Sola Scriptura: Los reformadores y Elena de White

Sola Scriptura: Los reformadores y Elena de White

Sola Scriptura: Los reformadores y Elena de White

¿Qué es el principio sola Scriptura y cómo lo veía Elena de White?

 

El cristianismo pos apostólico perdió mucho de su identidad bíblica original bajo la influencia pagana de la cultura greco-romana. En el método alegórico alejandrino, muchos intérpretes cristianos encontraron suficiente libertad para efectuar sus acomodos sincréticos de la Escritura a la cultura popular. La aceptación de esa metodología hermenéutica comenzó a desgastar varias doctrinas de la Biblia del cristianismo tradicional. Por sí solo, el método alegórico habría llevado a la iglesia cristiana a una interpretación pluralista de las Escrituras donde su identidad religiosa terminaría extinguiéndose completamente. Pero la Iglesia de Roma sacó ventaja de ese subjetivismo hermenéutico religioso y de la influencia sociopolítica del Imperio Romano para establecerse como la única intérprete de la Escritura.

Gradualmente, muchas “tradiciones apostólicas” extrabíblicas reformularon la interpretación de las Escrituras y las enseñanzas de la iglesia. San Agustín hasta confesó “Yo no creería en el Evangelio, si  no me hubiera llevado hasta él la autoridad de la Iglesia católica”.1 Tomás de Aquino argumentó que “el objeto formal de la fe es la Primera Verdad, como está manifestado en la Sagrada Escritura y en las enseñanzas de la Iglesia, que procede de la Primera Verdad”.2 Más tarde, el Concilio de Trento, en su cuarta sesión (1546) afirmaría que todas las verdades de salvación y reglas de conducta están contenidas “en los libros escritos y en tradiciones no escritas . . . preservadas en la Iglesia Católica”. A la “Santa Iglesia madre” le pertenece la autoridad de juzgar el “verdadero sentido e interpretación” de las Santas Escrituras.3 Como consecuencia, los intereses eclesiásticos anularon la verdadera fidelidad de la Palabra de Dios y construyeron una fuerte tradición hermenéutica no bíblica.

Ya en la Edad Media, pre reformadores como John Wycleff, John Huss, Jerónimo de Praga y los Valdenses intentaron restaurar la autoridad de la Escritura sobre las tradiciones religiosas y las decisiones eclesiásticas. Aunque muy limitados en su alcance, esos intentos ayudaron a abrir el camino para la gran Reforma hermenéutica y eclesiástica del siglo XVI.

Este artículo observa, de manera breve, cómo usaron los reformadores del siglo XVI el principio sola Scriptura en respuesta a la declaración Católica Romana de ser los únicos intérpretes de la Escritura, y como Elena de White nuevamente lo enfatizó tanto cuando aplicó ese principio en sus interpretaciones de las Escrituras.4 Esos conceptos pueden proveer un cuadro útil para entender el papel fundamental de Elena de White en el tiempo del fin al elevar el principio sola Scriptura.

LA RESPUESTA PROTESTANTE: EL PRINCIPIO SOLA SCRIPTURA

La Reforma del siglo XVI fue primero y sobre todo una reforma hermenéutica que generó una reforma eclesiástica. Uno de los principios conductores del movimiento fue el principio Sola Scriptura, que implicó (1) el conocimiento teórico de las Escrituras como única regla de fe y práctica en las cuestiones religiosas, y (2) la aplicación práctica de aquel principio de la verdadera interpretación de las Escrituras. Desde la perspectiva teórica, Lutero afirmó claramente: “Por lo tanto, la Escritura es su propia luz. Es importante que la Escritura sea su propia interprete”.5 En la Dieta de Worms (1521), Lutero afirmó que él “no aceptaba la autoridad de los papas y de los consejos, porque ellos se contradecían”. A menos que él fuera “convencido por la Escritura y por una razón obvia”, él jamás se retractaría de sus posiciones.6

Juan Calvino argumentó más explícitamente que “aquellos a los que el Espíritu Santo les ha enseñado en su interior, descansan verdaderamente en las Escrituras,” y que “Las Escrituras son, sin duda, auto autenticadas; por lo tanto, no es correcto sujetarlas a la prueba y argumentación.7 De igual forma, el artículo 6 de los Treinta y Nueve Artículos de la Iglesia Anglicana (1571) dice, “Las Sagradas Escrituras contienen todo lo necesario para la salvación de modo que todo lo que en ella no se lee, ni por ella se puede probar, no debe ser exigido a ninguna persona que lo crea como artículo de fe o ser considerado como exigido o necesario para la salvación”.8

