias

Los siguientes párrafos se dedican a explorar los escritos del apóstol Pablo en busca de principios aplicables a la administración de distritos con más de una congregación.

Desarrollo de líderes

En el capítulo 16 del libro de Hechos encontramos el llamado que Pablo hace a Timoteo (Hch.16:3). Lo lleva junto con él para entregar los acuerdos tomados en el concilio de Jerusalén (Hch.16:4); es decir, lo discipula (Cole, 2011, p. 99). Luego lo envía a Macedonia (Hch. 19:22), probablemente capacitado y apto. Timoteo es el colaborador de Pablo (Ro. 16:21; 1 Ts. 3:2). Ya no es sólo alguien que recibe enseñanza, sino alguien que junto a Pablo lleva las cargas de la iglesia. Timoteo es el hijo espiritual de Pablo (1 Co. 4:17; 1 Ti. 1:18), quien ejecutará la misma obra del Señor, así como Pablo (1 Co. 16:10). Finalmente, Timoteo está preparado para liderar y ser enviado por Pablo como nuevo líder para velar por la iglesia, guardando lo que se le ha encomendado en su formación (1 Ti. 6:20).

El liderazgo de Pablo con Bernabé descrito en el libro de Hechos tuvo un crecimiento a la par (Hch. 12:25). Ambos fueron llamados por el Espíritu Santo (13:2) (Veloso, 2017, pp. 249-270), y comparten una labor en conjunto dentro de su formación como líderes (13:46; Gál. 2:9), padeciendo las mismas afrentas (13:50). Aquí notamos que tanto Pablo como Bernabé fueron desarrollándose a tal punto que ambos líderes tuvieron que separarse a causa de los judaizantes (Hch. 15:39-40).

Silas inicia su trabajo ministerial junto a Pablo a causa del problema suscitado con los judaizantes (15:40). Acompañó a Pablo en sus cantos luego de ser aprisionados (16:25). Junto a Timoteo se torna colaborador de Pablo, quien les muestra su pasión por la Palabra (18:5). Por otro lado, Marcos, al inicio no es considerado dentro de la lista de Pablo por haberlo abandonado en Panfilia (15:37); sin embargo, luego de ser adiestrado por Bernabé (15:39) se convierte en un valioso obrero que Pablo reconoce y que no duda en mencionar a las iglesias que lo tienen que recibir (Col 4:10). Además, Marcos es útil en el ministerio de Pablo (2 Ti 4:11), y así como Timoteo, es considerado su colaborador (Fil. 1:24).

Visitación planificada

Pablo es llamado por el Espíritu Santo para un propósito especial (Hch. 13:2). Es allí que su ministerio comienza, pasando por Seleucida, Chipre, Salamina, predicando en las sinagogas por Perge, Jerusalén y Antioquía, entre otros sitios que encontramos en detalle en los capítulos 13 en adelante. Pablo es tomado y guiado por el Espíritu Santo para predicar en el mundo romano. Es decir, hasta aquí, los lugares visitados son parte del plan del Espíritu Santo.

Sin embargo, hallamos que en Hechos 15:36 Pablo sugiere visitar a los hermanos en todas las ciudades donde se ha proclamado la palabra del Señor, para ver cómo están (Barrett, 2004, p. 753). Sólo Chipre no es visitado. Aquí se puede notar el cuidado de Pablo por las iglesias que han sido fundadas. Aunque el primer viaje misionero fue guiado por el Espíritu Santo, parece ser que el plan de volver a Asia Menor se originó en Pablo. (teamtapper.com)

Concluimos entonces que sólo durante el segundo viaje misionero, Pablo tiene en mente atender las iglesias fundadas. Uno de los motivos, probablemente, fue llevar los acuerdos del concilio de Jerusalén, pero como lo indican los textos, fue hecho para confirmar el bienestar de las iglesias (Ro. 1:11; 2 Co. 2:4; 11:3, 29; Gál. 4:29; Col. 2:1) que habían comenzado a caminar solas.

