Sindrome de Giezi
Gerald Kingbeil
Rudolf Otto Otto, profesor de teología sistemática en diferentes universidades alemanas al comienzo del siglo XX, publicó un volumen fundamental que discute la noción básica de lo Santo en todas las religiones. Aunque no estoy de acuerdo con muchas de las ideas del volumen de Otto, la noción de lo Santo como categoría singular de religión es importante. Hablar sobre Dios es hablar acerca de lo Santo, porque Dios es el verdadero “Otro” que no puede ser comparado a nada en este planeta (Isaías 46:5). Él está más allá de nuestros constructos e ideas y es mayor que nuestros mayores pensamientos.
En este artículo, trataré sobre un relato bíblico de alguien que, según dicen, tenía contacto cercano con lo Santo y vivía día a día en la presencia de un mensajero elegido por Dios. Por desgracia, la historia que veremos no contiene todas las lecciones que pueden ser aprendidas por pastores, administradores de iglesia, profesores de Biblia y profesores de teología ocupados. Esta historia es, después de todo, solo una historia que describe la vida real. Sin embargo, nos deja con una pregunta que habla directamente al corazón del problema y desafía a aquellos de nosotros que pasamos la mayor parte del tiempo en la presencia de lo Santo y podemos estar en peligro de “sufrir” la familiaridad con lo Santo.
MINISTERIO DE PRIMERA FILA
Imagino que Giezi no podía creer lo que veía cuando vio a un muerto confirmado caminar entre los vivos o participar en la alimentación milagrosa de cientos de personas, pero él tenía un lugar en la primera fila, observando de cerca el ministerio de uno de los más increíbles profetas de Israel. Sí, Eliseo había recibido una doble porción del Espíritu de Dios (2 Rey. 2:9), y los rabinos habían sido rápidos en señalar que Eliseo llevó a cabo el doble de milagros que su predecesor, Elías. Claramente, al pedir una doble porción del Espíritu de Elías, Eliseo invocó Deuteronomio 21:17, que detalla que el hijo primogénito heredaría una doble porción de la herencia del otro hijo. Reconocemos este pedido como otra vislumbre del carácter de Eliseo, el sirviente de Elías. Humilde y, supongo, algo abrumado por la tarea que tenía por delante, Eliseo tuvo consciencia de que se necesitaba una doble porción del espíritu de Elías para enfrentar el desafío.
La relación de Giezi con Eliseo era similar a la relación anterior que Eliseo tenía con su maestro Elías. Él era un aprendiz errante. Estuvo ahí cuando Eliseo demostró de forma visible que el Dios de Israel era completamente el Otro y que no debía ser comparado con Baal, Moloc o Asera. De hecho, Giezi le sugirió a Eliseo que una de las mayores necesidades de la sunamita era un hijo porque ella era estéril (2 Rey. 4:14), y también fue Giezi quien luego corrió por delante de Eliseo para apoyar la vara de su maestro sobre el rostro del niño muerto. Giezi estaba cerca de la acción, mostraba iniciativa, había sido entrenado por uno de los mejores, y aparentemente estaba listo para seguir adelante.
LA HISTORIA DE NAAMÁN
Una joven niña israelita, cuyo nombre no es mencionado, le señaló al poderoso cortesano arameo, que enfrentaba no solo una emergencia médica, sino también el aislamiento de la sociedad y el olvido, al profeta de Israel. Giezi también debe haber estado presente cuando el general arameo, Naamán, llamó a la puerta de Eliseo, aunque el texto bíblico no lo menciona por nombre hasta que llegamos al triste anti clímax de la narrativa en 2 Reyes 5:20. Tal vez, él haya sido el mensajero que Eliseo envió con la simple orden de que Naamán fuera al Jordán y se lavara siete veces (2 Rey. 5:10). Seguramente estaba impresionado por el hecho de que el ministerio de Eliseo estaba por avanzar al siguiente nivel. Parecía que estaba por tener más visibilidad y acción en su mejor momento. El llamado a la puerta de Eliseo ese día significaba que Eliseo ya no era solo otro jugador local, sino que había avanzado para transformarse en una celebridad internacional.