Desde una perspectiva práctica, los Reformadores Magistrales no usaron el principio sola Scriptura como una razón para rechazar todas las otras fuentes de conocimiento religioso. Lutero no solo aceptó los primeros Credos Ecuménicos y muchos de los Padres de la Iglesia, sino que también escribió el Catecismo Menor de Lutero (1529) y Catecismo Mayor de Lutero (1529). Igualmente, Calvino escribió su famoso Instituciones de la Religión Cristiana (1536, revisado en 1559) y su propio Catecismo (1538). Muchas otras confesiones y artículos de fe fueron elaboradas, exponiendo la variedad de los matices y creencias protestantes. Además, mientras Zuinglio y Karlstadt rechazaban todo lo que la Biblia no afirmaba, Lutero tendía a permitir todo lo que la Biblia no prohibía.9 Presumiendo que “todo lo que no es contra las Escrituras es por las Escrituras, y las Escrituras por él,”10 Lutero mantuvo varios componentes de la misa católica en su propio modelo litúrgico.11

Se realizaron diferentes intentos a fin de definir la relación entre las Escrituras inspiradas y otros escritos y declaraciones cristianas no inspirados. Por ejemplo, la Fórmula Luterana de Concordia, Declaración Sólida (1577) sugería “una triple camada de autoridad”12 que comprendía (1) las Escrituras apostólicas y proféticas del Antiguo y del Nuevo Testamento, que son “el único verdadero modelo o norma por los cuales todos los profesores y las doctrinas deberían ser juzgadas”; (2) “la verdadera doctrina cristiana recogida de la Palabra de Dios para los tres credos ecuménicos—Credo de los Apóstoles, Credo Niceno, y el Credo de Atanasio—y la primera confesión luterana y los artículos doctrinarios; y (3) “otros libros buenos, útiles, puros, interpretaciones de las Sagradas Escrituras, refutaciones de errores, y explicaciones de artículos doctrinarios.”13

Lutero enfatizó la autoridad incondicional de las Escrituras en contraste con la autoridad relativa y condicional de los teólogos de la iglesia. Solo fue concedida una autoridad derivada a las partes de la tradición de la iglesia “lo que prueba estar basado en las Escrituras” y a los tres credos ecuménicos, “porque él estaba convencido de que ellos estaban en conformidad con las Escrituras”.14  En consecuencia, desde una perspectiva protestante, un credo es solo una norma normata (regla secundaria de fe) con “solo eclesiásticos y, por lo tanto, autoridad relativa, que depende de la medida de su concordancia con la Biblia,” que es la norma normans (regla primaria de fe).15

Sin embargo, Alister E. McGratc argumenta que “la única ala de la Reforma que aplica el principio de la scriptura sola consistentemente fue la Reforma Radical, o ‘Anabatismo’”.16 Pero los mismos anabatistas que inscribieron los siete artículos de la confesión de Schleitheim (1527) no fueron muy lejos en el proceso de restaurar las verdades bíblicas por medio del principio sola Scriptura. Entonces, el lema “la iglesia reformada, siendo siempre reformada de acuerdo con la Palabra de Dios”(ecclesia reformata, semper reformanda, secundum verbum Dei)17 debería mantener el principio duradero de los que quieren llevar adelante el proceso de restauración iniciado por la Reforma Protestante.

En vez de proseguir en tal emprendimiento, muchos pos Protestantes de la Reforma y Evangélicos comenzaron a abrazar hermenéuticas alternativas, que ofuscaron el vasto principio de sola Scriptura, y una interpretación más historicista de las profecías Bíblicas. Esas alternativas incluían interpretaciones futuristas y preteristas católico-romanas de la profecía Bíblica; el deslizar histórico-crítico liberal del elemento sobrenatural de las Escrituras; y la fragmentación dispensacionalista de la unidad general de las Escrituras. Cada uno de estos usaron un principio humano de la Biblia, distorsionando o hasta destruyendo así el principio de sola Scriptura. Durante el siglo XX, aparecieron en escena varios hermenéuticos socio-científicos, que desafiaban aún más el principio de sola Scriptura.