Reuniones de capacitación

La actividad capacitadora dentro de la administración de distritos con múltiples iglesias se desprende del ejemplo de Pablo para administrar un distrito misionero. Hechos 14:21-28 describe la escena de Pablo y Bernabé como pastores capacitadores; el texto menciona que los capacitados eran los discípulos, a quienes se los fortalecía y se les exhortaba a perseverar en la fe. De hecho, Pablo, en el lugar en el que estaba, se reunía con los discípulos y se quedaba mucho tiempo (v. 28).

El contexto muestra la extensión geográfica, los desafíos misioneros y las iglesias que Pablo debía cuidar. El registro bíblico indica que su campo misionero-administrativo, no solamente comprendía una pequeña región, sino casi todo el vasto imperio romano de la época, lo que en la actualidad vendrían a ser países enteros.

Teniendo esto en mente, es muy razonable inferir, que la estrategia de Pablo al quedarse mucho tiempo en las ciudades con los discípulos, era ejercer un papel capacitador. Su finalidad era enriquecer integralmente a la iglesia, de manera que se desempeñen eficientemente en sus respectivas responsabilidades. En su segundo viaje misionero, la expresión “habiéndose detenido aun muchos días…” muestra implícitamente el rol capacitador que realizaba con cada iglesia que visitaba (Hch. 18:18), y en su tercer viaje misionero (Hch. 20:3,20), recalca que después de haber permanecido tres meses, además de hacer evangelismo, “enseñaba” (v. 20).

En la actualidad, el crecimiento de iglesia propone como elemento primordial la labor paulina, es decir, el liderazgo Capacitador.

Estructuras funcionales

Dentro del modelo paulino, se encuentra la funcionalidad de los ministerios a desarrollarse, por supuesto. Pablo usa la imagen del cuerpo de Cristo en el capítulo 12 de la primera carta a los Corintios para ilustrar la cooperación y funcionalidad de estos ministerios. A partir de esta imagen se entiende que, de ningún modo puede algo obsoleto mantener su presencia, pues en el cuerpo todo ayuda al todo. Usando esta imagen, la Iglesia es una entidad que tiene como cabeza a Jesús mismo, y el cuerpo es la iglesia. (1 Co. 12:14-25).

En este sentido las estructuras de la iglesia deben ser funcionales, así como las diferentes partes del cuerpo son funcionales entre sí. El apóstol Pablo presenta la iglesia como el cuerpo de Cristo, la cual tiene muchas partes y órganos que interactúan entre sí: “Ni el ojo puede decir a la mano: no te necesito. Ni la cabeza a los pies: no os necesito” (1 Co. 12:21). El apóstol concluye en el versículo 27: “vosotros pues, sois el cuerpo de Cristo, y cada uno de vosotros es parte de él”, señalando así, la manera como la funcionalidad del cuerpo debe reflejarse en la iglesia de la actualidad.

La iglesia primitiva era una iglesia funcional en su organización. Adoptó patrones organizacionales de ancianos (1 Ti. 3:2), de mensajeros que fueron elegidos por congregaciones responsables para ser predicadores itinerantes (2 Co. 8:23, 18, 19). Así mismo, diversas tareas eran asignadas a individuos específicos: algunos se preocupaban “por todas las iglesias” (2 Co. 11:28; 1 Ti. 3:5); otros trabajaban “confirmando a las iglesias” (Hch. 15:41) y “edificando la iglesia” (1 Co. 14:4, 12). Todo este proceso refleja crecimiento cuantitativo, cualitativo y orgánico, a través de una estructura funcional cuya misión era predicar el evangelio al mundo.

El equilibrio entre las diferentes partes trae salud al cuerpo. Lo que muestra que el crecimiento de la iglesia no depende de un sólo factor clave, pues, como los órganos son muchos y crecen interactuando entre sí, así mismo, existe más de un factor que interactúa para el crecimiento integral de la iglesia. Pues el Espíritu que otorga los diferentes dones “es el mismo” (1 Co. 12:6).

Distritos con múltiples iglesias

Pocos libros hablan de cómo se debe administrar distritos con múltiples iglesias. Es por ello que despues de analizar el modelo paulino y su enfoque administrativo, proponemos tres aspectos que todo pastor/lider con más de una iglesia debería seguir para atender las necesidades de sus congregaciones.