La reacción inicial de Naamán al mensajero de Eliseo no fue favorable. Él estaba decepcionado, y tenía sus razones. Era el asesor de seguridad nacional del poderoso rey de Siria, y no se le mostraban cortesías especiales. Ni siquiera tuvo una conversación cara a cara con el sanador milagroso. Todo lo que obtuvo fue un mensaje de una sola oración.
A Naamán no le gustaba como se veía el barroso Jordán (fuera de la temporada de lluvia, no es un río muy impresionante) y estaba listo a regresar a su hogar, enojado, decepcionado y frustrado. Afortunadamente, tenía una comitiva de siervos leales que lo animaron a intentar, y eso fue lo que hizo. Siete veces se sumergió bajo el agua. Seis veces, al mirar sus manos y brazos, sus esperanzas se frustraron. Pero la séptima vez fue diferente. Él fue sanado, maravillosamente hecho de nuevo. De manera inmediata, se dirigió a rendir tributo (y algunas riquezas ganadas con mucho esfuerzo) a Eliseo y confesar su nueva fe. Esta vez, finalmente conoció personalmente al profeta y Eliseo lo guio gentil y pacientemente hacia mayor verdad. No, no quería (ni necesitaba) nada de la riqueza de Naamán. Estaba satisfecho con ver el plan inicial de Dios para Israel en funcionamiento: ser una luz a las naciones que atraería mucho interés y que haría que individuos y personas vinieran para conocer acerca de este Dios que vivía en Sion.
LA HISTORIA DE GIEZI
Giezi, sin embargo, no estaba satisfecho. En secreto siguió a Naamán, corriendo para alcanzar al agradecido arameo. Elaboró rápidamente una historia y, para su deleite, recibió dos talentos (aproximadamente 150 libras o 68 kilos) de plata y dos mudas de ropas. La vida era buena. Nunca más tendría que preocuparse por qué comería al día siguiente. Al volver al hogar de Eliseo, Giezi trató de cubrir sus huellas. Imagino que entró en la casa silbando y viéndose particularmente inocente para presentarse listo para volver al trabajo.
Eliseo solo hizo una pregunta intencionada: “¿De dónde vienes, Giezi?” (2 Rey. 5:25, NVI), y mientras Giezi continuaba tejiendo su visión distorsionada de la realidad (a la que también podemos llamarla una mentira), Eliseo lo confrontó con la realidad. ¿Cómo pudo haber esperado que su maestro no estuviera al tanto de esto, un maestro que tenía una comunión íntima con el Creador y Sustentador del universo, que había resucitado a los muertos, alimentado a los hambrientos y pobres, y sabía lo que un rey gentil susurraba en su alcoba (2 Rey. 6:12)? Incluso si hubiera pensado que podía engañar a Eliseo, ¿cómo podía esperar esquivar al Señor, en nombre de quien Eliseo realizaba todos esos actos milagrosos?
Eliseo le preguntó a Giezi una pregunta que ha sido realizada muchas veces a través de los siglos: “¿Acaso es este el momento de recibir dinero y ropa, huertos y viñedos, ovejas y bueyes, criados y criadas?” (2 Rey. 5:26, NVI). No lo era, y el juicio divino sobre Giezi fue inmediato y de amplio alcance. Su codicia atrajo la lepra de Naamán y le costó su lugar privilegiado en primera línea en la maravillosa demostración divina de señales y prodigios.
NUESTRA HISTORIA
Soy un ministro ordenado, he sido profesor de Antiguo Testamento y Estudios del Cercano Oriente, y ahora trabajo como editor de una revista religiosa. En las últimas décadas, en todo momento, he notado que la familiaridad con lo Santo puede llevarnos a tener actitudes (y a veces acciones) como las de Giezi. Confieso que nunca he visto una respuesta tan inmediata como la de 2 Reyes 5, pero argumento que esta familiaridad equivocada con la santidad de Dios con frecuencia nos desvía del foco de nuestro ministerio.
Oramos todo el tiempo, de forma pública y privada, y puede ser que la oración haya perdido su misterio.
Abrimos las Escrituras (para predicar o enseñar) todo el tiempo, de forma pública y privada, y puede ser que la Palabra de Dios haya perdido su poder y asombro.