EL ÉNFASIS DE ELENA DE WHITE SOBRE EL PRINCIPIO SOLA SCRIPTURA

Muchos restauracionistas y reavivalistas norteamericanos del siglo XIX enfatizaron la necesidad de redescubrir algunas enseñanzas de la iglesia apostólica. Pero ningún movimiento religioso contemporáneo se aplicó tan sistemáticamente al principio de sola Scriptura para la restauración de la verdad Bíblica como lo hicieron los adventistas (fundadores de la Iglesia Adventista del Séptimo Día) guardadores del sábado. Fundamental en ese proceso fue el ministerio de Elena de White, quien, sin substituir u ofuscar la Biblia (como algunos críticos alegan), en verdad lleva a las personas a un compromiso incondicional con la Biblia como su propio expositor. Eso se evidencia tanto en los consejos de ella sobre cómo la Escritura debería ser interpretada como en la manera que ella realmente la interpreta.

Sin mencionar por el nombre las teorías futuristas y preteristas, White mantuvo la identificación historicista protestante del papado como el “cuerno pequeño” de Daniel 7:8, 11, 21, 22, 24–26; 8:9–14, el anticristo de 2 Tesalonicenses 2:1–12, y la bestia que surge del mar de Apocalipsis 13:1–9.18 Ella también defendió la visión de los 1260 días simbólicos de Apocalipsis 11:3 y 12:6 (cf. Dan. 7:25; Apoc. 11:2; 12:14; 13:5) en el período de la supremacía papal entre 538 y 1798 a.d.19

Por otro lado, Elena de White alertó fuertemente que “No está la fe en la Biblia tan efectivamente destruida por la ‘alta crítica’ y la especulación moderna como lo fue por la tradición y el rabinismo en los días de Cristo”. 20 Más adelante ella explicó, “La obra de la ‘alta crítica’ al criticar, conjeturar y reconstruir, está destruyendo la fe en la Biblia como revelación divina. Está privando a la Palabra de Dios del poder de guiar, levantar e inspirar las vidas humanas”.21

En contraste con la teoría dispensacionalista de dividir la historia de la Biblia en varias (generalmente siete) dispensaciones distintas, Elena de White habló de dos dispensaciones (el Antiguo y el Nuevo Testamento), conectados entre sí por una interrelación tipológica. Ella declaró, “No hay un contraste tal, como se alega con frecuencia que existe entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, la ley de Dios y el evangelio de Cristo, las exigencias de los judíos y las de la dispensación cristiana. Cada alma salva en la dispensación anterior fue tan verdaderamente salva por Cristo como somos salvos por él hoy. Los patriarcas y profetas eran cristianos. La promesa del evangelio fue dada al primer matrimonio en el Edén, cuando por la transgresión fueron separados de Dios. El evangelio fue predicado a Abraham. Todos los hebreos bebieron de la Roca espiritual, que era Cristo”.22

Al reconocer la existencia de “diversos grados de desarrollo” de la revelación de Dios para atender las necesidades de las personas de diferentes edades, White argumenta que en ambas dispensaciones “las demandas de Dios son las mismas” y “los principios de su gobierno son los mismos”.23 “El Antiguo Testamento es el Evangelio expresado en figuras y símbolos. El Nuevo Testamento es la realidad. El uno es tan esencial como el otro”.24

Además de negar las alternativas hermenéuticas mencionadas antes, Elena de White también provee otras indicaciones perspicaces para una interpretación sola Scriptura de la Biblia. Cuando dice que la Biblia “es su propia expositora”, ella realza que en la Biblia debería adquirirse el conocimiento de su gran tema central, el propósito original de Dios para el mundo; el despertar de la gran controversia y de la obra de la redención”.25 Ella también promovió un equilibrio adecuado entre el estudio exegético de un pasaje dado26 y su interpretación a la luz análoga de las Escrituras.27

Reiterando en otro lugar su énfasis sobre la analogía de las Escrituras, Elena de White confirmó el resultado positivo: “La Biblia es su propio intérprete, pues un pasaje explica otro. Comparando los textos que se refieren a los mismos temas, verá usted una belleza y una armonía que nunca soñó”.28 Esos conceptos fundamentaron la forma en la que ella realmente usó el principio sola Scriptura para interpretar la Biblia.

EL USO DE ELENA DE WHITE DEL PRINCIPIO SOLA SCRIPTURA

El hecho de que Elena de White no haya hecho un análisis exegético moderno del texto bíblico jamás debería ser usado para distanciar sus interpretaciones de la Escritura. Su uso de las Escrituras es, sin dudas, profético, que revela en muchos casos las motivaciones internas de los individuos involucrados y las luchas espirituales que había tras bastidores. Además, las interpretaciones de Elena de White sobre las Escrituras estaban en armonía con el principio sola Scriptura, lo que permite que la Biblia se interprete a sí misma.

