Tres aspectos del liderazgo

Tres aspectos del liderazgo

Nadie es eterno ni insustituible. Dios nos enseña cómo preparar nuevos conductores del pueblo de Dios.

Moisés no estaba entrando en la tercera edad; ya la estaba dejando. Su vida se había dividido en tres etapas de cuarenta años, y él estaba concluyendo la tercera. Al frente del pueblo de Israel había desarrollado un ministerio largo y difícil, aunque bendecido y poderoso. A pesar de todo, sentía que había mucho por hacer todavía y que la idea del Señor de que dejara el liderazgo precisamente a las puertas de su logro más significativo no era razonable. Era tiempo de aclarar las cosas, y él sabía cómo hacerlo. Moisés relata su oración en la margen oriental del río Jordán y la respuesta recibida por parte del Señor:

“Y oré a Jehová en aquel tiempo, diciendo: Señor Jehová, tú has comenzado a mostrar a tu siervo tu grandeza, y tu mano poderosa; porque ¿qué dios hay en el cielo ni en la tierra que haga obras y proezas como las tuyas? Pase yo, te ruego, y vea aquella tierra buena que está más allá del Jordán, aquel buen monte, y el Líbano. Pero Jehová se había enojado contra mí a causa de vosotros, por lo cual no me escuchó; y me dijo Jehová: Basta, no me hables más de este asunto. Sube a la cumbre del Pisga y alza tus ojos al oeste, y al norte, y al sur, y al este, y mira con tus propios ojos; porque no pasarás el Jordán. Y manda a Josué, y anímalo, y fortalécelo; porque él ha de pasar delante de este pueblo, y él les hará heredar la tierra que verás” (Deut. 3:23-28).

Se trata de un diálogo maravilloso, como todos los diálogos entre Dios y Moisés registrados en el libro de Deuteronomio. El pasaje muestra a Moisés orando no por otros, como había hecho a menudo durante los últimos cuarenta años, sino por sí mismo. Siente que Dios sólo había iniciado su obra por su intermedio, pero que no la había concluido todavía. Pide a Dios que su ministerio no termine hasta presenciar el cumplimiento de las promesas acerca de la tierra más allá del Jordán. Pero el Señor ya había hablado lo suficiente sobre el tema. Sin abundar en detalles, le da la oportunidad de visualizar de lejos la tierra prometida y le indica que prepare a Josué en tres aspectos: debía instruirlo, animarlo y fortalecerlo.

Dios está mostrando aquí las prioridades del ministerio pastoral respecto del liderazgo local o de la nueva generación de siervos del Señor. La propuesta de este artículo tiene que ver con esa triple tarea que Dios encomendó a Moisés en favor de Josué. La reflexión se concentra particularmente en Deuteronomio 3:28: “Instruye a Josué, anímalo y fortalécelo, porque él ha de pasar delante de este pueblo, y él les entregará la tierra que verás” (versión Reina-Valera de 1995, cursiva añadida).

Instrucción

La versión Reina-Valera de 1960 dice: “Y manda a Josué, y anímalo, y fortalécelo”. Pero ese mandar era res- pecto de los Mandamientos de Dios. Moisés debía hacer lo que siempre había hecho en su ministerio profético: compartir las revelaciones de Dios. Las traducciones más recientes captan mejor la intención original del pasaje. Dios habla hoy expresa: “Da instrucciones a Josué; anímalo y dale valor”. La Nueva Versión Internacional rinde: “Dale a Josué las debidas instrucciones; anímalo y fortalécelo, porque será él quien pasará al frente de este pueblo y quien les dará en posesión la tierra que vas a ver”. Y la Reina-Valera de 1995 traduce: “Instruye a Josué, anímalo y fortalécelo”.

La expresión “instruye” es aquí similar, en el idioma original del Antiguo Testamento, a la que aparece en Proverbios 22:6: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Moisés comprendió la necesidad de instruir, y evidentemente lo hizo con esmero. Su experiencia de cuarenta años al frente del pueblo le había enseñado que no basta con ser un coordinador distante. Su tarea no pudo limitarse a procurar consensos, a buscar opiniones o a realizar consultas populares. Si lo hubiera hecho, seguramente habría regresado con el pueblo a Egipto en vez de encontrarse en las fronteras de Canaán. Su enseñanza tenía que ver con las instrucciones de Dios para su sucesor. Los líderes eclesiásticos de hoy han de instruir, capacitar, pero con base en la revelación de Dios.