De éstos brotan tareas administrativas que todo líder debe desarrollar para tener un ministerio exitoso. La eliminación de cualquiera de estas tareas debilitará la administración eficaz de un distrito con varias iglesias, causando desorden y confusión.

Cada aspecto, en realidad, es una descripción de la experiencia práctica en el ministerio; por consiguiente, esta sección es pastoralmente práctica.

El pastor como Delegador

Recordemos que un pastor de iglesia debe influenciar en las personas para que logren por sí mismos una meta particular. Damos por sentado que un pastor con múltiples iglesias debe ser es un líder organizado, que dirige la iglesia de acuerdo a los principios administrativos de la Biblia y guiado por el Espíritu Santo.

En ese sentido, creemos que la gran mayoría de pastores que salen del seminario, planifican sus actividades eclesiásticas y tratan de alcanzar sus metas propuestas. Sin embargo, para aquellos que tienen que cuidar más de una iglesia, como en el caso de la zona sur del Perú, donde el promedio es de 14 iglesias por pastor, es imposible cuidar con éxito y satisfacer las demandas de cada iglesia; por ello, creemos que es indispensable que el pastor desarrolle la habilidad administrativa de delegar, para cumplir los objetivos ministeriales y para movilizar a la iglesia en la tarea del discipulado.

Sánchez (2001) afirma que “un líder que ha comprendido la naturaleza y motivaciones del liderazgo, hará una prioridad el delegar el mayor número de tareas posibles. Procurará utilizar todos los talentos existentes y crear oportunidades para que sean canalizados creativamente para el bien común” (p. 189). Yoccou (1991) comenta que “delegar significa poner la carga sobre otro”, y añade que “poner la carga sobre otro, es morir a esa carga; es dejar en otras manos lo que antes manejábamos nosotros” (p. 145). Acosta (2011) enfatiza: “si queremos crecer, asumir nuevos retos, es preciso desembarazarnos antes de parte de las tareas que nos lo impiden” (p. 200).

Por otro lado, MacArthur (2009) sostiene que “delegar no significa abandono del liderazgo, sino el ejercicio del acto más profundo del liderazgo” (p. 365). Los grandes líderes son eficaces para delegar. Se dan cuenta de que, personalmente, son incapaces de hacer o atender todo lo que desean completar.

Uno de los vínculos más grandes en una iglesia es el sentimiento de ser colaboradores, cada uno con una tarea y una parte en la obra; por lo tanto, ningún miembro debe quedar como recipiente, no más, siempre recibiendo sin nada que compartir. La iglesia llega a la cumbre de la eficacia cuando cada miembro es un obrero consciente de la importancia de su obra.

Acciones a realizar

Proponemos, en este segmento, algunas sugerencias prácticas a penas para despertar la creatividad de como cada cada pastor  podría fortalcer  el proceso de delegar.

  1. El pastor debe estudiar y seleccionar cuidadosamente a su feligresía para discernir y utilizar sus talentos. En cada contacto debe conocer mejor a su iglesia.
  2. La meta del pastor debe ser que cada miembro tenga un lugar y una responsabilidad. Él debe convencer a los demás de la importancia de esta meta, para que ellos también animen a los demás a encontrar y desarrollar su don.
  3. El pastor debe empoderar a los ancianos de la iglesia, líderes de Escuela Sabática y Grupos Pequeños para que ellos se conviertan en copastores de la iglesia local, su unidad o grupo.
  4. Motivar a los líderes a programar visitas una vez por trimestre, realizando alguna actividad social, llamadas telefónicas de motivación, etc.

El pastor que delega tendrá una iglesia saludable, próspera y feliz. A su vez, tendrá tiempo para disfrutar y pastorear también a su familia. El secreto está en desarrollar y utilizar los dones de los hermanos en su congregación (Comiskey, 2001). Esto es delegar.

Otro aspecto que se debe mencionar, en el arte de delegar en el ministerio, es lo que dice Brown (2006) “por mucho cuidado que se tenga, y por muy necesario que sea delegar las responsabilidades del liderazgo todo líder debería tener a alguien con quien poder hablar cuando los problemas parezcan demasiado grandes como para resolverlos, y las presiones demasiado intensas para soportarlas” (p. 40).