Mientras muchos críticos de la Biblia cuestionaron la historicidad de Génesis 1–11 y negaron sus milagros, Elena de White permaneció en línea con los profetas bíblicos que confirmaron la historicidad y el carácter fidedigno de aquellas narrativas. Por ejemplo, mientras la historicidad de la creación relatada en (Gen. 1; 2) fue confirmada por otros textos tanto del Antiguo Testamento (Sal. 33:6–9; 94:9; 95:4, 5; 121:2; 136:5–9; 146:5, 6; 148:1–5; Isa. 40:26) como del Nuevo (Hech. 17:24–26; Col. 1:15, 16; Heb. 4:4, 10; Apoc. 14:7), Elena de White también lo confirmó.29 La Biblia se refiere a la caída de Adán y Eva por iniciativa de la serpiente(Gén. 3) como literal (Rom. 5:12, 14, 18, 19; 2 Cor. 11:3; Apoc. 12:9), y Elena de White comprendió esto de la misma manera.30 Tanto el Antiguo Testamento (Sal. 104:6–9) como el Nuevo (Mat. 24:37–39; Heb. 11:7; 1 Ped. 3:20; 2 Ped. 2:5; 3:6), consideran la historia de Noé y el Diluvio universal como algo literal (Gén. 6–8); y  Elena de White también.31

La destrucción de Sodoma y Gomorra (Gén. 19:23–29) fue comprendida como un evento histórico del Antiguo Testamento (Deut. 29:23; Isa. 13:19; Jer. 49:18; 50:40; Amós 4:11) y del Nuevo (Lucas 17:28, 29; 2 Ped. 2:6–8; Judas 7), Elena de White también lo creyó así.32 La historicidad de los milagros que se relatan en el Éxodo y la peregrinación en el desierto fueron confirmados por otros pasajes, no solo del Antiguo Testamento (Sal. 66:6; 78:10–55; 105:26–45; 106:7–33; 136:10–16; Mal. 4:4) sino también del Nuevo (Hech. 7:17–44; Heb. 11:22–30); Elena de White también lo confirmó así.33 La historia de Jonás en el estómago del pez grande (Jon. 1:17; 2:10) realmente sucedió como lo cuenta la Biblia, de acuerdo con Jesús (Mat. 12:39–41), y según lo que afirmó Elena de White.34

En contraste con los intentos de crítica para descubrir el “Jesús histórico” (Albert Schweitzer) y para “desmitificar” los cuatro evangelios (Rudolf Bultmann), Elena de White reconoció las narrativas y los milagros del evangelio como históricos. Su clásico libro El Deseado de todas las gentes35 construye confianza en la manera en la que Jesús y su ministerio son tratados en los evangelios canónicos y proporciona muchas percepciones útiles para esas narrativas. Ese libro es un buen ejemplo de su compromiso con el principio de sola Scriptura al estudiar la Biblia e interpretar su mensaje.

CONSIDERACIONES FINALES

Es necesario notar que el compromiso de Elena de White al principio sola Scriptura no es aceptable por los que leyeron la Biblia desde cualquier otra perspectiva hermenéutica, que rehúsan cualquier manifestación pos canónica del don de profecía o los que no concuerdan con sus interpretaciones de las doctrinas bíblicas. Pero en una época cuando el Cristianismo está dividido en tantas escuelas conflictivas de interpretación bíblica y con más de 45.000 “denominaciones” cristianas diferentes (hasta mitad de 2014),36 los escritos de Elena de White funcionan como “un filtro profético divino”, capaz de remover falsas interpretaciones artificialmente impuestas a la Biblia,37 permitiendo que ella se interprete a sí misma y toque nuestras vidas con su mensaje transformador.

 

1 St. Augustine, “Against the Epistle of Manichæus, Called Fundamental,” ch. 5, sec. 6, in A Select Library of the Nicene and Post-Nicene Fathers of the Christian Church (NPNF), Series I, 4:215.

2 Thomas Aquinas, Summa Theologica, II-II, q. 5, a. 3, acessado em 12 de nov., 2014, www.documentacatholicaomnia.eu.

3 Council of Trent, 4th session, in The Canons and Decrees of the Council of Trent, trans. H. J. Schroeder (Rockford, IL: TAN, 1978), 17, 19.

4 Ese artículo es una versión abreviada del capítulo “Sola Scriptura and Ellen G. White: Historical Reflections” do The Gift of Prophecy in Scripture and History, eds. Alberto R. Timm and Dwain N. Esmond (Silver Spring, MD: Review and Herald Pub. Assn., 2015).