Ánimo

Pero la obra de Moisés y la nuestra no se agota con la mera instrucción. Hay aspectos que van más allá de lo intelectual, y tienen que ver con las emociones y con los valores. La indicación de Dios hablaba de la necesidad de dar ánimo. Porque mucho del éxito de quienes trabajan con nosotros o están al alcance de nuestra influencia tiene que ver con eso; con la posibilidad de perseverar, de no rendirse frente a las adversidades.

Y esta es una tarea que todos los que participan en el ministerio pastoral pueden hacer: animar a otros a seguir adelante. Moisés necesitaba dar ánimo a Josué, porque el Señor que lo enviaba sabía que muchas cosas dejan de hacerse no por falta de capacidad, sino por falta de estímulo para realizarlas. Es necesario entender que la capacidad o la habilidad no alcanza si no va acompañada por la debida presencia de ánimo.

Aquí vale más la mano en el hombro, la palabra oportuna, que la mera capacitación intelectual o el entrenamiento ministerial. Es fácil olvidar el tiempo que nos llevó aprender lo que ahora sabemos, los errores cometidos, las victorias que vienen después de tantas derrotas. Por eso, el líder espiritual debe dar ánimo a quienes están recién iniciando el camino.

Fortaleza

En general, las versiones bíblicas dicen “fortalécelo”. Dios habla hoy traduce como “dale valor”. Se necesita mucho de esta tarea de cada dirigente de la iglesia, no sólo de quienes cumplen tareas directivas o administrativas. Hoy se requiere valor para enfrentar las exigencias y la complejidad de nuestro tiempo. Algunos comienzan con ilusión, pero se rinden y abandonan el proyecto por causa de las críticas, las incomprensiones y la falta de apoyo.

La tarea que aguardaba a Josué no iba a ser sencilla. Necesitaría mucha valentía, y Dios se lo habría de reiterar luego de la muerte de Moisés: “Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó” (Jos. 1:7). “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Jos. 1:9).

Los ministros no pueden olvidar esta dimensión de su responsabilidad: fortalecer, dar valor. El éxito, el desarrollo futuro, y la realización espiritual y personal dependen mucho de esto.

Por todo ello, la tarea de Moisés respecto de Josué era triple: instruir, animar, fortalecer. Es la misma obra que han de realizar quienes participan, en este tiempo, del quehacer ministerial. Moisés necesitaba hacer esto porque sólo vislumbraría la Tierra a la distancia, pero no pasaría el Jordán. El unicamente soñaría con la Tierra, pero Josué iría delante del pueblo. Nuestra obra nunca parece estar concluida, porque siempre hay un más allá; algo que otros tendrán que llevar a cabo y a los que debemos preparar.

Tampoco nosotros iremos siempre delante de nuestros hermanos, colegas más jóvenes o dirigentes locales. Muchos de ellos llegarán más lejos, vivirán más tiempo, harán cosas mayores; y tantos otros nos superarán y serán mejores que lo que hemos sido. Ellos enfrentarán tiempos más difíciles y harán una obra que nosotros ya no podremos hacer. Hay ríos, como el Jordán, que no podremos cruzar, pero necesitamos instruir, animar y dar valor a quienes lo harán.

El reencuentro de los egresados del entonces Colegio Adventista del Plata de la clase 1952 cincuenta años después resultó, en muchos sentidos, una inspiración. Su consejero, el Dr. David H. Rhys, estuvo presente y volvió a dirigirse a sus antiguos alumnos, muchos de ellos pastores y obreros ya jubilados. En más de una ocasión repitió que ese grupo de 34 egresados, de los cuales 3 ya descansaban en el Señor, había sobrepasado las expectativas de sus propios profesores. Eso siempre ocurre.

Quienes comparten nuestro ministerio o colaboran con nosotros podrán llegar a las mayores alturas espirituales o misioneras si cumplimos con la tarea que Dios le encomendó a Moisés frente a la Tierra Prometida: “Da instrucciones a Josué; anímalo y dale valor” (Dios habla hoy). No siempre podremos continuar al frente y ser testigos de la realización de todos los proyectos. Lo importante es que ellos crucen el río y que nosotros, con ellos, arribemos un día a la Tierra de Promisión.