Delegando responsabilidades administrativas

Es importante afirmar que estamos hablando de delegar tareas administrativas, mas no tareas pastorales y esto es importante diferenciar; por ejemplo, el neurocirujano no puede delegar a su esposa la responsabilidad de operar por él; el profeta no puede delegar a otro para que profetice por él, o el apóstol no puede delegar a otro para que apostolice por él. El evangelista no puede delegar a otro para que evangelice por él; el maestro no puede delegar a otro para que enseñe por él, y el pastor no puede delegar a otro para que pastoree por él. Comiskey (2011) afirma que, en realidad, muchos creyentes están aburridos de sus vidas cristianas, especialmente si todo lo que parecen hacer es ir a la iglesia, sentarse y escuchar los sermones y después volver de nuevo a casa. “Los dones espirituales permiten a la gente descubrir su lugar dentro del Cuerpo y servir junto a otros mientras siguen a Jesús” (p. 113).

White (2003) enfatiza: “los hombres dirigentes deben delegar responsabilidades sobre otros y permitirles trazar planes e idear medios y ponerlos en ejecución, de manera que puedan adquirir experiencia” (p. 52).

Cuando se delega una función deben mantenerse en mente las siguientes recomendaciones:

  1. Delegar a sus líderes responsabilidad y autoridad.
  2. Exigir cuentas de los resultados, periódicamente.
  3. Explicar a sus líderes de iglesia lo que se espera de ellos.
  4. Si se teme que los líderes no van a hacer las cosas bien, enseñarles a hacerlas; esto ahorrará mucho tiempo al líder.
  5. Valorar el tiempo personal, y usarlo para realizar las tareas que únicamente competen al líder.
  6. Meditar en oración sobre las actividades a delegar y sobre quiénes podrían ser los líderes adecuados para cada tarea.
  7. Asegurarse que las personas elegidas para hacer las tareas sean fieles y consagradas.

Delegar como principio bíblico

En el libro de Génesis, capítulo 24, tenemos registrado un singular acontecimiento donde Abraham delega la importante responsabilidad de encontrar una esposa para su hijo Isaac mediante un juramento de obediencia ineludible (Walton, Matthews y Chavalas, 2004, p. 46); ejemplos adicionales de delegación en el Antiguo Testamento incluyen la ocasión cuando Moisés delegó algunas responsabilidades administrativas a setenta varones (Ex. 18:17-27).

Atkinson y Field (2004), hablando de esto sostiene que “Jetro aconsejó a su yerno Moisés que organizase a los hijos de Israel en grupos. Le sugirió que eligiese líderes, los formase y delegara en ellos su autoridad; todos estos factores son componentes del liderazgo” (p. 202).

En el NT leemos que Jesús delegó responsabilidades del ministerio a setenta discípulos (Lc. 10:1-20), y también a sus doce apóstoles (6:7-13).

La Gran Comisión que encontramos en Mateo 28:19, 20, y que se repite nuevamente en Hechos 1:8, es otro ejemplo de que Jesús delegó su ministerio a sus seguidores. Así mismo, el apóstol Pablo delegó responsabilidades ministeriales a los ancianos de cada iglesia que él estableció, y los comisionó para el trabajo de servicio (Hch. 14:23).

El pastor como Capacitador

Todo pastor que lidera múltiples iglesias debe desarrollar un programa de capacitación que satisfaga las necesidades de sus miembros; debe invertir tiempo y esfuerzos en capacitar a sus congregaciones, para cumplir bien el trabajo que Dios le ha conferido (Tidwell, 1985, p. 93).

Un factor de gran importancia es que el pastor no debe considerar el proceso de capacitación como un hecho que se da una sola vez para cumplir con un calendario eclesiástico. La mejor forma de capacitación es la que se obtiene de un proceso continuo, siempre buscando desarrollar las habilidades de la feligresía, para estar comprometidos con sus propias responsabilidades cristianas (Comiskey, 2004).

Comiskey (2008a) comenta: “las iglesias que crecen capacitan a sus líderes con éxito, usando tanto el entrenamiento antes del culto como un entrenamiento continuado” (p. 93). Culpepper (2011) afirma que “la capacitación eficaz para el liderazgo pastoral de hoy y mañana requiere que desarrollemos varias inteligencias necesarias para el cumplimiento de la Gran Comisión” (p. 20).