Somos testigos (o escuchamos) sobre el poder transformador de Dios todo el tiempo, y puede ser que nos hayamos vuelto sarcásticos o cínicos.
¿Ha notado el síndrome de Giezi en su ministerio últimamente? ¿Ha sentido que Dios, el Santo Dios de las Escrituras quien obró en la vida de su pueblo y se sacrificó a sí mismo en Jesús, se ha vuelto algo vacío e incluso aburrido?
A mí me ha pasado, algunas veces, de sentirme de esta forma, y me gustaría compartir cuatro elementos que me ayudaron a redescubrir lo asombroso, el poder y la majestad de este Santo Dios que me ha llamado a su servicio. Tal vez, algunos de ellos puedan serle de utilidad.
- Recuerde su primer amor por Jesús. Recuerde (y relate) cómo él lo ha llamado a su ministerio. No, no es para mejorar su perfil o para mostrar a su congregación que usted es mejor que ellos, sino que es un recordatorio de dónde ha venido y de que su ministerio no es nada fuera del llamado de Dios. Me pregunto si Giezi alguna vez paró para recordar cuando Eliseo lo invitó a servir al Dios de Israel. Seguramente debe haber estado asombrado en ese momento.
- Reserve tiempo para la oración personal. Lleve un diario de oración y siga escribiendo y leyéndolo. Creo que este es un elemento clave para evitar el síndrome de Giezi. Cuando hablamos y escuchamos al Creador del universo y a nuestro Salvador personal, deberíamos quedar boquiabiertos de asombro. Él realmente se preocupa, incluso por los sirvientes cansados y descarriados que pueden haber perdido su camino momentáneamente. Escribir nuestro camino de oración nos ayuda a recordar nuestra dependencia de este Dios Santo. ¿Será que Giezi estaba tan ocupado mirando las acciones y los indicadores económicos o las estadísticas vitales del ministerio de Eliseo, que no tenía suficiente tiempo para la oración personal, y el silencio ante Dios?
- Encuentre un compañero de oración a quien rendirle cuentas. Esta debería ser una persona en la que usted confíe y que ame al Señor. Sea abierto con respecto a sus luchas. En este momento, puede bajar la guardia, y sentirse seguro al hacerlo. Por desgracia, nuestro sentido de posición y jerarquía hace que evitemos, a veces, encontrar un colega ministerial que pueda servir como nuestro compañero de oración. ¿Puedo orar realmente por todo lo que me preocupa con mi colega pastor que está al otro lado de la ciudad o en la siguiente oficina? Me pregunto si Giezi se sentía un poco así, especialmente con las escuelas de los profetas.
- Deje de pensar periódicamente acerca de su ministerio y de planificar nuevas formas de hacer avanzar el reino. Este no es su reino, sino el del Maestro. Aunque él quiere que seamos creativos y estemos motivados por la misión, quiere aún más que pasemos tiempo de calidad con él. Deténgase para un momento de reflexión y deje que Dios planifique. A juzgar por la acción cuidadosa de Giezi al volver con los bienes, debe haber sido un talentoso planificador, tal vez uno muy bueno.
REDONDEANDO
Estoy agradecido de que las Escrituras estén llenas de personas imperfectas que a menudo me reflejan bastante bien. También estoy agradecido de que Jesús mismo se haya tomado el tiempo de volver a enfocarse durante sus ocupados años de ministerio y les haya dicho a sus discípulos “Vengan […] y descansen […]” (Mar. 6:31, NVI). Además del descanso físico, parece que necesitaban “procesar” y recalibrar.
Mi teléfono celular tiene un programa incorporado que se ve y funciona como una brújula. A veces, cuando trato de encontrar una dirección general, me dice que lo mueva en la forma de un ocho acostado. Las personas pueden estar desconcertadas al verme hacer esto, pero es la única forma de obtener una dirección calibrada. Al tratar de evitar el síndrome de Giezi, de volverme (demasiado) familiar con lo Santo, reconozco que puedo necesitar parar completamente y hacer un cambio similar en mi propia vida. ¿Y usted?
Este artículo fue extraído de la Revista Ministry