5 Martin Luther, WA 10/III: 238, lines 10, 11 (Also “ist die schrifft jr selbs ain aigen liecht. Das ist dann fein, wenn sich die schrifft selbs außlegt.” [original spelling]); WA 7:97, line 23 (“scriptura . . . sui ipsius interpres”).

6 Roland H. Bainton, Here I Stand: A Life of Martin Luther (Nashville, TN: Abingdon, 1990), 144.

7 John Calvin, Institutes of the Christian Religion 1.7.5, trans. Ford L. Battles (Philadelphia, PA: Westminster Press, 1960), 1:80.

8 “The Thirty Nine Articles, 1571, 1662,” accessed on Nov. 16, 2014, www.fordham.edu/halsall/mod/1571-39articles.asp.

9 Roland H. Bainton, Christendom: A Short History of Christianity and Its Impact on Western Civilization (New York: Harper & Row, 1966), 31.

10 Barnas Sears, The Life of Luther; With Special Reference to Its Earlier Periods and the Opening Scenes of the Reformation (Philadelphia, PA: American Sunday-School Union, 1850), 370, 371.

11 See Luther’s “The New Ecclesiastical System, 1523-4,” in B. J. Kidd, ed., Documents Illustrative of the Continental Reformation (Oxford: Clarendon, 1911), 121–133.

12 Robert D. Preus, Getting Into the Theology of Concord: A Study of the Book of Concord (Saint Louis, MO: Concordia, 1977), 22.

13 Concordia: The Lutheran Confessions: A Reader’s Edition of the Book of Concord, 2nd ed. (Saint Louis, MO: Concordia, 2006), 508, 509.

14 Paul Althaus, The Theology of Martin Luther (Philadelphia, PA: Fortress, 1966), 6, 7.

15 The Creeds of Christendom: With a History and Critical Notes, ed. Philip Schaff (Grand Rapids, MI: Baker, 1990), 1:7.

16 Alister E. McGrath, Reformation Thought: An Introduction, 4th ed. (Oxford: Wiley-Blackwell, 2012), 101 (“scriptura sola” in the original).

17 An insightful study on the origin of this motto and other similar expressions is provided in Michael Bush, “Calvin and the Reformanda Sayings,” in Herman J. Selderhuis, ed., Calvinus sacrarum literarum interpres: Papers of the International Congress on Calvin Research (Göttingen: Vandenhoeck & Ruprecht, 2008), 285–299.

18 Ellen G. White, The Great Controversy Between Christ and Satan (Washington, DC: Review and Herald Pub. Assn., 1911), 439, 443.

19 Ibid., 439; see also 54, 55, 266, 267.

20 Elena de White, El ministerio de curación. Asociación Casa Editora Sudamericana, p. 101.

21 Elena de White, Los hechos de los apóstoles. Asociación Casa Editora Sudamericana, p. 378; Elena de White, La educación. Asociación Casa Editora Sudamericana, p 227.

22 Ellen G. White, in The Seventh-day Adventist Bible Commentary, vol. 6, rev. ed., (Washington, DC: Review and Herald Pub. Assn., 1980), 1061.

23 Elena de White, Patriarcas y profetas. Asociación Casa Editora Sudamericana, p. 390.

24 Elena de White, Mensajes selectos, t.2, 120.

25 Elena de White, Consejos para los maestros, Asociación Casa Editora Sudamericana, p. 445.

26 Elena de White, El camino a Cristo. Asociación Casa Editora Sudamericana, p. 90.

27 Ellen G. White, “The Science of Salvation the First of Sciences,” The Advent Review and Sabbath Herald, December 1, 1891, 737.

28 Elena de White, Testimonios para la Iglesia. Asociación Casa Editora Sudamericana, t.4, p. 490.

29 White, Patriarchs and Prophets, 44–51.

30 Ibíd., 52–62.

31 Ibíd., 90–104.

32 Ibíd., 156–170.

33 Ibíd., 241–498.

34 Ellen G. White, Prophets and Kings (Mountain View, CA: Pacific Press Pub. Assn., 1917), 265–278.

35 Ellen G. White, The Desire of Ages (Mountain View, CA: Pacific Press Pub. Assn., 1898).

36 “Status of Global Mission, 2014, in the Context of AD 1800–2025,” no. 41, accessed Dec. 1, 2014, www.gordonconwell.edu/resources/documents/ statusofglobalmission.pdf.

37 Alberto R. Timm, “Ellen G. White: Prophetic Voice for the Last Days,” Ministry, February 2004, 20.

Enlace para descargar el documento relacionado con el tema anterior: Descarga em PDF