Rice (2000) acepta que “la tarea principal de los que han sido apartados para el ministerio pastoral es capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio” (p. 20). Daman (2004) comenta: “discipular involucra inculcarles a las personas las disciplinas espirituales y el conocimiento bíblico que los capacitará para ser discípulos obedientes y maduros de Cristo” (p. 26). Maxwell (2011) cree que “los líderes sobresalientes se distinguen de los buenos por la forma de influir a quienes los siguen” (p. 62).

MacArthur (2011) afirma que Pablo había plantado muchas iglesias por todo el Mediterráneo y cuando se fue a la siguiente región, le entregó el liderazgo de la iglesia a alguien como Tito. “Este era un capacitador, un desarrollador y un hombre que podía preparar a otros para ser líderes” (p. 190).

McKinney (1994) certifica que: “La educación del misionero va más allá de las fronteras de un simple programa de capacitación. Involucra un compromiso para aprender y crecer durante toda la vida” (p. 198).

Preguntas importantes

Antes de establecer programas de capacitación a nivel distrital, el pastor de iglesia debería formularse algunas preguntas que le darán el derrotero que debe seguir en sus deseos de empoderar a su feligresía.

He aquí algunas preguntas que se debe formular: ¿cuál es el propósito de establecer un programa de capacitación? ¿cómo desea que sea la calidad del programa? ¿quiénes serán los asistentes?

Taylor (1997) afirma que la capacitación bíblica tiene que ver con la educación formal o no formal. Puede hacerse mediante la educación por extensión o de un modo residencial. De cualquier manera, “la capacitación bíblica preparará al misionero para que dé una sólida presentación del evangelio a los que todavía no han oído el mensaje de salvación” (p. 49).

Otra pregunta es ¿qué actividades debo planificar para poner en práctica lo que enseñaré? Para contestar estas preguntas es preciso tener bien definidas las necesidades de la iglesia local y la clase de líderes que serán elegidos para suplirlas.

Si el pastor distrital desconoce, debe hacer una investigación realista que permita diagnosticar los problemas y sus posibles soluciones. Esto es muy importante para la formulación del currículo que responda al propósito establecido.

Por otro lado, se puede solicitar la ayuda de otros pastores vecinos, de la Asociación o docentes del Seminariopara cumplir con los objetivos propuestos. Posiblemente haya cosas que se vean de afuera y que no siempre son claras viéndolas desde adentro. Es importante tener en mente que capacitar a los líderes de las iglesias reportará muchos beneficios en al liderazgo, la iglesia estará reavivada y estará cumpliendo la voluntad de Dios.

El pastor como Supervisor

Supervisar es una tarea administrativa que le corresponde desarrollar al pastor con múltiples iglesias, si es que desea atender satisfactoriamente las necesidades de la iglesia local. Significa apoyar y vigilar la coordinación de actividades de tal manera que se realicen en forma satisfactoria (Arrais, 2011, pp. 73-84).

Hax y Majluf (2004) comentan que “debemos definir la base para la información y los sistemas de control requeridos para supervisar el avance del programa estratégico” (p. 331). Muchos autores concuerdan que esta tarea requiere mucha disciplina, ya que no hay labor más exigente para un pastor distrital, con múltiples iglesias, que la supervisión del trabajo de sus líderes.

Mosley, Megginson y Pietri (2005) comenta que los supervisores heroicos son aquellos que tienen una gran necesidad de control, de ejercer influencias y de hacerse cargo de las cosas. “Si son dinámicos y capaces, pueden hacer un trabajo eficaz y producir buenos resultados” (p. 230).

Por otro lado, White (2004) sugiere “encabezar el cambio y administrar la estabilidad, establecer una visión y lograr los objetivos, romper las reglas y supervisar su cumplimiento, aunque paradójicos, son todos necesarios para ser exitosos” (p. 16). Muchinsky (2002) afirma: “una parte del liderazgo son las responsabilidades de vigilancia o supervisión” (p. 384).

