Una de las marcas que caracterizan a la Iglesia Adventista del Séptimo Día es su defensa por la libertad religiosa y de expresión. Levantamos esta bandera no solamente pensando en defender nuestros derechos de creer, predicar y adorar, sino también porque cualquier creencia religiosa merece recibir respeto y libertad. Cada ser humano necesita tener el derecho de expresarse, oír diferentes puntos de vista sobre cualquier tema, incluyendo los religiosos, y entonces, tomar sus propias decisiones.
Defendemos esta visión como una expresión de la voluntad de Dios. Él nos da libertad a los seres humanos para escoger entre el bien y el mal. Fue así desde el Jardín del Edén. Él respeta las decisiones y las expresiones humanas, aun cuando son imperfectas o están manchadas por el pecado. Si esta es la actitud de Dios, acaso ¿no debería ser también la nuestra?
Muchas veces, esto tiene un costo muy elevado y acabamos sufriendo la oposición de otros movimientos religiosos que tienen diferentes creencias de las nuestras. Aun cuando no nos agradan sus creencias, los respetamos y entendemos que tienen el derecho a expresar sus opiniones. En otras ocasiones, nos convertimos en el blanco del preconcepto de los medios de comunicación, que no entienden nuestro mensaje o nuestro estilo de vida. Este es el precio de la libertad.
En situaciones más extremas, muchos miembros de nuestra iglesia sufren penalidades, algunas veces la pérdida del empleo, o tienen problemas escolares y académicos por su delidad al sábado. En estas situaciones, siempre luchamos por la libertad para poder ejercer nuestra fe sin herir la libertad de los otros y sin obligarlos a pensar como nosotros. Esto demuestra respeto por la diversidad, al mismo tiempo que destaca la lucha por la libertad.
Tenemos posiciones teológicas diferentes de otras denominaciones; sin embargo, no aceptamos ningún recurso que obligue a las personas a creer en nosotros ni en nuestras creencias fundamentales. Predicamos un evangelio que moviliza a las personas hacia la Biblia y, a partir de ahí, las invitamos a unirse a nosotros por medio del bautismo. Recibimos respuestas positivas y negativas, sin embargo, nunca dejamos de relacionarnos y orar por las personas que terminan decidiendo no unirse a nosotros. Dicho sea de paso, las estadísticas indican que, en promedio, de cada cinco personas que estudian la Biblia con nosotros, solamente una se bautiza. Esto demuestra el respeto por la opinión personal y la libertad de elección.
Nuestras normas de procedimiento están descritas en el Manual de la iglesia y también en las reglamentaciones de nuestra institución. Solamente solicitamos a aquellos que se unen voluntariamente a nosotros, como miembros de iglesia o servidores, que respeten nuestra visión bíblica, nuestra postura y el estilo de vida que llevamos. Por otro lado, no podemos aceptar imposiciones que nos obliguen a creer, aceptar, defender o callarnos frente a aquello que entra en con icto con la Biblia. Estas imposiciones anulan la libertad de creencia y expresión, dos derechos plenos de cualquier cristiano y ciudadano. Actitudes como estas nos recuerdan las imposiciones religiosas que ocurrieron en el pasado y motivaron la persecución religiosa y la pérdida de las libertades fundamentales. No podemos apoyar a estos movimientos. El consejo inspirado nos orienta a “interponer así la protesta más e caz contra las medidas destinadas a restringir la libertad de conciencia” (Joyas de los testimonios, t. 2, p. 152).
Uno de los ejemplos más claros y actuales de esta situación es la polémica que involucra la homosexualidad. Existe una presión popular por parte de los medios de comunicación, la política y el ámbito judicial que intenta encuadrar a todas las personas para que crean que este es un tema natural, personal y, por eso mismo, aceptable. Cualquier expresión contraria a esta idea es rotulada de “homofóbica”. En otras palabras, existe una tentativa de obligar a la sociedad a creer en la homosexualidad, apoyarla, o callarse. Tenemos una visión clara y bíblica acerca de este asunto y, como iglesia, no podemos negociarla (Gen. 1:27; 2:24; Lev. 20:7-21; Rom. 1:24-27; 1 Cor. 6:9-11). Respetemos a todas las personas, tanto como cualquier decisión haya de tomar con respecto a este tema, pues todos son libres ante Dios y las leyes del país. Sin embargo, no podemos aceptar la imposición de una visión antibíblica que abarque a toda la sociedad. Necesitamos reforzar los conceptos de respeto y libertad, pues estos son atributos fundamentales de Dios, manifestados por Cristo y demostrados en la cruz.
Si alguna persona dice ser homosexual por decisión propia, o porque cree que ha nacido así o cree que esto fue el resultado de la in uencia familiar, necesitamos respetarlo. Si la decisión es consciente o consecuente, necesitamos tratarlo con respeto, aun cuando, bíblicamente, no podamos estar de acuerdo. No estar de acuerdo no signi ca faltarle el respeto. No estamos de acuerdo con la situación, sin embargo, respetamos a cualquier persona que esté involucrada en esto. Esta es la postura correcta para un cristiano y, al mismo tiempo, compatible con el carácter de Dios.
Respetar al ser humano no signi ca apoyar cualquier decisión, acto u orientación sexual que no se encuentre en armonía con respecto a la creación, la familia y las orientaciones de Dios. Necesitamos preservar nuestro mensaje, nuestra iglesia, nuestros miembros y, al mismo tiempo, nuestras escuelas, colegios con internado y universidades, pues estos son lugares para personas que, tal como nosotros, optaron por vivir de acuerdo con la orientación bíblica. Buscamos el respeto y la libertad a n de expresar con equilibrio la voluntad de Dios, con relación a cualquier tema, incluyendo la homosexualidad. Necesitamos tener respeto y libertad para seguir la orientación bíblica con relación a los miembros de nuestras iglesias. Al nal de cuentas, la iglesia es un ambiente voluntario, al cual se le unen las personas que tienen las mismas creencias. También queremos ser respetados y tener libertad para contratar a los servidores que crean y vivan tal como nosotros en relación con esta cuestión.
La libertad y el respeto son una vía de doble mano. Por eso, cuando buscamos la libertad, nos comprometemos a usarla siempre con respeto hacia cualquier creencia o persona. Sin embargo, no podemos aceptar ninguna imposición que intente acallar la Palabra de Dios, o a aquellos que la predican y la siguen. Por eso, debemos ser claros al tomar una postura en contra de las actitudes que coarten la libertad de consciencia y la de expresión en términos religiosos, o que tengan efecto sobre nuestra fe.
La verdadera libertad es aquella que preserva las creencias, sin embargo, al mismo tiempo, de ende el respeto a la opinión. Por eso, enfrentados con este tema, que ha conmovido a nuestras familias y le ha impuesto límites a nuestra fe, vamos a defender el respeto y la libertad, mostrándonos en contra de la imposición de conceptos personales o sexuales. Por otro lado, vamos a orar para que todo el debate que este asunto ha generado profundice nuestro conocimiento y la fe de nuestros miembros, además de llamar la atención de las personas sinceras a la verdad. Al nal de cuentas, “todo conflicto, todo vituperio, todo esfuerzo por limitar la libertad de conciencia son instrumentos de Dios para despertar las mentes que de otra manera dormirían” (El discurso maestro de Jesucristo, p. 31).