Vidrieras peligrosas

Cierto día, una hermosa mujer paseaba sola, como si estuviera en un “shopping” observando las vidrieras. Tan entretenida estaba que ni percibió cuando un desconocido se aproximó y comenzó a conversar. Absorbida con todo lo que veía, se dejó llevar por la conversación amigable.

Después de ganar su confianza, el extraño le ofreció un producto supuestamente maravilloso, insistiendo para que lo probara. Ella lo aceptó y, desde entonces, el mundo sufre por causa de la triste elección de Eva, la mujer que aceptó experimentar lo desconocido.

Igual que Eva, a veces también paseamos solas por el mundo. No siempre nuestro esposo nos puede acompañar en un paseo de domingo, en una visita a familiares, ni viajar con la familia durante un feriado. Muchas mujeres se quejan porque dicen que están siempre solas. Si tienen hijos pequeños, casi siempre van a la iglesia acompañadas solamente por los niños, pues no pueden ir con el esposo, cada sábado a una iglesia diferente.

Aquellas que trabajan afuera o estudian no siempre tienen la oportunidad de presentar a su esposo a sus colegas. Por lo tanto, enfrentamos los mismos peligros que fueron enfrentados por Eva.

El enemigo conoce nuestros deseos y nuestras necesidades. En el caso de Eva, al contemplar la belleza del árbol del conocimiento del bien y del mal, tan atrayente y aparentemente inofensiva, “quedó sorprendida y espantada” (Elena de White, Patriarcas y profetas, p. 26). Lo que le causó la ruina fue detenerse a fin de contemplarlo, y sacar conjeturas sobre la sugerencia del enemigo. “En lugar de huir del lugar, permaneció en él, maravillada de oír hablar a la serpiente […]. Pero no imaginó que la encantadora serpiente pudiera convertirse en la médium del adversario caído” (ibíd., p. 26).

Hoy también existen “vitrinas” seductoras y peligrosas, que han atraído nuestra atención. Aquí presentamos algunas de ellas:

Amistades. No somos islas; fuimos creadas para relacionarnos. Necesitamos dar y recibir atención, intercambiar ideas, escuchar y ser oídas. Y, en esas ansias decompañía, sintiendo la falta de la presencia constante del esposo, algunas se aventuran a buscar fuera del hogar –y a veces, afuera de la iglesia–, a pesar de todos los riesgos que esto involucra.

Otras acostumbran compartir, en confidencia, sueños, deseos, pensamientos y luchas personales, a hermanas de iglesia. A veces, se quejan del marido, y así minan el respeto y la consideración que la congregación debe tener por el pastor. Es necesario tener cuidado, pues la persona considerada “la mejor amiga” puede traicionar la confianza, comprometiendo de esa manera el carácter y la reputación de la familia pastoral.

Trabajo. No existe nada de errado en el hecho de que la esposa de pastor busque un trabajo, dentro de su especialización, incluso afuera de las instituciones de la iglesia, cuando esta no puede emplearla en alguna actividad. Sin embargo, debe cuidar para que esta actividad no comprometa al esposo “en negocios de esta vida” (2 Tim. 2:4), perjudicando el trabajo pastoral.

Estudio. Es también innegable que debemos crecer y ampliar nuestros horizontes. Pero, es visible el cambio operado en algunas hermanas al ingresar en el medio académico. Algunos paradigmas son modificados, los principios, aparentemente, son olvidados, y ellas pierden la oportunidad de ser la “sal de la tierra” y la “luz del mundo”. Además de esto, también adoptan un estilo de vestimenta, una forma de hablar, algunas costumbres y patrones de comportamiento extraños. Ha habido casos en los que el pastor tuvo que abandonar su vocación, para adaptarse al nuevo estilo de vida de la esposa.

Internet. Nunca es exagerado insistir en los peligros del mundo virtual. Muchas viven lejos de la familia, de los amigos, del ambiente en el que fueron criadas. Por lo tanto, es natural querer saber cómo están aquellos a quienes se ama. Sin embargo, corren serio riesgo al exponerse en demasía, subiendo en lugares poco recomendables fotos personales. Debemos recordar que de esa manera damos a otros la visión de quiénes somos, y también de quiénes nos gustaría ser.

LAS CONSECUENCIAS

¿Cuáles son los resultados de la contemplación de estas “vidrieras”? Nota la descripción que presenta Elena de White sobre la experiencia de Eva:

“Y ahora, habiendo pecado, ella se convirtió en el agente de Satanás para labrar la ruina de su esposo. En un estado de excitación extraño y anormal, y con las manos llenas del fruto prohibido, lo buscó y le relató todo lo que había ocurrido. […] Eva lo instó a comer, repitiendo el aserto de la serpiente de que no morirían. Alegó que eso debía ser cierto, puesto que no sentía ninguna evidencia del desagrado de Dios” (ibíd., p. 28).

Al aceptar ser esposa de pastor, has aceptado el llamado de Dios para estar al lado de tu esposo; ser una bendición para él, para tus hijos, para la iglesia, para la comunidad y para ti misma. No te contentes con menos que eso. Huye de los deseos de Eva.