Estructura de supervisión

Todo pastor que tiene varias iglesias a su cuidado debe tener una estructura de supervisión o monitoreo zonal, regional o por ubicación geográfica, donde pueda agrupar a las iglesias y contar con la participación de todos sus líderes, quienes ayudarán a hacer el trabajo. Este tipo de organización permitirá que los líderes que apoyan al pastor puedan compartir experiencias, animarse y aprender el uno del otro, así como también, aprender de los líderes con más experiencia. En lugar de que cada líder esté luchando con problemas o preguntas a solas, puede compartirlas con otros y recibir ayuda y consejos. Mosley y Pietri (2005) menciona “cuanto más alto sea el nivel de los administradores en una organización, tanto menor debe ser el número de personas que deben reportarles directamente” (p. 100).

Por otro lado, el propósito de la supervisión pastoral es asegurar que los líderes estén cumpliendo fielmente sus funciones, hacer ajustes necesarios en el calendario de actividades eclesiásticas y lograr una real cooperación y adherencia a los propósitos reales que queremos. Urcola (2010) “con el fin de conocer los resultados obtenidos en una actividad de acuerdo con las previsiones establecidas” (p. 120).

“Hay que controlar todo aquello que es susceptible de ser medido y evaluado. Es prioritario y fundamental controlar los resultados proyectados, sin olvidar someter también a control los procesos necesarios a realizar, ya que de éstos depende en gran medida la obtención de aquellos” (p. 122).  Pareda (2007) afirma que “cuando el colaborador está aprendiendo, el trabajo bien hecho será su mayor motivación” (p. 90).

Con respecto al ministerio, Elena G. White señala que “como obreros del Señor, deben presentar sus planes unos a otros” (White, 2003, p. 59), “presentarlos a la iglesia de tal manera que obtengan interés y cooperación” a fin de que los “hermanos entiendan los planes y compartan la tarea [pastoral]” (White, 1981, p. 21). Además, “Dios quiere que estén [todos] unidos por las agradables cuerdas del compañerismo” (White, 2003, p. 59). Pero esto no debería hacerse aisladamente, es decir, sin contar con la ayuda de Dios. Ella dice:

Asegúrense de orar y de intercambiar ideas antes de trazar los planes, y luego, con el Espíritu de Cristo, lleven adelante la obra en unanimidad. Si algún hermano decide no cooperar con sus hermanos, y no tiene deseos de trabajar por causa de diferencias de opinión, hay un solo curso de acción a seguir. Humíllense delante de Dios y recurran a la oración, porque ustedes no pueden ni deben intentar trabajar en desacuerdo. (White, 2003, p. 29)

CONCLUSIÓN

Hemos observado el concepto de administración desde varias perspecciones según la concepción cristiana actual, partiendo desde definiciones o explicaciones tanto de la teoría como en la práctica, lo que ha provisto una lógica de las actividades que este concepto incluye. Con esto en mente, y considerando el concepto de administración en diferentes perspectivas cristinas, se ha observado que en algunas iglesias de hoy en día suele mezclarse el concepto secular de administración con el concepto bíblico del mismo. Es por ello que muchas iglesias hoy en día parecen más como empresas seculares y, por ello, su crecimiento está más centrado en la cantidad de sus miembros y no en la calidad espiritual de ellos, creo convincentemente que las dos deben ir de la mano para cumplir el sueño de Dios, de hacer discipulos.

Si bien es cierto que administración no es sinónimo de misión, una buena administración facilita y fortalece la misión. Por lo tanto, las funciones del pastor en la iglesia local son vitales para la buena marcha de ella, ya que administración eclesitica desde el punto de vista de la Biblia es más que un método o un medio para lograr un fin. Al contrario, sirve para el servicio y el estímulo hacia los demás. Sin esta perspectiva, el resultado al que suele llegarse es una dicotomía caracterizada por una falta de integración entre la cultura teológica de la congregación y la cultura administrativa. Es decir, es imposible hablar de teología sin hablar de administración eclesiástica. Las dos van unidas como un solo enfoque para dirigir el ministerio.

Finalmente en la tarea de administrar la iglesia local y llevarlos al cumplimiento de la Misión es menester desarrollar las habilidades administrtivas del pastor como lider delegador, capacitadorr y supervisor.

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